Las mil y una noches:400

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Las mil y una noches - Tomo III​ de Anónimo
Capítulo 400: Pero cuando llegó la 400ª noche



PERO CUANDO LLEGO LA 400ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

... Y esta joven era tan exquisita, tan dulce y de una belleza tan viva, que la llamaban Rosa-en-el-Cáliz.

El rey, a quien gustaba mucho que estuviera ella a su lado en los festines, por lo bien dotada que se hallaba de finura de ingenio y distinción, tenía por costumbre dar todos los años grandes fiestas, y con esta ocasión aprovecharse de la presencia en palacio de los principales personajes de su reino para jugar con ellos a la pelota.

Cuando llegó el día en que los invitados del rey se reunían con motivo de este juego de pelota, Rosa-en-el-Cáliz se sentó a su ventana para disfrutar del espectáculo. Enseguida empezó a animarse el juego, y la hija del visir, que seguía con la vista a los jugadores y observaba sus movimientos, divisó entre ellos a un joven infinitamente hermoso, de rostro encantador, de dientes sonrientes, de cintura breve y de anchos hombros. Al verle, experimentó tal placer que no pudo hartarse de contemplarle ni dejar de lanzarle ojeadas repetidas. Acabó por llamar a su nodriza, y le preguntó: "¿Sabes el nombre de ese joven exquisito, tan lleno de distinción, que está en medio de los jugadores?" La nodriza contestó: "¡Oh hija mía, todos son hermosos! No sé de cuál quieres hablar". La joven dijo: "¡Espera, que voy a enseñártelo!"

Y cogió al punto una manzana y se la arrojó al joven, que se volvió y levantó la cabeza en dirección a la ventana. Vió entonces a Rosa-en-el-Cáliz, sonriente y bella como la luna llena al iluminar las tinieblas; y de repente, sin tener tiempo de separar de allí ya su mirada, se sintió extremadamente conmovido de amor; y recitó estos versos del poeta:

¿Quién punzó mi corazón enamorado? ¿Fue el arquero o la flecha de tus pupilas?
¿De dónde vienes tan veloz, flecha acerada? ¿De la muchedumbre de guerreros o de una ventana simplemente?

Rosa-en-el-Cáliz preguntó a su nodriza: "Y ahora, ¿puedes ya decirme el nombre de ese joven?"

La nodriza contestó: "Se llama Delicia-del-Mundo". Al oír tales palabras, la joven echó atrás la cabeza con placer y emoción, dejóse caer en el diván, gimió profundamente e improvisó estas estrofas:

No ha tenido por qué arrepentirse quien te llamó Delicia-del-Mundo, ¡oh tú que unes una delicadeza exquisita de modales a todas las cualidades excelentes!
¡Oh naciente luna llena! ¡Oh rostro brillante que alumbras el universo e iluminas el mundo!
¡Entre todas las criaturas, eres el único sultán de la belleza! ¡Y tengo testigos que me den la razón!
¿No es tu ceja la letra nun, perfectamente trazada? ¿No se asemeja la almendra de tu ojo a la letra sad, escrita por los dedos amorosos del Creador?
¡Y tu cintura! ¿No es la joven, la tierna rama flexible que toma todas las formas deseables?
Si ya tu intrepidez ¡oh jinete! sobrepujó al valor de los más fuertes, ¿qué no diré de tu gracia superior y de tu hermosura?


Terminada esta improvisación, Rosa-en-el-Cáliz cogió una hoja de papel y transcribió los versos cuidadosamente. La dobló luego y la metió en una bolsita de seda bordada en oro, la cual escondió debajo del cojín del diván.

Y he aquí que la vieja nodriza, que había observado estos diversos movimientos de su señora, se puso a charlar con ella de unas cosas y de otras hasta que la dejó dormida. Entones sacó cuidadosamente de debajo del cojín la hoja de papel, la leyó, y convencida de la pasión que sentía Rosa-en-el-Cáliz, la colocó en el mismo sitio. Luego, cuando se despertó la joven, le dijo: "¡Oh mi señora, soy para ti la mejor y más tierna de las consejeras! Debo, pues, decirte cuán violenta es la pasión de amor, y prevenirte de que cuando se concentra en un corazón sin poder expansionarse, lo derrite aunque sea de acero, y produce en el cuerpo muchas enfermedades y deformidades. ¡Por el contrario, si la persona que sufre de este mal de amor se lo revela a otra, tal cosa sólo alivio ha de proporcionarle!"

Al oír estas palabras de su nodriza, Rosa-en-el-Cáliz dijo: "¡Oh nodriza! ¿conoces un remedio para el amor?" La nodriza contestó: "Lo conozco. ¡Consiste en poseer a la persona amada!" La joven preguntó: "¿Y qué hacer para conseguir esa posesión?" La nodriza dijo: "¡Oh mi señora! por el pronto basta con cambiar cartas llenas de palabras dulces, de salutaciones y de cumplimientos; porque tal es el medio mejor a que para reunirse recurren dos amigos, y lo primero que hay que hacer para resolver dificultades y prevenir complicaciones. Así, pues ...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.