La vuelta de Martín Fierro (1879)/8
Mas tarde supe por ella,
De manera positiva,
Que dentró una comitiva
De pampas á su partido,
Mataron á su marido
Y la llevaron cautiva.
En tan dura servidumbre
Hacian dos años que estaba—
Un hijito que llevaba
A su lado lo tenia——
La china la aborrecia
Tratándola como esclava
Deseaba para escaparse
Hacer una tentativa—
Pues á la infeliz cautiva
Naides la va á redimir,
Y allí tiene que sufrir
El tormento mientras viva.
Aquella china perversa
Dende el punto que llegó,
Crueldá y orgullo mostró
Porque el indio era valiente——
Usaba un collar de dientes
De cristianos que él mató.
La mandaba trabajar,
Poniendo cerca a su hijito
Tiritando y dando gritos
Por la mañana temprano,
Atado de pies y manos
Lo mesmo que un corderito.
Ansi le imponia tarea
De juntar leña y sembrar
Viendo a su hijito llorar,
Y hasta que no terminaba,
La china no la dejaba
Que le diera de mamar.
Cuando no tenian trabajo
La emprestaban á otra china—
Naides, decia, se imagina,
Ni es capaz de presumir
Cuanto tiene que sufrir
La infeliz que está cautiva.
Si ven crecido á su hijito
Como de piedá no entienden,
Y á suplícas nunca atienden,
Cuando no es este es el otro,
Se lo quitan y io venden
O lo cambian por un potro—
En la crianza de los suyos
Son bárbaros por demas,
No lo habia visto jamás;
En una tabla los atan,
Los crian ansi, y les achatan
La cabeza por detras.
Aunque esto parezca estraño
Ninguno lo ponga en duda:
Entre aquella gente ruda,
En su bárbara torpeza,
Es gala que la cabeza
Se les forme puntiaguda.
Aquella china malvada
Que tanto la aborrecia,
Empezó á decir un dia
Porque falleció una hermana,
Que sin duda la cristiana
Le habia echado brugería.
El indio la sacó al campo
Y la empezó á amenazar
Que le habia de confesar
Si la brugeria era cierta;
O que la iba á castigar
Hasta que quedára muerta.
Llora la pobre aflijida,
Pero el indio en su rigor
Le arrebató con furor
Al hijo de entre sus brazos,
Y del primer rebencazo
La hizo crugir de dolor.
Que aquel salvage tan cruel
Azotándola seguia,—
Mas y mas se enfurecia
Cuanto mas la castigaba,
Y la infeliz se atajaba
Los golpes como podia.
Que le gritó muy furioso
«Confechando no querés»
La dió vuelta de un reves
Y por colmar su amargura,
A su tierna criatura
Se la degolló á los pies.—
Es increible, me decia,
Que tanta fiereza esista—
No habrá madre que resista,
Aquel salvage inclemente
Cometió tranquilamente
Aquel crimen á mi vista.—
Esos horrores tremendos
No los inventa el cristiano—
Ese bárbaro inhumano,
Sollozando me lo dijo,
«Me amarró luego las manos
Con las tripitas de mi hijo»