Las mil y una noches:813
PERO CUANDO LLEGO LA 844ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
... fué tan viva la impresión que experimentó ella, que saltó del lecho, despierta ya del todo, lanzando un grito de espanto, y llamó a su madre a grandes voces.
Al oír las señales de alarma de su hija y sus gritos de terror y sus voces pidiendo socorro, acudió la madre enredándose los pies en la ropa y seguida de cerca por la vieja nodriza de la joven y por los eunucos. Y la joven continuaba gritando, llevándose la mano al sitio de su pellizco: "¡En Alah me refugio del Cheitán lapidado!"
Y su madre y la vieja nodriza le preguntaron al mismo tiempo: "¿Qué ocurre? ¿qué ocurre? ¿Y por qué te llevas la mano al honorable? ¿Y qué tiene el honorable? ¿Y qué le ha sucedido al honorable? ¡Enséñanos el honorable!" Y la nodriza se encaró con los eunucos, lanzándoles una mirada atravesada, y les gritó: "¡Retiraos un poco!" Y los eunucos se alejaron, maldiciendo entre dientes a la vieja calamitosa.
¡Eso fué todo! y yo veía sin ser visto, merced al kohl de mi difunto maestro. (¡Que Alah le tenga en su gracia!)
El caso es que, al sentirse acosada por las preguntas apremiantes que en un instante le hicieron su madre y su nodriza, alargando el cuello para ver qué era la cosa, la joven, ruborosa y dolorida, acabó por pronunciar: "¡Es esto! ¡es esto! ¡el pellizco! ¡el pellizco!" Y las dos mujeres miraron y vieron en el honorable la huella roja y ya hinchada de mi pulgar y de mi dedo del corazón. Y retrocedieron asustadas y en extremo indignadas, exclamando: "¡Oh maldita! ¿quién te ha hecho eso? ¿quién te ha hecho eso?" Y la joven se echó a llorar, diciendo: "¡No lo sé! ¡no lo sé!" Y añadió: "¡Me han pellizcado mientras soñaba que me comía un cohombro muy gordo!" Y al oír estas palabras, las dos mujeres se inclinaron al mismo tiempo, y miraron detrás de las cortinas y debajo de las tapicerías y del mosquitero; y como no encontraron nada sospechoso, dijeron a la joven: "¿Estás bien segura de que no te has pellizcado tú misma durmiendo?"
Ella contestó: "¡Antes me moriría que pellizcarme tan cruelmente!"
Entonces dió su opinión la vieja nodriza, diciendo: "No hay recurso ni poder más que en Alah el Altísimo, el Omnipotente. ¡Quien ha pellizcado a nuestra hija es un innombrable entre los innombrables que pueblan el aire! Y ha debido entrar aquí por esa ventana abierta, y al ver a nuestra hija con el honorable al aire no ha podido resistir al deseo de pellizcarla ahí mismo. Y eso es lo que ha pasado por lo visto". Y tras de hablar así corrió a cerrar la ventana y la puerta, y añadió: "Antes de poner a nuestra hija una compresa de agua fresca y vinagre es preciso que nos apresuremos a ahuyentar al Maligno. Y no hay más que un medio eficaz, y consiste en quemar en la estancia estiércol de camello. Porque el estiércol de camello es incompatible con el olor de los genn, de los mareds y de todos los innombrables. ¡Y yo sé las palabras que hay que pronunciar al tiempo de esa fumigación!"
Y al punto gritó a los eunucos agrupados detrás de la puerta: "¡Traednos pronto un cesto con estiércol de camello!"
Y en tanto que los eunucos iban a ejecutar la orden, la madre se acercó a su hija, y le preguntó: "¿Estás segura ¡oh hija mía! de que el Maligno no te ha hecho nada más? ¿Y no has sentido nada que indique lo que quiero decirte?"
La joven dijo: "¡No sé!" Entonces la madre y la nodriza bajaron la cabeza y examinaron a la joven. Y vieron ¡oh mi señor! que, conforme te dije, todo estaba en su sitio y que no había ninguna huella de violencia por delante ni por detrás. Pero la nariz de la maldita nodriza, que era perspicaz, le hizo decir: "¡He sentido en nuestra hija el olor de un genni macho!" Y gritó a los eunucos: "¿Dónde está el estiércol, ¡oh malditos!?" Y en aquel momento llegaron los eunucos con el cesto; y se apresuraron a pasárselo a la vieja por la puerta entreabierta un instante.
Entonces, después de quitar las alfombras que cubrían el suelo, la vieja nodriza derramó el estiércol del cesto en las baldosas de mármol y le prendió fuego. Y no bien se elevó el humo se puso a murmurar sobre el fuego palabras desconocidas, trazando en el aire signos mágicos.
Y he aquí que el humo del estiércol quemado, que llenaba el aposento, atacó a mis ojos de una manera tan insoportable que se me llenaron de agua, y me vi obligado a secármelos repetidamente con los bajos de mi ropa. Y no se me ocurrió ¡oh mi señor! que, con esta maniobra, me iba quitando el kohl, cuyas virtudes me hacían invisible y del que había tenido la imprevisión de no llevarme un buen repuesto antes de la muerte de mi maestro.
Y efectivamente, oí que las tres mujeres lanzaron de pronto tres gritos simultáneos de espanto, señalando con el dedo el sitio donde yo estaba: "¡Ahí está el efrit! ¡ahí está el efrit! ¡ahí está el efrit!" Y pidiendo socorro a los eunucos, que al punto invadieron la habitación y se arrojaron sobre mí y quisieron matarme. Pero les grité con la voz más terrible que pude: "¡Si me hacéis el menor daño llamaré en mi ayuda a mis hermanos los genn, que os exterminarán y harán que se derrumbe este palacio sobre la cabeza de sus habitantes!"
Entonces se atemorizaron y se contentaron con sujetarme. Y me gritó la vieja: "¡Los cinco dedos de mi mano izquierda en tu ojo derecho y los cinco dedos de mi otra mano en tu ojo izquierdo!" Y yo le dije: "¡Cállate, ¡oh hechicera maldita! o llamo a mis hermanos los genn, que te dejarán más ancha que larga!" Entonces ella tuvo miedo y se calló. Pero fué para exclamar al cabo de un momento: "Como es un efrit no podemos matarle. ¡Pero podemos encadenarle para el resto de sus años!"
Y dijo a los eunucos: "Cogedle y conducidle al maristán, y echadle una cadena al cuello, y remachad la cadena en el muro. ¡Y decid a los celadores que, si le dejan escapar, su muerte será segura!"
Y al punto, ¡oh mi señor! me trajeron los eunucos, alargándoseme la nariz, y me metieron en este maristán, donde encontré a mis dos antiguos compañeros, que ahora son tus honorables chambelanes. ¡Y tal es mi historia! Y tal es ¡oh mi señor sultán! el motivo de mi encarcelamiento en esta prisión de locos y de esta cadena que llevo al cuello. Y ya te he contado todo de cabo a rabo, y por eso espero de Alah y de ti ser absuelto de mis errores, y que tu bondad me libre de estos cerrojos para llevarme adonde sea, pero quitándome esta argolla. Y lo mejor sería que yo llegara a ser el esposo de la princesa por quien estoy loco. ¡Y el Altísimo está por encima de nosotros!"
Cuando el sultán Mahmud hubo oído esta historia se encaró con su visir, el antiguo sultán-derviche, y le dijo: "¡Ve ahí como ha enlazado el Destino los acontecimientos de nuestra familia! ¡Porque la princesa de quien está enamorado este joven es la última hija del difunto sultán, padre de mi esposa! Y ya no nos queda por hacer más que dar a este suceso la continuación correspondiente".
Y se encaró con el joven, y le dijo: "¡En verdad que tu historia es una historia asombrosa, y aunque no me hubieras pedido en matrimonio a la hija de mi tío, yo te la habría concedido para demostrarte el contento que me producen tus palabras!" E hizo caer sus cadenas al instante, y le dijo: "En lo sucesivo serás mi tercer chambelán; y voy a dar las órdenes para la celebración de tus desposorios con la princesa cuyas ventajas conoces ya".
Y el joven besó la mano del generoso sultán. Y salieron del maristán todos y se presentaron en el palacio, donde se dieron grandes fiestas y grandes regocijos públicos con motivo de las dos reconciliaciones anteriores y del matrimonio del joven con la princesa. Y todos los habitantes de la ciudad, pequeños y grandes, fueron invitados a tomar parte en los festines, que debían durar cuarenta días y cuarenta noches, en honor del matrimonio de la hija del sultán con el discípulo del sabio y de la reunión de aquellos a quienes la suerte había desunido.
Y vivieron todos en las delicias íntimas y las alegrías de la amistad hasta la inevitable separación".
"Y tal es ¡oh rey afortunado! -continuó Schehrazada- la historia complicada del Adulterino simpático, que era sultán, y que se convirtió en derviche errante para ser elegido visir luego por Mahmud el sultán, y de lo que le sucedió con su amigo y con los tres jóvenes encerrados por locos en el maristán. ¡Pero Alah es más grande, y más generoso, y más sabio!" Después añadió, sin interrumpirse: "¡Pero no creas que esta historia es más admirable o más instructiva que las PALABRAS BAJO LAS NOVENTA y NUEVE CABEZAS CORTADAS!"
Y el rey Schahriar exclamó: "¿Cuáles son esas palabras, Schehrazada, y esas cabezas cortadas, de las que nada sé?"
Y dijo Schehrazada:
PALABRAS BAJO LAS NOVENTA Y NUEVE CABEZAS CORTADAS
[editar]Se cuenta -¡pero Alah sabe distinguir lo real de lo irreal y diferenciarlo infaliblemente!- que, en la antigüedad del tiempo, había, en una ciudad entre las ciudades de los Rums (cristianos) antiguos, un rey de alto rango y de señalado mérito, señor de vidas y haciendas, de fuerzas y ejércitos. Y este rey tenía en más aprecio que a sus tesoros todos, a un hijo adolescente que era perfectamente hermoso. Y el tal adolescente, hijo de rey, no sólo era hermoso a la perfección, sino que estaba dotado de una sabiduría que maravillaba a la tierra. Y por cierto que esta historia no será más que la confirmación de sabiduría tan admirable y de la belleza del joven príncipe.
Y para poner a prueba sus cualidades, Alah el Altísimo hizo que el tiempo se volviera hacia el lado nefasto, para los días del rey y de la reina, padre y madre del joven. Y rey y reina, que había llegado al colmo del poderío y de las riquezas, despertáronse un día en su palacio vacío, más pobres y más miserables que los mendigos en el camino de la generosidad. Porque nada es más fácil para el Altísimo que hacer desplomarse los tronos más sólidos y hacer que los animales rapaces y las aves nocturnas habiten los palacios…
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.