Las vidas paralelas de Plutarco/Camilo
CAMILO.
Siendo muchas y grandes las cosas que de Furio Camiło se refleren, hay una entre ellas muy particular y extraña, y es, que con haber conseguido yendo de general muchas y muy señaladas victorias; eon haber sido cinco veces director, haber tenido cuatro triunfos, y haber sido llamado segundo fundador de Roma, ni una vez siquiera hubiese sido cónsul. Consistió eslo en el estado en que se hallaba entónces el gobierno por los altercados de la plebe con el Senado; por cuanto oponiéndose aquella á que se nombrasen cónsules, se elegian tribunos militares para el mando; y aunque éstos lo ejecutaban todo con poder y autoridad consular, su mando era ménos odioso por au mayor número, siendo de algun consuelo el que seis, y no dos solos, se pusiesen al frente de los negocios para los que estaban mal hallados con la oligarquía. Floreciendo, pues, Camilo en aquella sazon en gloria y en bazadas, no tuvo por conveniente ser eónsul con repugnancia del pueblo, aunque en el intermedio convocó el gobierno muchas veces Comicios consulares; mas en los otros mandos que tuvo, que fueron varios, se condujo de manera que la autoridad era comun, áun cuando mandaba solo; y la gloria era particularmente suya, áun cuando tuviese colegas en la autoridad; consistiendo de estas dos cosas, la primera en su moderacion. por la que mandaba de un modo que no le conciliaba envidia; y la segunda en sa prudancia, que á juicio de todos le daba el primer lugar.
No era todavia grande entónces el lustre de la casa de los Furios: debióse por tanlo él á st mismo to que adelantó en gloria en la gran batalla contra los Eeuos y Volscos militando bajo el dictador Postumio Tuberlo; pues yendo delante de la caballería, y siendo berido en un muslo, no 8e contuvo, sino que sacándose el dardo que babia quedado clavado en la berida, peleando con los más atentádos de los enemigos, los obligó á retirarse. Mereció por esta bazaña, además de otros premios, el que se le nombrase censor, cargo que en aquellos tiempos era de grandisima dignidad. Ha quedado memoria de un becho loabie suyo siendo censor, que fué excitar con palabras, y amenazar con penas á los célibes, para que se casasen con las viudas, que por las guerras eran en gran número. Fué preciso tambien entónees sujetar á la contribucion á los buérfanos que ántes eran horros; siendo de esto la causa los ejércitos que contínuamente habia que tener en pié, y que obligaban i grandes gastos; precisando asimismo en gran manera á ellos el silio de Veyos, á cuyos babitantes liaman algunos Veyentano3. Era esta ciudad la principal de la Etruria, en número de armas y en muehedumbre de gente de guerra poco inferior á Roma, y que envanecida con su riqueza, con su abundancia de víveres, con su lujo y su regalo, entró repelidas veces en competeneia, y por la gloria y el poder contendió con los Romanos. Mas en aquella sazon habia desistido de estas pretensiones, quebrantada con grandes derrotas; babian si levantado aitas y fuertes murallas; y babiendo pertrechado bien la ciudad de armas, de dardos, de vtveres y de todo género de preparativos, sufrian sin temor el eerco, que tambien para los sitiadores era trabajoso y dificil. Porque estando acostumbrados á no militar fuera pasado el verano, sino recogerse á invernar en casa; entónces por la primera vez los babian obligado los caudilios á levantar trincheras, á fijar los reales en territorio enemigo, y á juntar el invierno con el verano, estando entónces al fin del sétimo año de guerra: tanto, que por parecer que los generales hacian lojamente el sitio, se les revocs el mando, y se eligieron otros para la guerra, siendo uno de estos Camilo, que era ya tribuno por segunda vez. Con todo, nada lhizo por entónces en cuanto al sitio, porque le cupo en suerte bacer la guerra á los Falerios y Capenates, que por ver ocupados á los Romanos, les talaban el territorio, y les servian de estorbo para la guerra de Etruria; mas Camito los desbarató, causándoles gran pérdida, y los obligó á recogerse dentro de sus murallas.
Con esta época, cuando la guerra estaba en su mayor fuerza, coincidió el suceso del lago Albano; prodigio no ménos digno de saberse que cualquiera otro de los increibles como él, y que causó gran terror por falta de una causa general, y de poder el disBcurso asignarle un origen fisico. Era la entrada del otoño, y el verano que concluia no habia sido de aguas ni, que se supiese, babian reinado en él vientos húmedos que le hicieran tempestuoso; por lo tanto, teniendo la italia muchos lagos, rios y arroyos, estos habian faltade enteramonte, aguellos apénas y con gran dificultad se sostenian, y todos los rios, como sucede siempre en el verano, corrian escasos y apocados. Pues el lago Albano, que en sf mismo tiene su principio y su fin, circundado de montañas fértiles, sin causa alguna, como no fuese divina, se veia manifiestamente que habia crecido, é iba hinchándose, superando las faldas de los montes, y llegando á igualar los collados que tenfa alrededor, con mansedumbre y sin ser agitado con alas. Al principio sólo fué prodigio para pastores y vaqueros; pero cuando luégo alzada la corriente, como si rompiese un istmo, llegó á romper por su cantidad y por su peso los estorbos que contenian el lago, y descendió en grandes raudales por los campos y las arboledas basta el mar; entónces no solamente dejó asonıbrados á los Romanos, sino que hizo entender á todos los que babitaban la Italia que no podia ser cosa pequeña la que denunciaba. Hablábaseasimismo mucho de este accidente en el ejército que sitiaba á Veyos; de modo quve áun entre los sitiados se luvo de él noticia.
Como es comun en todo sitio que se prolonga demasiado, que hay trato y comunicacion frecuente entre los enemigos, sucedió tambien en éste; y un Romano trabó conversacion y amistad con un enemigo, hombre versado en el lenguaje antiguo, y que se creia que tenía un particular conocimiento de la adivinacion. Como viese, pues, á éste, luégo que le refirió la iaundacion del lago, mostrarse muy contento, y reirse del sitio: «Pues no es esto sólo, le dijo, sino que este tiempo trae otros prodigios y otras señales más extrañas para los Romanos, sobre las cuales queria consaltarle, por si en aquella comun aliccion podia alcanzar más de lo que los suyos alcanzaban.» Ofało el Veyente con atencion, y se prestaba gustoso á la consulta, como que iban á descubrirse algunos arcanos; y á poco de estar en este coloquio, atrayéndole cautelosamente, luégo que estuvieron á bastante distancia de las puertas, le cogió en volandas, porque era de mayores fuerzas, y concurriendo en su auxilio algunos del campamento, se apoderó completamente de él, y le presentó á los generales, Cuando se vió en aquella situacion, convencido de que no es dado al hombre evitar su hado, reveló los areanos relativos á su patria, la cual no podia ser tomada miéntras que al lago Albano, que se babia derramado y difundido por otros caminos, no le hiciesen retroce der los enemigos y le impidiesen mezclarse con el mar. Oido esto por el Senado, y dudando qué baria, le pareció lo mejor enviar mensajeros á Delfos que consultasen al Dios; y lo foeron Coso Licinio, Valerio Potito y Fabio Ambusto, varones muy ilustres y prineipales, los cuales, hecha su navegacion y consultado el Đios, trajeron tambien vaticinio sobre cierta omision en los ritos de las ferias llamadas latinas, y el que prevenia que en cuanto fueso posible hiciesen volver hácia arriba el agua del lago Albano á su receptáculo antiguo; y si esto no pudiera ser, con zanjas y con excavaciones la derramaran y perdieran por todo el país. Notificado este mensaje, los sacerdotes se dedicaron á los sacrificios, y el pueblo á ejecutar las obras, con que dió á las aguas otro curso.
El Senado, para el año décimo de esta guerra, abrogó todas las demas magistraturas, y nombró dictador á Camilo, quien eligió para maestro de la caballeria á Cornelio Escipion. Empezó por hacer estas plegarias y votos á los Dioses: que si tenía glorioso fin la guerra, daria grandes juegos, y consagraria el templo de la Diosa, á quien llaman madre Maluta los Romanos. Puede pensarse que esta es la misma que Leucotoe, por la especie de ritos que en su culto se practican: porque introduciendo una esclava á su santario, le dan de bofetadas, y despues la lanzan fuera; á los hijos de los hermanos los ponen en el regazo en vez de los propios, y ejecutan cosas muy parecidas á las de las nodrizas de Baco, y á los errores y trabajos que á causa de la combleza[1] sufrió Ino. Hechas las piegarias, invadió Camilo el país de los Faliscos; y á éstos, y á los Capenates que vinieron en su auxilio, los derrotó en una gran batalla. Volvió luégo la atencion al sitio de Veyos; y considerando que el asaltar los muros era obra larga y dificil, practicó minas, cediendo el terreno de las inmediaciones de la ciudad á la azada, y permitiendo llevar profundo el trabajo, sin que pudiesen sentirlo los enemigos. Alentada con esto la esperanza, comenzó él mismo á dar el asalto 1) Semele, una de las comblezas de Júpiter, y madre de Baco.
Véase la fábula.
por la parte de afuera para atraer los ciudadanos á la muralla; y otros, caminando ocultamente por las minas, llegaron, sin ser percibidos, hasta estar dentro del alcázar junto al templo de Juno, que era el más grande y de mayor veneracion en la ciudad. Dícese que á esta sazon se hallaba allí el cauditlo de los Tirrenos, entendiendo en çierto sacrificio, y que el agorero, al registrar las entrañas, dió una gran voz, diciendo: «Dios da la victoria al que venga en seguimiento de estas víctimas;» lo cual oido por los Romanos desde las minas, rompiendo al punto el pavimento, y ecbando mano á las armas con estrépito y griterla, asombrados los enemigos, dieron á huir; y ellos entónces, apoderándose de las entrañas, corrieron con ellas á Camilo; pero esto parecerá quizá que tiene el aire de fábula. Tomada la ciudad á viva fuerza, y encontrando y recogiendo en ella los Romanos una inmensa riqueza, al ver Camilo desde el alcázar lo que pasaba, al principio se quedó suspenso, y se le cayeron las lágrimas; despues, como le felicitasen todos por el suceso, levantando las manos á los Dioses y haciéndoles plegarias: «Jove Máximo, dijo, y vosotros Dioses, que sois testigos de las buenas y de las malas obras, bien sabeis que no contra justicia, sino en debida defensa nos bemos apoderado de la ciudad de unos hombres protervos é inicuos; mas si acaso en cambio de este tan feliz suceso somos deudores de alguna pena, os pido que por la cindad y ejército de los Romanos venga esta á parar sobre mi con el menor daño posible.»
En esto volviéndose sobre la derecha, como es costumbre de los Romanos en sus plegarias, tropezó en el mismo acto; y como se sobresaltasen los circunstantes, rebaciéndose prontamente de la caida: «Segua mi súplica, dijo, me ha sobrevenido una caida ligera por una felicidad tan extraordinaria.»
6 Saqueada que fué la ciudad, determinó trasladar á Roma la imágen de Juno, conforme al voto que de ello hizo; y reuniéndose para ello muchos operarios, entretanto él bacía un sacrificio y pedia á la Diosa que se prestase á sus deseos y se hiciese benigna compañera de los Dioses que su buena suerte habia dado á Roma, dicen que habló la estatua, y dijo que era muy de su voluntad y de su aprobacion. Livio, sin embargo, refiere que bien fué cierto que Camilo llegándose á la Diosa le hizo aquella súplica y exhortacion; pero que fueron algunos de los circunstantes los que respondieron que queria, venía en ello, y seguia de buena voluntad. A los que sostienen y patrocinan aquel prodigio les sirve de gran defensa la incomparable dicha de Roma, que no se concibe cómo de tan pequeños y bumildes principios habia de baber llegado á tanta głoria y poder sin el amparo contiouo y la frecuente aparicion de Dios. Tambien hacen al mismo propósito muchas cosas que se cuentan por el propio tenor, como haber sudado muchas veces algunas estatuas; que se les ha oido respirar; que ban repugnado unas cosas ó consentido otras, de lo que muchos de los antiguos nos han dejado diferentes testimonios; y en nuestro tiempo hemos oido tambien otros muchos sucesos admirables, que no fácilmente pueden mirarse con desden. Pero tanto en el dar demasiado crédito · á estas cosas, como en el negárselo del todo, puede haber peligro por la bumana flaqueza, que no se sabe hasta dónde llega, ni puede dominarse á si misma, sino que ya cae en la supersticion y vana confianza, y ya da en el absoluto olvido y menosprecio de los Dioses: así, lo mejor es siempre irse con tiento, y guard arse de los extremos.
Camilo entónces, bien fuese por lo grande del hecho de baber tomado ał año décimo del sitio una ciudad rival de la misma Roma, ó bien porque se le bubiesen inspirado los que le aplaudian y celebraban, manifestó un orgullo demasiado incómodo para lo que era aquel género de gobierno, porque el triunfo fué muy ostentoso, y le hizo con cuatro caballos blancos, entrando asf por Roma; cosa jamás vista en otro caudillo ni ántes ni despues; porque esta especie · de tiro lo tienen por sagrado, únicamente atribuido al Rey y padre de los Dioses. Desde entónces era difamado entre los ciudadanos, no acostumbrados á sufrir altanerias; y concurrió tambien para ello otra causa, que fué haberse opuesto á la ley sobre division de la ciudad: porque los tribunos habian propuesto que el pueblo y el Senado se dividieran en dos partes, quedándose alI los unos, y pasando los otros, á quienes tocara la suerte, á la ciudad cautiva; con lo que vivirian más cómodamente, conservando á dos hermosas y grandes ciudades su territorio y su bienestar.
La plebe, que ya era numerosa y rica, la admitia y rodeaba con tumulo la tribuna pidiendo que se votase; pero el Senado y los principales entre los otros ciudadanos, creidos de que los tribunos más bien proponian la destruccion que la distribucion de Roma, é incomodados con esta idea, se acogieron á Camilo. No se atrevió éste á hacer frente á semejante disputa, y lo que hizo fué buscar pretextos y dilaciones, con las que se eludió siempre aquella ley; y con este proceder se habia hecbo odioso. Mas la principal y más conocida causa de su indisposicion con la muchedumbre fué la décima de los despojos; de la cual tomaron para aquella los más una ocasion, si no del todo justa, tampoco enteramente fuera de razon: porque euando se dirigia á Veyos ofreció consagrar á Apolo la décima si tomaba la ciudad; pero tomada ésta, y hecho el saqueo, ó por temor de chocar con los ciudadano8, ó porque entre los muchos negocios se le hubiese olvidado, ello es que los dejó en la deuda de aquel volo. Despues cuando ya habia salido del mando dió cuenta de él en el Senado; y los augures babian manifestado que las victimas denunciaban una ira de los Dioses que pedia expiaciones y propiciaciones.
Decretó el Senado el cumplimiento; mas no pudiendo desbacerse la distribucion, se tomó el partido de que se obligara cada uno con juramento á volver la décima de lo que le habia tocado; con lo que hubo grande y violenta incomodidad entre los soldados, gento pobre, y que sufria mucho en tener que volver tanta parte de lo que ya lenla tomado, y acaso consumido. Turbado Camilo con este incidente, á falta de mejor excusa recurrió á la más inereible, que fué la de confesar que se le habia olvidado el voto: asi, aquellos se exasperaban más, diciendo que habiendo ofrecido entónces diezmar lo que era de los enemigos, ahora gravaba con este diezmo á los ciudadanos.
Con todo, fué volviendo cada uno la parte que le correspondia, y se tuvo por conveniente hacer de todo una gran taza de oro, y enviarla á Delfos. Escaseaba entónces el oro en Roma; y estando en apuro los magistrados para ver de dónde podrian recogerle, las matronas, de propio movimiento, consultando entre sl, presentaron para la ofrenda cuanto oro tenía cada una para su adorno; habióndose allegado por esto medio basta el peso de ocho talentos.
El Senado, deseando dispensarles e! honor correspondiento, decretó que despues de su muerte se hiciese elogio fúnebre á las matronas como á los hombres: porque ántes no habia costumbre de que á las mujeres á su muerte se las elogiase en público. Nombraron para este mensaje 6 teoría á tres varones de los más principales, y armando una gran nave, tripulada y provista convenientemente, los mandaron en ella. Aunque era invierno, habia seguridad; y con todo los sueedió que estuvieron muy á pique de perecer; y por un modo muy inesperado se salvarou del peligro, porque fueron nayegando en persecucion de ellos por las islas Eolides unas galeras Liparenses en ocasion de faltarles el viento, reputándolos corsarios. Ellos les rogaban y alargaban las manos, con lo que evitaron et abordaje; pero con todo, aquellos se apoderaron de la nave, y conduciéndola al puerto, publicaron los efectos y las per- 8onas, como si fueran realmente de piratas; y apénas desislieron á sola la persuasion de Timesiteo, su jefe, varon señalado en virtud y en poder; el eual puso tambien en et mar naves propias para acompañarlos, y concurrió asi á la dedicacion de la ofrenda: por lo que en Roma se le tributaron los honores que era debido.
Volvieron los tribunos de la plebe á suscitar la ley de la repoblacion; pero sobrevino á tiempo la guerra contra los Faliscos, y dió comodidad á los patricios para celebrar los comicios á medida de su deseo. Designaron, pues, á Camilo para tribuno militar con otros cinco, por creer que los negocios pedian un general que á la dignidad y la gloria reuniese la experiencia. Sancionado así por et pueblo, y encargado Camilo del mando, se dirigió al pafs de los Faliscos, y puso sitio á Falerios, ciudad fortificada y bien pertrechadda de todo lo necesario para la guerra; no porque la empresa de tomarla le pareciese fácil y de poeo tiempo, sino con ta mira de quebrantar y tener distraidos á los ciudadanos, para que no dos en casa, de revolver y alborotar: remedio de que siempre solian usar con fruto, echando fuera, como los médicos, los humores perturbadores del gobierno.
Tan en poco tenian los Falecios el sitio, creyéndose defendidos por todas partes, que fuera de los que hacian la guardia en la muralla, todos los demas discurrian adornados por la ciudad, y los niños yendo á la escuela, salian con el maestro hácia la muralla á pasear y ejercitarse: porque al modo de los Griegos mantenian tambien los Falerios un maestro público, queriendo que los niños desde luégo se acostumbraran á criarse y acompañarse unos con otros. Pues este maestro se propuso bacer traicion á los Falerios por medio de sus hijos; para lo cual los sacaba cada dia al abrigo de la muralla, al principio muy cerca; y luégo despues de haberse ejercitado se volvian á entrar.
Adelantando desde entónces poco á poco, los acostumbró á estar confiados, como que no babia motivo de recelo; hasta que por fin, en una ocasion en que estaban todos quedara vagar, detenireunidos, los llevó hasta las avanzadas de los Romanos, y se los entregó, previniendo que le condujesen á la presencia de Camilo. Conducido y puesto ante él, le dijo que era maestro y preceptor; pero que prefiriendo el deseo de bacerle obsequio á las obligaciones de juslicia en que estaba, venía á entregarle la ciudad en aquellos niños. Hecho atroz le pareció este á Camilo; y vuelto á los circunstantes: «jQué cosa tan lerrible la guerra! les dijo, pues es forzoso hacerla por medio de muchas injustieias y violencias; pero con todo, para los varones rectos tiene tambien sus leyes la guerra, y no se ha de lener en tanto la victoria, que no se desdeñen los favores de acciones perversas é implas; pues el gran general más ha de mandar flado ea la virtud propia, que en la maldad ajena.» Y entónces mandó á los ministros que despojasen al maestro de sus vestidos y le atasen las manos atras, y que á los niños les diesen varas y látigos, para que hiriéndole y lastimándole, lo llevasen así á la ciudad. Acababan los de Falerios de téner conocimiento de la traicion del maestro, y cuando la ciudad estaba entregada á la afliccion que era indispensable en semejante calamidad, corriendo áun los hombres más señalados y las mujeres á las murallas y á las puertas sin ninguna reflexion, llegaron los niños castigando al maestro, desnudo y atado como estaba, y proclamando á Camilo por su salvador, su Dios y su padre; espectáculo que no sóio en los padres de los niños, sino en todos los demas ciudadanos, engendró grande admiracion y deseo de la justicia de Camilo. Corrieudo, pues, á celebrar junta, le enviaron embajadores, entregándolo todo á su disposicion; y él los despachó á Roma. Presentados al Senado, dijeron que los Romanos con anteponer la justicia á la Yictoria les habian enseñado á tener en más tal vencimiento que la libertad, pues reconocian que no tanto les eran inferiores en poder como en virtud. Como el Senado vol- Fiese á poner en manos de Camilo la determinacion y ar- TOMO 1.
19 reglo de aquel asunto, con recibir alguna suma de los Falerios, y hacer paz y amislad con to dos los Faliscos, retiró el ejército.
Los soldados, que ba bian esperado saquear á Falerios, cuando regresaron á casa con las manos vacías, acusaban á Camilo de desafecto al pueblo y nada inclinado á favorecer á los pobres. Otra vez repitieron los tribunos de la plebe la ley de la repoblacion; y pidiendo que el pueblo pasara á votar, Camilo no se detuvo en enemislades, ni usó de disimulos, sino que á las claras contuvo á la muchedumbre y logró si que voluntariamente diera su voto contra la ley; pero no por eso dejó de atraerse su enojo: tanto, que ocurriéndole motivos domésticos de pesadumbre por haber perdido de enfermedad al uno de sus bijos, nada se disminuyó el cncono por la compasion; sin embargo de que por ser de condicion dulce y bondadosa, Ilevó con mucho dolor esta pérdida, y que con hallarse citado por esta causa, se quedó en casa por el duelo, encerrado con las mujeres.
Era su acusador Lucio Apuleyo, y el delito haberse apropiado los despojos etruscos; diciéndose que se veian en su casa ciertas puertas de broncc. El pueblo estaba muy irritado, y era indudable que bajo cualquier pretexto iba á dar scatencia contra él. Congregando, pues, á sus amigos, sus compañeros de armas y sus colegas de mando, que eran en gran número, les hizo la súplica de que no le abandonasen viéndole molestado con injustas acusaciones y hecho el juguete de sus enemigos. Cuando vió que los amigos, habido consejo y deliberacion entro sí, le dieron por respuests que en su causa ningun auxilio podian prestarie, y sólo si se le impusiese alguna multa la pagarian, no pudiendo aguantar más, determinó, en aquel acaloramiento de la ira, retirarse y huir de la ciudad. Saludando, pues, á su mujer y á su hijo, se dirigió por la ciudad con gran silencio á la puerta; alli se paró, y vuelto hácia aquella, levantando las manos al Capitolio, bizo á los Dioses la plegaria de que si no era jusia su difamacion y Bu ruina, sino efecto solamente del encono y de la envidia, tuvieran que arrepentirse pronto de ella los Romanos, y viera todo el mundo que echaban ménos y sentian la ausencia de Camilo.
Al modo, pues, de Aquiles, haciendo imprecaciones contra sus ciudadanos y desterrándose, dejó desierta su causa, estimada en quince mil ases, en los que fué condenado, que traido el cómputo á plata, venian á ser mil y quinientas dracmas[2], porque el as era de plata; y el décuplo en cobre se llamaba denario. Entre los Romanos no hay nadie que no esté en la inteligencia de que á aquella plegaria de Camilo se siguió al instante la pena, y que luégo recibió en cambio de la injusticia que se le hizo una satisfaccion, no dulce ciertamente, sino tan dura como fanmosa y celebrada. ¡Tal easligo vino sobre Roma, y tal ocasion se presentó para élla de peligro y de vergüenza, bien lo biciese asi la suerte, ó bien sea que hay algun Dios que no consiente que los hombres sean ingratos contra la virlud! La primera señal que hubo de que amenazaba algun gran mal, fué que en el mes de Julio murió el censor; porque los Romanos respetan mucho esta autoridad, y la miran como sagrada. Fué la segunda, que ántes del destierro de Camilo un hombre, no de los ilustres ni de los senadores, pero sí tenido por de probidad y rectitud, llamado Marco Cedicio, dió cuenta á los magistrados de una cosa mny digna de atencion. Dijo que en la noche precedente iba por la calle que decian Nueva, y sintiendo que le llamaban con una gran voz, so volvió á ver lo que era, y aunque no vió á nadie, oyó una voz más que humana, que le dijo: «Oyes, Marco Cedicio, vé de mañana, y anuncia á (l} Cada dracma valia como tres reales y medio de nuestra ROneda; segun que en otro lugar se ha dicho.
los magistrados que se dispongan á recibir dentro de poco á los Galos.» Los tribunos militares al oirlo hicieron burla y juego de ello; y á poco ocurrió el voluntario destierro de Camilo.
Eran los Galos de origen céttico, y se dice que dejapdo por su gran número el país patrio, porque no bastaba á alimentarlos á todos, se babian encaminado en busca de otro; que eran ya muchos los millares de los jóvenes y hombres de guerra, y llevaban mucho mayor número todavía de niños y mujeres; que de ellos unos se dirigieron bácia el Océano Boreal, más aliá de los montes Rifeos, poseyendo los últimos términos de Europa, y otros bicieron su asiento entre los montes Pirineos y los Alpes, habitando por largo liempo cerca de los Senones y Celtorios; y que habiendo llegado, aunque tarde, á probar el vino, traido entónces por la primera vez de Italia, de tal manera se maravillaron de aquella bebida, y basta tal punto los sacó á todos de juicio su dulzura, que tomando las armas, y llevando consigo á sus padres, corrieron arrebatadamente á los Alpes en busca de la tierra que tal fruto producia, teniendo todos los demas pafses por estériles y silvestres.
El que introdujo el vino entre ellos, y fué quien primero los impelió hácia la ltalia, es fama haber sido el tirreno Arron, hombre distinguido, y no de mala indole, á quien sucedió la desgracia que voy á referir. Era tutor de un mocito huérfano, de los primero8s en el pafs por su riqueza, y muy celebrado por su hermosura, lamado Lueumon, el eual desde niño habia habitado con aquél, y ya más crecido no habia dejado la casa, ántes daba á entender que muy gustoso permanecia al lado del tator. Estuvo, por tanto, largo tiempo oculto que se habia prendado de su mujer y ésta de él; pero encendida ya demasiado la pasion en uno y otro, de modo que ai podian contenerse en sus apetitos, ni éstos estar ocultos por más tiempo, el jóven intentó apoderarsa abiertamente de aquella mujer, llevándosela robada. El marido sobre esto le movió causa; pero como fuese vencido de Lucumon por sus muchos amigos, su gran riqueza y lo mucho que cxpendió, abandonó su pats; y noticioso de lo que era la nacion de los Galos, se pasó á ellos, y fué sa caudillo en esta expedicion de Italia.
Invadiéndola, pues, prontamente se apoderaron de todo el país, que se extiende á entrambos mares, y en lo antiguo lo poseyeron los Tirrenos, como los nombres mismos nos lo testifican: porque al mar del Norte le laman Adria, de la ciudad tirrena del propio nombre; y al que se inclina al austro, mar Tirreao. Toda ella es region poblada de árboles, abundante en pastos para el ganada, y regada de rios: contenia entónces diez y ocho ciudades grandes y hermosas, muy bien dispuestas para la granjería y para . las comodidades de la vida; las que ocuparon los Calos, arrojando de ellas á los Tirrenos; pero todo esto habia sucedido mucho tiempo ántes.
· A la sazon, acampados los Galos delante de la ciudad tirrena Clusio, le tenian puesto sitio; y los Clusinos, acogiếndose á los Romanos, les pidieron que por su Gobierno so enviaran embajadores y cortas á los bárbaros. Enviáronse tres de la familia de los Fabios, varones muy recomendables y que servian los principales cargos en la ciudad. Recibiéronlos los Galos con mucha humanidad por la nombradla de Roma, y suspendiendo el batir los muros, les dieron audiencia. Preguntándoles, pues, los embajadores, qué mal les habian hecho los Clusinos para venir así contra ellos, echándose á reir el Rey, que se lamaba Breno: «Nos injurian, dijo, los Clusinos, cuando es muy poco el terreno que pueden cultivar, con desear poseerle en gran extension, y no cedérnosle á nosotros, que somos forasteros, muchos en número, y lo habemos menester. De este mismo modo, oh Romanos, os injuriaron á vosotros en tiempos pasados los Albanos, Fidenates y Ardeates, y ahora últimamente los Veyentes y Capenates, y muchos de los Faliscos y los Volscos; contra los que moveis vuestras armas, y si no os ceden parte de sus bienes, los esclavizais, los saqueais, y derribais sus ciudades; en lo que no haceis nada que sea reparable ó injusto, sino quo seguis en ello la más antigua de las leyes, que da á los más podero- 8os los bienes de los más débiles, empezando por el mismo Dios, y finalizando en las fieras; pues aun entre estas es impulso de la naturaleza que las de más fuerza bagan ceder á las más débiles. Dejaos, pues, de compadecer en su cerco á los Clusinos, y no enseñeis á los Galos á bacerse humanos y compasivos en favor de aquellos á quienes injurian los Romanos.» Conocieron por este razonamiento los Romanos que Breno no era hombre á quien pudiera reducirse; é introduciéndose en Clusio, animaron é incitaron á aquellos ciudadanos á que saliesen con ellos contra los bárbaros; bien quisiesen enterarse del valor y pujanza de éstos, ó bien hacer muestra de la suya. Verificada la salida de los Clusinos, y trabada batalla al pié de los muros, uno de los Fabios, Quineto Ambusto, que tenía caballo, salió en oposicion de un Galo robusto y arrogante que se habia adelantado mucho á los demas; sin ser aquél conocido al principio, porque la audiencia habia sido breve, y las armas muy brillantes que levaba no dejaban que se le viese el rostro. Mas despues que quedó vencedor, al ir á despojar al Galo, conociéndole Breno, puso por testigos á los Dioses de que contra lo que es reconocido por santo y justo entre todos los hombres, habia venido de embajador, y tomaba parte en la guerra: por tanto, alzando al punto mano del combate, no hizo ya cuenta de los Clusinos, y movió el ejército contra Roma. Mas con todo, no queriendo que se biciese juicio de que se holgaban con aquella injusticia, y que no descaban más que un pretexto, envió á pedir que se le entregara aquel Romano, para tomar en él satisfaccion, y entretanto marchaba lentamente.
En Roma, congregado que fué el Senado, se levantaron varios otros acusadores contra los Fabios, y principalmente entre los Sacerdotes los Feciales alzaban el grito, y pedian que el Senado hiciese recaer la abominacion de la que se habia hecho sobre el único que habia sido causa de ello, para que así quedasen iibres los demas. Estos Feciajes los estableció Numa, el más moderado y justo de todos los reyes, para que fuesen árbitros y moderadores acerca de las causas por las que puede hacerse la guerra sin temor de injusticia. El Senado se descartó del asunto dando cuenta al pueblo; y aunque los Feciales repitieron sus acusaciones, basta tal punto la muchedumbre se rió y burló de sus ceremonias, que nombró tribuno militar al mismo Fabio, juntamente con sus hermanos. Los Celtas que la llegaron á entender, se incomodaron mucho, y ya no pu sieron retardo á sa diligencia, sino que marcharon aceleradamenle; y á los pueblos que estaban al paso, y que asombrados de su número, de lo brillante de sus preparativos, de su viotencia y de su furia, daban por perdido todo su pafs y temian la destruccion de sus ciudades, en nada los ofendieron, contra lo que esperaban, ni les tomaron lo más mínimo de sus campos; sino que pasando junto á sas ciudades, proclamaban que sólo marchaban contra Roma, y á solos los Romanos bacian la guerra, teniendo por amigos á todos los demas. Viendo esta precipitacion de los bárbaros, sacaron los tribunos las huestes romanas al combate; las cuales no eran en el número muy inferiores; componiéndose por lo ménos de cuarenta mil infantes, pero la más era gente bisoña, y que entónces por la primera vez tomaba las armas. Miraron tambien entónces con desden los ritos de la religion, no habiendo hecho los acostumbrados sacrificios, ni habiendo consullado á los agoreros ántes de entrar en el peligro y en la palea. No fué de ménos inconveniente para lo que sucedió la muchedumbre de caudillos: pues ántes para menores casos muchas veces habian dado la autoridad á uno solo, al que Haman dietador: no ignorando cuánto conduce para el órden en momentos de gran riesgo que no baya más que una voluntad, á la que todos obedezcan, y en cuya mano res da el poder de castigar. Fué asimismo de gran daño para los negocios el mal tratamiento que experimentó Camilo, por cuanto hizo lemible el mandar sin contemplacion ni adulaciones. Habiendo, pues, hecho marcha de unos noventa estadios, se acamparon junto al rio Alias, que no lélos de los reales desagua en el Tiber. Cargando allí sobre ellos de improviso los bárbaros, pelearon flojamente por su falta de órden, y dieron á buir; y lo que es el ala izquierda enteramente la destrozaron los bárbaros, impeliéndola hácia el rio; el ala derecha, evitando el fmpetu que sufria en el llano con retirarse á las alturas, no fué tan mal tratada, y la mayor parte huyeron á la ciudad. De los demas, los que por haberse cansado de matar los bárbaros se salvaron, tuvieron por la noche su refugio en Veyos, como si ya Roma hubiese perecido, ó todos los ciudadanos hubiesen muerto.
Dióse esta batalla á la entrada del estio en el plenilunio, en el mismo dia en que ántes babia acontecido el lastimoso suceso de los Fabios; porque trescientos de esta familia fueron muertos por los Tirrenos. Despues de esta segunda derrota aquel dia se ha quedado con el nombre de la Aliada, á causa del rio. Acerca de los dias aciagos, si se han de tener alguaos por tales ó no, y si Heráclito reprende con razon á Hesiodo por haber llamado á unos bue- Dos y á otros malos, no haciéndose cargo de que la natuleza de todos los dias es una misma, tratamos más oportunamente en otro lugar. Con todo, quizá no cuadrará mai con lo que dejamos escrito el que hagamos aquí menclon de algunos ejemplos. Los Beocios en primer lugar, en el mes Hipodromio, que los Atenienses llaman Hecatombeon, en el dia 5 tuvieron la suerte de conseguir dos señaladas victorias, que dieron la liberlad á los Griegos; upa la de Leuctras, y otra la de Quereso, más de doscientos años ántes en que vencieron á Latamua y á los Tesalianos. Los Persas en el mes Boedromion el dia ó fueron vencidos por los Griegos en Maraton; el dia 3 en Platea y en Micale á un mismo tiempo, y el dia 26 en Arbelas- Los Atenienses ganaron la batalla naval de Najos, en que estuvo de general Cabrias, en el plenilunio del mes Broedromion; y hácia el 20 la de Salamina, como lo hemos demostrado en el Tratado de los dias. Puede tambien tenerse por conocidamente desgraciado para los bárbaros el mes Targelion: porque en Targelion venció Alejandro on el Granico á los generales del Rey; y el 24 de Targelion fueron los Cartagineses derrotados por Timoleon; y hácia el mismo dia parece que fué tomada Troya, segun relacion de Eforo, de Calistenes, de Damastes y de Filarco. A la inversa el mes Metagition, que los Beocios llaman Panemo, no ha sido muy favorable á los Griegos: porque el 7 de este mes, vencidos en Cranon por Antipatro, fueron deshechos del todo; y ántes habian tenido tambien mala suerte peleando en Queronea con Filipo; y en el mismo dia de Metagitnion del propio año el ejército de Arquidamo, habiendo pasado á Italia, fué allí desbaratado por los bár baros. Los Cartagineses al dia 22 del mismo mes le miran siempre como el que les ha traido sus más frecuentes y mayores desgracias.
No ignoro que en el dia de tos misterios fué Tebas asolada por Alejandro; y que los Atenienses recibier oa guarniciot de los Macedonios el dia 20 de Boedromion, el mismo en que celebran la gran fiesta de Baco. Del mismo modo los Romangs en un mismo dia, primero perdieron su campa mento en la guerra con los Cimbros, bajoel mando de Cepion; y despues, mandando Lúculo, vencieron á los Armenios y á Tigranes. El rey Atalo y Pompeyo Magno murieron en su mismo dia natal; y en general pueden darse prue bas de que unos mismos sujetos ban experimentado de todo en los mismos periodos. Mas para los Romanos este solo es dia nefasto y aciago, y por él otros dos en cada mes; adelantando siempre con los sucesos el recelo y la supersticion, como es costumbre; pero de estas cosas tratamos con más diligencia en nuestra Memoria sobre las causas de las cosas romanas.
Despues de aquella batalla, si los Galos hubieran seguido inmediatamente el alcance á los que huian, Roma hubiera sido destruida del todo sin estorbo, y todos cuantos en ella se encontraban hubieran sin disputa perecido: itanto era el lerror que los fugitivos habian inspirado á los que quedaron, y de tal modo todos se habian llenado de consternacion y aturdimiento! Mas entónces los bárbaros no acabando de creer lo grande de su victoria, y embargados con el gozo y con el repartimiento de la gran presa habian encontrado en los reales, dieron facilidad á la que muchedumbre que abandonaba la ciudad para la fuga, y á los que se quedaban, para concebir esperanzas y apercibirse. Dando, pues, por perdido lo demas de la ciudad, fortificaron el Capitolio con armas arrojadizas y un vallado; y de lo primero fué trasladar algunas cosas sagradas al Capitolio; pero el fuego de Vesta con otras cosas tambien sagradas le arrebataron las virgenes, y huyeron: aunque algunos son de sentir que fuera del fuego inextinguible ninguna otra cosa estaba al cuidado de estas virgenes; estableciéndolas Numa para que aquel fuera venerado como el priucipio de todas las cosas, porque es lo más movible de cuanto la naturaleza encierra; y la generacion de todo, 6 es movimiento ó al movimiento se debe, y las demas partes de la materia faltándoles el calor, ociosas y como muertas, desean como alma la virtud del fuego, y apénas la reciben, se ponen en disposicion de bacer ó padecer.
Por esto Numa, hombre hábil y de quien por su sabidurta corria voz de que conversaba con las Musas, ordenó que se le tuviera por sagrado, y se conservara puro como la imágen del poder eterno que todo lo gobierna. Otros dicen que, como entre los Griegus, el fuego sirve de purificacion ántes de los sacrificios, y que todas las demas cosas que se guardan dentro, son invisibles para todos los demas fuera de estas vírgenes que se llaman Vestales. Tuvo tambien mucho valimiento la opinion de que se guardaba alli aquel Paladion troyano, traido por Eneas á Italia. Algunos, siguiendo las fábulas de Samotracia, refieren que Dardano, llevándole á Troya, le consagró y dedicó al fundar la ciudad, y que Eneas, reservándole al tiempo de la toma de ésta, le salvó hasta su establecimiento en Ilalia. Otros, aparentando saber algo más acerca de estas cosas, dicen que hay allí dos grandes tinajas, la una desatapada y vacia, y la otra llena y sellada, y que ambas sólo son visibles á estas sagradas virgenes. Todavía hay otros que opinan andar aquellos errados, y que su equivocacion nace de que las vírgenes pusieron entónces en dos tinajas la mayor parte de las cosas sagradas, y las escondieron debajo de tierra junto al templo de Quirino, y que aquel sitio áun conserva el nombre que tomó de las tinajas.
Cargando, pues, aquellas con las más prineipales y preciosas de las cosas sagradas, huyeron retirándose al otro lado del rio. Por allí tambien entre los que huian iba Lucio Albíno, uno de la plebe, Hevando en un carro sus hijos, todavía niños, su mujer y las cosas más precisas, y cuando vió á las vírgenes que ilevaban en el seno las cosas sagradas, yendo á pié, y sin nadie que las sirviese, inmediatamenle bajó del carro á su mujer, los hijos y los muebles, y lo entregó á aquellas para que se subiesen en él y se retiraran á alguna de las ciudades de la Grecia. Habiendo, pues, dado Albino tal prueba de su religion y piedad hácia los Dioses en momentos de tanto riesgo, no sería razon que le pasáramos en silencio. Los sacerdotes de los demas Dioses, y los hombres ancianos señalados por sus consulados y sus triunfos, no teniendo corazon para dejar la ciudad, se vistieron las ropas sagradas y de ceremonia, y precedidos del Pontifice máximo Fabio hicieron plegarias á los Dioses, consagrándose en víctimas de expiacion por la patria; y así adornados se sentaron en medio de la plaza en sus sillas de marfil, aguardando la suerte que les amenazaba.
Al tercer dia despues de la batalla se presentó. Breno con todo su ejército delante de la ciudad; y encontrando abiertas las puertas, y las murallas sin guardia ninguna, al principio receló no fuese alguna celada ó añagaza, no pudiendo creer que enteramente hubiesen desmayado así los Romanos; pero despues que se informó de lo que habia en realidad, entrando por la puerta Colina tomó la ciudad, á los trescientos y sesenta años y poco más despues de su fundacion, si hemos de creer que pudo salvarse la exactitud en la razon de los tiempos, en la cual áun para sucesos más modernos indujo confusion aquel trastorno. De este infortunio y de esta pérdida parece que se difundió al punlo un rumor oscuro por toda la Grecia; porque Heráclides Póntico, que poco más ó ménos vivió por aquella edad, en su libro Del alma dice que por la tarde corrió la voz de que un ejército de los Hiperboreos, que vino de la parte de afuera, se apoderaba de la ciudad griega-romana, fundada allíi sobre el gran mar. Yo no extrañaria que un hombre aficionado á fábulas é invenciones como Heráelides, á la relacion verdadera de la loma de la ciudad hubiera añadido de suyo lo de los Hiperboreos y lo del gran mar. El filósofo Aristóteles no tiene duda que oyó con exactitud lo de la ocupacion de la ciudad por los Celtas; pero dice que el que la salvó fué Lucio, y Camilo no se lamaba Lucio, sino Marco; mas para aquello no me fundo sino en conjeturas. Apoderado Breno de Roma, dejú guardia ante el Capitolio; y bajando él á la plaza, se quedó asombrado de ver aquellos hombres sentados con aqueadorno y tan silenciosos; y sobre todo de que marchando hácia ellos los enemigos, no se levantaron ni mudaron semblante ó color, sino que se estuvieron quedos reclinados sobre los escipiones ó báculos que llevaban, mirándose unos á otros tranquilamente. Era, pues, éste para los Galos un espec:áculo extraño; asf, largo rato estuvieron dudosos sin osar acercarse, ni pasar adelante, teniéndolos por hombres de otra especie superior; pero despues que uno de ellos, más resuelto, se atrevió á acercarse á Papirio Manio, y alargando la mano le cogió y mesó la barba, que la tenia muy larga, y Papirio con el báculo le sacudió é hirió en la cabeza, sacando el bárbaro su espada, lo dejó allí muerto. En seguida, cargando sobre todos los demas, les dieron muerte, ejecutando lo mismo con todos cuantos iban encontrando, y saquearon las casas, gastando muchog dias en recoger y ltevar los despojos: luégo las incendiaron y asolaron, irritados con los que defendian el Capitolio, porque habiéndoles hablado, no se dieron por entendidos, y á los que se babian acercado, los habian herido defendiéndose desde el vallado: por esta causa arruinaron la ciudad, y dieron muerte á cuantos cayeron en sus manos, así mujeres como hombres, y niños como ancianos.
El sitio se fuó prolongando, y la falta de viveres apremiaba á los Galos: por tanto, haciendo divisiones, unos se quedaron con el Rey manteriendo el cerco del Capitolio, y otros andaban merodeando por toda la comarca, Do juntos tampoco, sino en partidas por diferentes parajes, no reparando ea andar esparcidos; porque sus viclorias los traian engreidos sin haber nada que temicsen. La division mayor y más ordenada discurria por las cercanias de la ciudad de Ardea, donde residia Camilo, desocupado de todo negocio despues de su deslierro, llevando la vida de un particular: con todo, no gustándole el cstar escondido y el huir de los enemigos, tomaba lenguas y esperapzas, por si podia presentársele ocasion de escarmentarlos. Por tanto, viendo que los Ardeates en número eran bastantes, y sólo les faltaba la resolucion por no estar ejercitado8 y por la impericia y flojedad de sus caudillos, empezó por hacer conversacion con los jóvenes sobre que la desgracia de los Romanos no debia liamarse fortaleza de los Galos, ni el mal que por su falta de prudencia les habia sobrevenido á aquellos debia reputarse obra de los que nada habian puesto para vencer, sino demostracion de su buena suerte: así que sería loable alejar aquella guerra barbárica y extranjera, cuyo fin en venciendo, á la manera del fuego, era destruir lo que invadia, áun cuando para ello fuera necesario pasar por grandes peligros; cuanto más que miéntras los enemigos andaban tan seguros y confiados, él los pondria en ocasion de alcanzar de ellos una victoria exenta de todo riesgo. Viendo que estos discursos prendian en los jóvenes, se dirigió ya Camilo á los magistrados y prohombres de los Ardeates; y euando logró convencer tambien á estos, armó á todos los que estaban en edad proporcionada, y los ejercitó de muros adentro, procurando no lo entendieran los enemigos, que andaban cerca. Ellos en tanto, babiendo recorrido con su caballeria todo el país, haciéndose insufribles por las muchas presas de toda especie que babian tomado, establecieron en aquella inmediacion sus reales con el mayor descuido y menosprecio; y la noche los cogia cargados de vino, siendo grande el silencio que reinaba en su campo.
Enterado de todo Camilo por sus espías, sacó de la ciudad su Ardeates, y andando en las mayores tinieblas de la noche el camino que mediaba, llegado á los reales hizo mover grande griterla, con la quey las trompetas indujo gran turbacion en unos hombres embriagados, que con dißcultad volvian del sueño, aun en medio de tanto alboroto: asi fueron muy pocos los que pudiendo despertarse y prevenirse para hacer frente á los de Camilo, murieron defendiéndose: á todos los demas lo3 cogicron oprimidos del sveño y del vino, y sin que tomasen las armas les dieron muerte. A los que aquella noche, que no eran muchos, se habian salido del campamento, persiguiéndolos al dia siguiente esparcidos como estaban por todo el país, los exterminó la caballería.
La fama difundió luégo este suceso por las demas ciudades, y excitó á muehos de los que estaban en edad de llevar armas, y sobre todo á los muchos Romanos que habiendo huido de la batalla del Alias, se hallaban en Veyos, y que se lamentaban entre si de que el mal Genio de Roma, privándola de semejante caudillo, hubiese ido á ilustrar con los triunfos de Camilo á la ciudad de Ardea; roiểntras que la que le babia dado el sér y lo habia criado estaba destruida y aniquilada. «Nosolros, decian, por falta de caudillo, acogidos á unos muros ajenos, nos estamos aquí sentados mirando la ruina de la Italia: ea, pues, enviemos quien les pida á los Ardeates su general, ó tomando las armas dirijámonos á él mismo; pues que ni él es desterrado, ni nosotros ciudadanos, no existiendo para nosolros la patria, miéntras está dominada de los enemigos.» Habida esta deliberacion, hicieron mensaje á Camilo, pidiéndole que tomase el mando; mas él respondió que no lo haria sin que los ciudadanos refugiados al Capitolio lo decretasen segun ley; porque en ellos debia entenderse que se habia salvado la patria: por tanto, que si lo mandaban, obedeceria con gusto; pero contra su voluntad en nada se entrometeria: no pudieron, pues, ménos de admirar la prudencia y rectitud de Camilo. Mas faltaba el medio de que esto llegase á los del Capitolio; y sobre todo parecia imposible que pudiera Hegar hasta el alcázar un mensajero, estando apoderados de la ciudad los enemigos.
Habia entre los jóvenes uRoncio Cominio, de los medianos en lineje, pero codig de honra y de gloria: ésle se ofreció voluntario para la empresa; pero no quiso llevar cartas para los del Capitolio, no fuese que cayendo él en manos de los enemigos se informaran por ellas de los intentos de Camilo. Llevando, pues, un vestido pobre, y bajo él unos corchos, la primera parte del camino la anduvo por el dia sin recelo; pero llegado cerea de la ciudad á la bora en que ya habia oscuracido, viendo que no habia cómo pasar el puente, porque le guardaban los bárbaros, echándose á la cabeza la ropa, que no era mucha ni pesada, y apoyando el cuerpo en los corchos, con lo que le aligeró para hacer la travesia, aportó así á la ciudad. Luego, evitando el dar en los cuerpos de guardia, cuyos puestos conjeturaba por la conversacion y por el ruido, se encaminó á la puerta Carmental, donde habia más quietud, y donde junto á ella la altura del Capitolio es más pendiente, y hay una roca escarpada que le rodea: por allí subió oculto, y llegó hasta donde estaban los que guardaban el va- Hado, no sin gran dificultad, y por la parte más ágria. Saludándolos, pues, y diciéndoles su nombre, le recibieron y le condujeron ante los magistrados romanos. Congregóse al punto el Senado, y presentándose en él, refirió la victoria de Camilo, de que ántes no tenian noticia, y expuso lo que los soldados tenian tratado; exhortándolos á que confirmasen el mando á Camilo, como que á él sólo obedecerian los ciudadanos que se hallaban fuera. Oyéronle, y puestos á deliberar, nombraron dictador á Camilo, y despacharon á Poncio, que con la misma buena suerte se volvió por el propio camino, porque no fué percibido de los enemigos, y dió cuenta á los ciudadanos de afuera de lo resuelto por el Senado.
Recibiéronle aquellos con sumo placer, y pasando allá Camilo, reunió ya unos veinte mil hombres de tropas, y muchos más de los aliados, oon los que se disponia á dar combate. De este modo fuélmombrado dictador Camilo la segunda vez; y pasando Veyos, y presentándosele los soldados, reunió todavía mucho mayor número de los aliados como para venir á las manos[3]. En Roma algunos de los bárbaros, pasando casualmente por aquella parte por donde Poncio subió por la noche al Capitolio, y advirtiendo en muchos puntos vestigios de los piés y de las manos, segun que se asia y tenfa que tomar vueltas, y por muchos puntos tambien arrancadas las matas que nacen en los derrumbaderos y hundido el terreno, dieron de ello parte al Rey. Yendo éste á verlo, calló por entónces; pero i la tarde, juntando á los más ágiles de cuerpo entre los Celias, y más hechos á trepar por los montes: «Los enemigos, les dijo, nos han enseñado que el camino por doude á ellos se sube, y que nosotros no sablamos, no es ni invencible ni inaccesible á los hombres. Vergüenza seria que teniendo tanto adelantado, al fin lo echáramos á perder, y abandonáramos como inconquistable un lugar que los mismos enemigos nos han enseñado por dúnde ha de tomarse; porque por donde á uno ie es fácil ir, no ha de 1er dificil á muchos uno á uno, y áun tienen la ventaja de que pueden entre si darse fuerza y ayudarse; y á cada uno se le darán los premios y honores correspondientes.»
Dicho esto por el Rey, se ofrecieron los Galos con ánimo pronto; y subiendo muchos juntos á la media noche, treparon por la piedra arriba con muchos silencio, colgados por aquellos sitios tajados y cscabrosos, que se les bacian más accesibles y praeticables de lo que habian esperado; lanto, que los primeros ya tocaban la cumbre, y se iban preparando, porque casi nada les faltaba, para acometer á las guardias que se habian dormido, pues no habian sido sentidos ni de hombre ni de perro alguno. Mas habia unos Iasares sagrados en el templo de Juno, alimentados largamente en otro tiempo, pero tratados entónces con descuido y oscasez, por la falta de víveres que los siliados mismos Este periodo es conocidamente ana repeticion del anterior: de quá ha podido provenir, no se gabe.
TOMO 1.
20 padecian. Son estos animales por su naturaleza muy sentidos y muy prontos á cualquiera ruido; pero entónces aquellos, hechos todavía más vigilantes é inquietos con el hambre, sintieron muy pronto la subida de los Galo8, y corriendo haciendo estrépito se fueron para los Romanos, y los despertaron á todos, á tiempo que ya los Galos movian grande alboroto, y se apresuraban más, viéndose descubiertos. Tomó, pues, cada uno de aquellos el arma que más á mano encontró, y como el tiempo lo pedia, corrieron á defenderse. El primero Manlio, varon consular, de cuerpo robusto y conocido por el valor de su espíritu, oponiéndose á un tiempo á dos enemigos, al uno adelantándose con su espada á la segur que traia alzada, le cortó la diestra; y al otro, dándole en la cara con el escudo, le arrojó de espaldas la roca abajo, y puesto prontamente en el muro con los demas que acudieron y se le pusieron al lado, rechazaron á todos los enemigos, que ni eran muchos ni hicieron cosa memorable. Libres de esta manera de aquel peligro, luego que vino el dia, al comandante de la guardia le precipitaron de la roca hácia los enemigos; yá Manlio le decretaron un premio de valor, más apreciable que útil, dándole cada uno cuanto babia tomado para su manutencion en aquel dia, que era la media libra de harina acostumbrada, porque así la llaman, y de vino la cuarta parte ta de cotila griega[4].
Con esto las cosas de los Celtas comenzaron á ir en decadencia, porque les faltaban las subsistencias, impedidos de merodear por miedo de Camilo; y además les habia acomelido una epidemia, por causa de los muchos muertos esparcidos por todas partes, estando precisados á tener las tiendas sobre escombros; y el gran monton de ceniza alleraba el aire con su sequedad y aspereza, y le hácia mal 1) La cotila era un poco ménos de medio ouartillo de nuestre medida.
sano por medio de los vientos y las quemas, y dañoso á los cuerpos por la dificil respiracion; pero lo que principalmente los incomodaba era la mudanza de habitacion y método de vida, babiendo sido arrojados de un país 8ombrio y que lenía grandes defensas contra el calor, á un terreno ahogado y mal dispuesto para pasar la entrada del otoño; á lo que se agregaban la detencion y ocio ante el Capitolio, que iban muy largos, pues ya era aquel el séptimo mes que llevaban de sitio; de manera que babia gran mortandad en el campamento, y ya por los muchos que eran, ni siquiera daban sepultura á los cadáveres. Mas no por esto era mejor la situacion de los que sufrian el cerco, porque tambien se les hacía sentir el hambre, y el no tener noticias de Camilo los tenía desmayados; no pudiendo pasar nadie basta ellos, á causa de la estrecha custodia en que tenian la ciudad los bárbaros: por lo cual, hallándose así unos y otros, se legaron á mover conversaciones de paz, primero por medio de las avanzadas cuando se juntaban, y despues, habiendo detiberado entre si los principales, tratando con Breno Sulpicio, que era tribuno militar, ajustaron el convenio de que los Romanos les pagarian mil libras de oro, y en recibiéndolas al punto se relirarian de la ciudad y de todo el país. Confrmado este tratado con ios reciprocos juramentos, y traido el oro, los Coltas comenzaron á incomodar y molestar con ocasion del peso; primero con algun disimulo, pero despues ya abiertamente tirando é inclinando las balanzas, por lo que los Romanos se desazonaban con ellos; y el mismo Breno en aire de insulto y de burla, quitándose la espada y el cinturon, los puso lambien en la balanza. Preguntóle Sulpicio qué era aquello, y la respuesta fué: «zqué otra Cosa ba de ser sino jay de los vencidos?» expresion que quedó despues en proverbio. Entónces los Romanos la sintieron vİyamente, y alganos opinaban que debia recogerse el oro I retirarse y volver á sufrir el sitio; pero otros proponian que se cediera á aquella llevadera injusticia, y no se alribuyera en la imaginacion mayor valor á aquel agravio cuando el misoro dar el oro lo sufrian, á causa de las circunstancias, no por gusto, sino por necesidad.
Miéntras de parte de unos y otros se altercaba de este modo, Camilo con su ejército estaba ante las puertas; y sabedor de lo ocurrido, mandando á los demas que le siguiesen formados y lentamente, penetró con los principales dentro de la ciudad, y se dirigió donde estaban los Romanos. Levantáronse todos, y le recibieron como á emperador con respeto y silencio; y él, quitando el oro de la balanza, lo entregó á los lictores; y á los Cellas les dió órden de que tomando las balanzas y pesas se retirasen, diciendo que los Romanos no acostumbraban á salvar la patria con oro, sino con acero. Incomodado Breoo, y diciendo que cra una injusticia faltar at convenio, le repuso que éste no habia sido legitimo ni válido el tratado, porque ballándose ya nombrado dictador, y no babiendo ninguno otro con legitimo mando, se habia hecho con quien no tenía ninguna autoridad; por tanto, que entónces era el tiempo de decir lo que querian, porque como dueño de ello venía á usar de benignidad con los que le rogasen, & á tomar venganza, si no mudaban de propúsito, con los que bubiesen dado motivo. Alborotóse Breno á estas razones - y movió rencilla, llegando hasta meter mano de una y otra parte á las espadas y trabar pelea, mezclándose unos con otros, como era preciso entre las casas, en callejuelas estrechas y en silios que no admitian formacion ninguna; pero reflexionando luego Breno, recogió los Ceitas al campamento, sin haber perdido muchos; y levantándole en aquella misma noche, los sacó á todos de la ciudad, y caminando sesen:a estadios, puso sus reales en la via Gabinia; pero al amanecer vino Camilo contra él, armado ricamente, y trayendo muy alentados á los Romanos. Trabóse una recia batalla, que fué obstinada, en la que los rechazó con gran matanza, y les tomó el campamento. De los que hayeron, unos murieron al punto á manos de los que les seguian ol alcance; y á los otros que se habian dispersado, y fueron en mayor número, corriendo contra ellos de los pueblos y ciudades de la comarca, los dieron tambien muerte.
Asi fué tomada Roma de un modo extraño, y de un modo más extraño todavía fué recuperada, habicndo estado siete meses cumplidos en poder de los bárbaros; porque babiendo entrado pocos dias despues de los idus de Julio, fueron expelidos hácia los idus de Febrero. Camilo triunfó, como era muy debido, habiendo sido el salvador de una patria que ya habian perdido, y el que restituyó Roma á Roma misma; porque los que estaban fuera acudieron y se presentaron con sus mujeres y sus hijos, y los sitiados en el Capitolio, á quienes faltó muy poco para perecer de hambre, les salian al encuentro lorando de gozo, sin acabar de creer lo que les pasaba. Los sacerdotes y custodios de los templos de los Dioses, trayendo salvas las cosas sagradas que babian escondido al buir, ó las habian Hevado consigo, las ponian de manifiesto á los ciudadanos, que ansiaban verlas y las recibian gozosos, como si fuesen los Dioses mismos los que otra vez tornaban á Roma. Sacrificó luego á los Dioses, y expiando la ciudad, bechos los ritos por aquellos á quienes correspondia, restableció los templos que babia y edificó de nuevo el de la Fama y buen agüero, eligiendo aquel lugar en que por la noche anunció á Cedicio Marco una vez prodigiosa la irrupcion de los bárbaros. Mas no sin gran dificultad y trabajo se pudieron descubrir los sitios de lus templos, por el empeño y esmero de Camilo, y las fatigas de los hierofantas ó pontífices.
Era preciso reedificar la ciudad del todo destruida; y al ponerło por obra se apoderó de los más un sumo desaliento, dándoles fatiga ver que carecian de todo, y que más estaban para que se les dejara descansar y reposar de los males pasados, que no para trabajar y atormentarse, gastados como se hallaban en los cuerpos y en los intereses. Luégo con el descanso volvieron á lo de Veyos, ciudad que se mantenia entera y bien conservada en todo, dando ocasion á los que no hablan sino con la mira de congraciarse con la muchedumbre, para discursos populares y sediciosos contra Camilo, como que por ambicion y por Bu propia gloria los privaba de una ciudad babitable, y los precisaba á poblar ruinas, y á volver á poner en pié aquellos escombros abrasados, para que se le diera el nombre, no sólo de general y caudillo, sino tambien de fundador de Roma, poniéndose á la par de Rómulo. Temió el Senado que esto parara en tumulto, y no permitió á Camilo que, como queria, se desistiese por aquel año de la autoridad, no obstante que ningun otro dictador hasta entónces habia excedido de los seis meses; y por si se aplicó & contentar y aplacar al pueblo con la persuasion bilidad, mostrándoles los monumentos de sus héroes y los sepulcros de sus padres, y trayéndoles á la memoria los sitios sagrados y los lugares santos que Rómulo ó Numa, 6 alguno otro de los reyes, por inspiracion superior, les dedicaron. Entre las cosas religiosas, ponfánles á la vista muy especialmente la cabeza bumana fresca que se encontró en los cimientos del Capitolio, y que parecia anunciar que el bado de aquel lugar era ser cabeza de la Italia; y el fuego de Vesla, que encendido por las virgenes, despues de la guerra, seria preciso que volviera á desaparecer, y que lo apagaran con vergüenza suya los que abandonaran la ciudad, dejándola, ó para que la babitaran advenedizos y forasteros, ó para que fuera un desierto en que se apacentaran los ganados. Pero por más que en páblico y privadamente se les inculcaban estas querellas, los más volvian á tos lamentos de su absoluta imposibilidad, ya los ruegos de que habiendo regresado como de un naufragio desuudos y miserables, no se les obligara á junlar las reliquias de una ciudad destruida, teniendo otra en que nada faltaba.
Parecióle á Camilo lo mejor que el Senado diera su dictámen, y él mismo habló primero largamente, exhortándolos á no abandonar la patria, y lo mismo ejecntaron los demas que quisieron: por in, levantándose, ordenó que Lucio Łuerecio, que solia ser quien votaba primero, manifestase su opinion, y luégo los demas por su órden. Impúsose silencio, y cuando Lucrecio iba á dar principio, casualmente pasaba de otra parte el Centurion que mandaba la partida de la guardia de dia, y ltamando en voz alta al primero que levaba la insignia, le mandó detenerse allf y fijar la insignia, porque aque l era excelonte sitio para permanecer y hacer en él asiento. Dada tan oportunamente aquella voz, cuando se meditaba y se estaba en la incertidumbre de lo que habia de bacerse, Lucrecio, haciendo reverencia al Dios, manifestó conforme á ella su dictámen; y á él le siguieron luégo los demas. Admirable fué la mudanza de propósito que se notó asimismo en la muchedumbre, exhortándose y excitándose á la obra unos á otros, no por repartimiento ó por órden, sino tomando cada uno sitio segun sus prepar ativos ó su voluntad: asi codiciosa y precipitadamente lovantaron la eiudad, revuelta con callejones, y apiñada en las casas; porque se dice que dentro del afño estuvo de nuevo en pié, así en murallas, como en casas de los particulares. Los encargados por Camilo de ręstablecer y delerminar los lugares sagrados, que todos estaban confundidos, cuando rodeando el palacio llegaron al santuario de Marte, lo encontraron destruido y abrasado por los bárbaros, como todos los demas; pero limpiando y desembarazando el terreno, tropezaron con el báculo augural de Rómulo, sepultado bajo montones de ceniza. Es corvo por uno de lcs extremos y se llama lituo: úsase de él para las descripcio nes de los puntos cardinales cuando se sientan á adivinar por las aves; y el mismo uso bacía Rómulo, que era dado á los agüeros; y luégo que se desapareció de entre los hombres, tomando los sacerdotes este báculo, lo conservaron intacto como cosa sagrada.
Eacontrándole entónces, cuando todas las demas cosas habian perecido, preservado del incendio, concibieron esperanzas muy lisonjeras respecto de Roma, como que aquella señal le anunciaba una eterna permanencia.
Cuando todavia no habian reposado de cstos cuidados, les sobrevino nueva guerra, habiendo invadido juntos su terrirorio los Eeuos, los Volscos y Latinos, y puesto los Tirrenos cerco á Sutrio, ciudad aliada de los Romanos.
Como los tribunos que lenian el mando, habiéndose acampado junto al monte Marcio, babiesen sido cercados por los Latinos, y considerándose en riesgo de perder el campamento, hubiesen dado aviso á Roma, fué tercera vez Camilo nombrado dictador. Acerca de esta guerra corren dos tradıciones diversas: referiré primcro la fabulosa. DI- cese que los Latinos, bien fuesc apariencia, ó bion que en realidad quisieran que se mezclasen de nuevo los pueblos, enviaron á pedir á los Romanos virgencs y mujeres no casadas. Dudando éstos qué harian, porque lemian de una parte la guerra, no habiéndose recuperado ni vuelto todavia en si, y de otra, en la peticion de las mujeres sospechaban que se envolvia el querer tomarles rehenes, y que para darle un aire más decente se pretextaban los casamientos; una esclava llamada Tutola, ó segun quieren otros, Filotis, se fué á los magistrados y les propuso que enviasen con ella otras esclavas, aquellas que en la edad y en el semblante semejasen más á las libres, vistiéndolas como novias de gente principal; y que lo demas lo dejasen á su cuidado. Prestáronse los magistrados á su propuesla; y escogiendo aquellas esclavas que ella juzgó más propias para el caso, y adornándolas con ropas preciosas y oro, las entregaron á los Lalinos, que estaban acampados no léjos 298 GAMILO.
299 de la ciudad. A la noche las demas quitaron las espadas á los enemigos, y Tutola, ó sea Filotis, subiéndose á un cabrahigo, y exlendiendo por la espalda la ropa, levantó un hachọn hácia Roma, como lo habia dejado convenido con los magistrados, sin que lo supiese ninguno otro de los ciudadanos. Por esta causa, á ta salida de las tropas budo grande alboroto, llamándose unos á otros en medio de la priesa que les daban los magisirados, y apénas haciendo formacion. Llegaron al vallado cuando ménos lo esperaban los enemigos, que estaban entregados al sueño, tomaron el campamento, y dieron muerte á la mayor parte. Dicese que Bucedió esto en las nonas de Julio, como ahora se Hama, ó de Quintil, al uso do entónces, y que la fiesta que se celebra es un recuerdo de aquel hecho: porque to primero saliendo en tropel de la ciudad pronuncian en voz alta muchos de los nombres usuales y comunes en el pais, Cayo, Harco, Lucio y otros semejantes, imitando el modo con que entónces se llamaron en aquel apresuramiento. Despues las esclavas adornadas brillantemente se cha ncean con los que encuentran, diciéndoles denuestos. Trábase asimismo entre ellas una especie de pelea, como que tambien entónces tomaron parte en el combate contra los Latinos. Siéntanse para comer, haciéndoles sombra con ramos de higuera, y á aquel dia le llaman las nonas Capratinas, segun creen por el cabrahigo, desde el que la esclava levantó el bachon, porque el cabrahigo le dicen caprificon. Mas otros son de sentir que todo esto se ejecuta en memoria de lo sucedido con Rómulo; porque en el mismo dia fué su desaparecimiento fuera de la puerta, habiendo sobrevenido repentinamente oscuridad y tormenta, ó habiendo habido, como algunos piensan, un eclipse de sol; y que desde entónces el dia se llama las nonas Capratinas, porque á la cabra le dicen Capram, y Rómulo se desaparecio junto al lago llamado de la Cabra, como al escribir su vida lo dijimos.
La mayor parte de los escritores, teniendo por más cierta la otra tradieion, la refieren de este modo: nombrado Camilo dictador por tercera vez, sabiendo que el ejércite y los tribunos estaban sitiados por los Latinos y tos Volscos, precisÓ á los que ya no estaban en la edad propia, sino que babian pasado de eilļa, á tomar las armas; y dando un gran rodeo por el monte Marcio, sin ser sentido de los enemigos, fué á colocar su ejército á la espalda de éstos; y encendiendo muchas bogueras, les hizo conocer á aquellos su llegada. Cobraron con esto ánimo, y determi- Daron salir al campo y trabar batalla; mas los Latinos y Volscos conteniéndose dentro del vallado, con muchos y gruesos maderos fortalecieron por todas partes el campamento, eslando dudosos en cuanto á los enemigos, y teniendo resuelto esperar otro refuerzo de tropas propias; además de contar tambien con el auxilio de los Tirrenos.
Entendiólo Camilo, y temiendo no le sucediese lo mismo que hacia experimentar á los contrarios teniéndolos cercados, se apresuró á aprovechar la ocasion. Como la defensa del vallado fuese de madera, y el viento á la primera luz soliese soplar con violencia de los montes, hizo que muchos se previnieran con faego; y moviendo al alba con su ejército, ordenó á los unos que usasen de los dardos, y de la parte opuesta alzasen griterfa; y llevó consigo á los que habian de pegar fuego por la parte por donde el viento acostumbraba á soplar sobre el vallado, donde esperaba el momepto. Cuando al Irabarse la batalla empezó á salir el sol, y se arreció el viento, dando la señal del alaque, rodeó el vallado de los prendedores del fuego.
Prontamente se levantó llama donde tanta materia babia, y en los maderos de la fortificacion; y extendiéndose alrededor, no teniendo los Latinos remedio ni prevencion alguna con qué apagarle, euando ya todo el campamento estuvoocupado del fuegn, reducidos á un punto muy estrecho, Luvieron por precision que arrojarse sobre los enemigos armados y formados delante del vallado: asi fueron muy GAMILO 301 pocos los que huyeron; y el fuegu consumió á todos cuantos quedaron en el campamento, basta que apagándole los Romanos, bicieron presa de los efectos.
Hecho esto, dejó á su hijo Lucio en custodia de los cautivos y del botin, y marchó en busca de los enemigos.
Tomó la ciudad de los Ecuos, y trayendo á sí á los Volscos, al punto dirigió el ejército la vuelta de Sutrio, ignorante de lo que habia sucedido, y apresurándose todavía á darles auxilio, creyéndolos en peligro y sitiados por los Tirre- Bos. Mas aquellos habian sufrido ya su desgracia rindiéndose á los enemigos; y ellos mismos en la mayor miseria, con sólo lo que tenian puesto, se presentaron á Camilo en medio de la marcha con sus mujeres y sus hijos, lamentando su desdicha. Camilo, conmovido con aquel espectáculo, y viendo á los Romanos llorar y enfadarse por lo sucedido al arrojarse en sus brazos los Sutrinos, resolvió no dejar aquel hecho sin venganza, sino marchar inmediatamente á Sutrio en el mismo dia, discurriendo que á anos hombres que acababan de tomar una ciudad opulenta y ríca, sin que quedaso en ella enemigo alguno, ni se e8- perase de afuera, Do podria ménos de encontrarlos dəsordenados y sin guardias. Salió como lo habia pensado, porque no solamente bizo su marcha sin ser sentido, sino que así llegó basta las puertas, y se apoderó de las murallas; porque no habia ninguna centinela, sino que todos estaban entregados al vino y los banquetes, esparcidos por las casas. Cuando llegaron á entender que eran dueños de la ciudad los enemigos, estaban ya tan mal parados con la hartura y la embriaguez, que muchos ni siquiera pudieron intentar la fuga, y del modo más vergonzoso fueron muertos sin bullirsc, ó se pusieron ellos mismos en manos de los enemigos. Por este término sucedió que una misma ciudad fué lomada dos veces en un dia, perdiéndola los que la tenian, y volviendo á perderla los que la habian tomado, por disposicion de Camilo.
El triunfo que por estos sucesos se le decretó le concilió mayor gracia y esplendor que los dos precedentes, porque áun aquellos ciudadanos que le miraban mal, y se empeñaban en atribuir sus victorias, más bien á cierta dicha que le seguia, que no á su virtud, entónces se vieron precisados á reconocer que en la gloria de aquellas hazaias habian lenido mucba parte la actividad y pericia de tal general. El más distinguido entre los que le hacian tiro y le miraban con envidia, era aquel Mareo Mantio, que fué el primero á arrojar de la eminencia á los Celtas, cuando de noche intentaron asaltar el Capitolio, y que por esto tuvo el sobrenombre de Capitolino; porque aspirando á ser el primero entre los ciudadanos, y no pudiendo adelantarse en gloria á Camito por el mismo buen término, recurrió para abrirse camino á la tiranía, al medio comun y usado de ganarse la muchedumbre, y especialmente los oprimidos con deudas, auxiliando y defendiendo á unos contra los prestamistas, y haciendo libres á otros á fuerza abierta, hasta estorbar que se les reconviniese segun derecho; de tal manera que en breve tiempo tuvo á su disposicion un gran número de la gente perdida, que llegó á inspirar miedo á los buenos ciudadanos con su osadía y con sus alborotos y tropelías en las juntas públicas. Creóse dictador con motivo de estas revueltas Quinto Capitolino, y como babiendo puesto en prision á Manlio, la plebe bubiese mudado de vestiduras, demostracion de que se usaba en las grandes calamidades públicas, el Sonado se inlimidó, y mandó que se pusiera á Manlio en libertad. Has no por eso bizo luégo mejor uso de su soltura, sino que con más descaro adulaba á la muchedumbre y la movia á sedicion. Eligen en tal estado otra vez tribuno militar á Camilo; y al ventilarse las causas formadas á Manlio, una cierta vista fué de mucho perjuicio á sus acusadores; porque el lugar aquel del Capitolio de donde Manlio arrojó en el noclurno combale á los Cellas, se descubria desde la plaza, y excitó en todos los circunstantes gran lástima, tendiendo hácia él las manos, y recordando con lágrimas aquella pelea; de manera que puso en indecision á los jueces, y repetidas veces fueron dando largas á la causa, no atreviéndose á darle por quito, por la notoriedad de su crimen, y no pudiendo usar del rigor de la ley, por tener ante los ojos su hazaña con la vista del sitio. Meditando sobre ello Camilo, trasladó el tribunal fuera de la puerta janto al bosque Petelino, desde donde no podia descubrirse el Capitolio: con lo que el acusador pudo seguir la causa, y á los jueces no les impidió la memoria de aquellos hechos el concebir la debida ira contra sus violencias.
Condenáronle, pues, y llevado al Capitolio, fué precipitado de la roca, siendo el mismo lugar monumento de sus gloriosas bazañas y de su desgraciado fin. Los Romanos, asolando despues su casa, edificaron allí el templo de la diosa que llaman Moneda[5], y decretaron que en adelante ninguno de los patricios tuviese casa en el alcázar.
Llamado por la sexta vez Camilo al tribunado, quiso excusarse, por ballarse ya bastante adelantado en cdad, y tambien por temer la envidia y algun reves despues de tanta gloria y tan repetidas victorias. La causa más manifesla era la indisposicion del cuerpo, porque realmente se hallaba enfermo aquellos dias; pero el pueblo no le relevó del mando, sino que gritó que no era menester que en los combates se pusiese al frente de la caballeria ó de la infantería, bastando sólo que emplease su consejo y su disposicion; con lo que le obligó á admitir la comandancia, y i guiar al punto el ejército con Lucio Furio, uno de sus colegas, contra los enemigos. Eran eslos los Prenestinos y Volscos, que talaban un país aliado de los Romanos. Marchando, pues, y acampándose inmediato á los enemigos, a) Como ei dijésemos Diosa del aviso ó del escarmiento; no lo que suena, su intencion era quebrantar la guerra á fuerza de tiempo; y si fuese necesario dar balalla, pelear estando más restablecido. Mas como no pudiese su colega Lucio Furio repri mir el ardor que por deseo de gloría le arrebataba al combate, y estimulase por tanto á los tribunos y centuriones, temiendo Camilo no pareciese que por envidia privaba de la victoria y de los honores consiguientes á los que eran jóvenes, condescendió con aquel, aunque de mala gana, en que formase las tropas; y él, á causade su indisposieion, se quedó con alguna gente en el campamento. Condújose temerariamente Lucio en la bataila, y fué batido; y como Camilo llegase á entender que los Romanos venian en relirada, no pudo contenerse, sino que saltando del lecho, corrió con los que estaban en su guardia á las puerlas de los reales, arrojándos é por entre los fugitivos á lo8 que los perseguian; con lo que los unos volvieron al punto al combate y le seguian, y los otros alieron tambien corriendo á ponerse delante de él y defeuderle, yendo á por fia en no abandonar á su general; y de este modo hizo por entónces que se contuviesen en su persecucion los enemigos. Al dia siguiente, conduciendo el mismo Camilo el ejército, y trabando batalla, los venció completamente, y les tomó el campamento, int roduciéndose con los fugitivo8, y dando muerte á los más de ellos. Sabiendo despues que la ciudad de Satria babia sido lomada por los Etruscos, y pasados á cuchillo sus habitantes, que todos eran Romanos, envió á Roma la mayor y ménos manejable parte de fas tropas, y tomando consigo lo más dorido y más decidido de ellas, cayó sobre los Etruscos, que estaban apoderados de la ciudad, y & unos los arrojó de ella, y á olros les dió muerte.
Tornando á Roma con cuantiosos despojos, hizo ver que excedieron en prudencia los que no temieron la flaqueza y vejez de un general experto y resuelto, sino que le eligieron procisado y enfermo, con prelacion á otros jóvenes que deseaban y solicitaban mandar. Por lo mismo, habiendo llegado la nueva de que se babian rebelado los Tusculanos, decretaron que marchara contra ellos Camilo, designando él mismo al que le pareciese de los cinco colegas; y aunque los cinco lo deseaban y pretendian, contra la esperanza de todos designó á Lucio Furio, el mismo que contra el parecer de Camito no pudo contener su ardor de dar batalla, y fué vencido; sno que queriendo, á lo que parece, disimular aquelia fatalidad y reparar aquella afrenta, por eso le prefirió á los demas. Mas los Tusculanos enmendaron aquel yerro con gran habilidad, cubriendo el campo, cuando ya Camilo estaba en camino contra ellos, de cultivadores como en medio de la paz, teniendo las puertas abiertas, y manteniéndose los niños aprendiendo en las escuelas; y de la gente del pueblo los artesanos se veian en sus talleres, los otros ciudadanos frecuentaban la plaza veslidos como de costumbre, y los magistrados preparaban con toda diligencia hospedaje á los Romanos, como si nada malo temiesen ni tuvieran por que temer. No por esto Camilo dejó de creer que no se habian mantenido fieles; pero compadecido con verlos arrepentidos de su falta, les dió órden de que se presentaran á aplacar la ira del Senado; y babiéndolo becho así, les proporcionó que se les diera por enteramente libres, y se les admitiera á participar de los mismos derechos; y estos fueron los hechos más ilustres de su sexto tribunado.
Despues de estos sucesos movió contra el Senado una grande sedicion en la ciudad Licinio Estolon, queriendo 8acar por fuerza que nombrándose dos cónsules, el uno se eligiese de los plebeyos, y no ambo0s de los patricios: mas B0 eligieron los tribunos de la plebe, y la muchedumbre impidió que se celebrasen los Comicios consulares. Recelándose mayores turbaciones en la república con la anarquía, el Senado nombró dictador por la cuarta vez á Camilo contra la voluntad de la plebe, y áun contra la suya propia, porque no queria luchar con hombres que tenian con él mismo muchos molivos de confianza de resulta de tantos y tan señalados combates; eomo que más cosas habia ejecutado con ellos en el campo, que con los patricios en el gobierno; y abora éstos le babian elegido por envidia, con la idea de que ó desbaralase los proyectos de la plebe domeñándola, ó quedase él mismo en la demanda si no la sujetaba. Tirando, sinembargo, á remediar el mal presente, sabedor del dia en que los tribunos tenian resuelto proponer la ley, se anticipó á publicar la lista de los soldados, y convocó á la plebe, en vez de la plaza, al campo, amenazando con graves penas á los que no obedeciesen. Mas haciendo los tribunos desde allá contraresto á sus amenazas, é intimándole que le exigirian la multa de cincuenta mil sueldos si no de sistia de impedir á la plebe el concurrir á establecer la ley y dar su voto, bien fuese por temo: de otro destierro y otra condenacion, que en sus años y despues de tantas proezas le serian ménos llevaderos, ó bien porque conociese que el empeño de la plebe era del todo decidido é invencible, por entónces se retiró á su easa, y algunos dias despues, aparentando estar enfermo, renunció el mando. El Senado ereó otro nuevo dictador; pero como éste hubiese nombrado por su maestre de la caballería al mismo Estolon, principal autor del tumulto, se les dió con esto oportunidad de sancionar la ley que heria más en lo vivo á los patricios. Prohibióse por ella que ninguno pudiese poseer más de quinientas yugadas de tierra. Así entónces brillaba Estolon, saliendo con su intento; pero de allí á breve tiempo fué condenado por poseer en tierras lo que habia impedido poseer á los demas, y sufrió la pena establecida por su propia ley.
Quedaba la contienda sobre los Comicios consulares, que era lo más empeñado de la sedicion, el origen de esta y lo que más habia indispuesto á los patricios con la plebe; pero en medio de ella llegaron nnevas ciertas de que los Celtas moviendo desde el Adriático venian otra vez con muchos miles de hombres sobre Roma. Con la noticia se vieron ya tos efectos de la guerra, porque el país era talado, y los habilantes que no habian podido refugiarse á Roma, se habian esparcido por los montes. Este miedo calmó ia sedicion, y viniendo á una misma senlencia los principales con la muchedumbre, y la plebe con el Senado, eligieron todos de comun consentimiento por dietador la quinla vez á Camilo. Era éste ya entónces sumamente anciano, faltándolo muy poco para los ochenta años; mas con todo, haciéndose cargo de la premura y del peligro, no buscó pratexto como ántes, ni alegó excusas, sino que presentándose por si mismo á encargarse del mando, bizo la convocacion del ejéreito; y sabiendo que la principal fuerza de los bárbaros consistia en las espadas, las que mapejaban bárbaramente y, sin ningun arle, dirigiendo principalmente los golpes á los hombros y á la cabeza, Lizo para los más cascos de fierro pulidos por de fuera, para que las espadas resbalasen ó se rompiesen; á los escudos les puso por todo alrededor una plancha de bronce, no bastando la madera por si solo para proteger contra los golpes; y á los soldados les enseñó á menejar bien picas largas, las que opusiesen á las espadas de los enemigos, reparando con ellas sus ataques.
Cuando ya los Celtas se ballaban próximos en las inmediaciones del rio Aniene, trayendo un bagaje muy pesado y abastecido con las presás, salió con su ejército, y le fué á acampar en un sitio sombrio que formaba muchas sinuosidades; de manera que la mayor parte de él estaba ocul- 10, y lo que se veia parecia que de miedo se habia ido á encerrar en lugares agrios. Queriendo Camilo fomentar todavia más esta idea en los contrarios, ni siquiera bizo oposicion á los que junto á él lalaban el campo, sino que forlificando el vaillado se manlenia quieto en éi, hasta que que los que quedaban eo el campamento pasaban el TOMO 1.
dia sin recelo comiendo y bebiendo. Entónces en medio de la noche mandó primero las tropas ligeras para que estorbaran á los enemigos el hacer formacion, y los inquietaran en el acto de salir; y al amanecer sacó la infantería, y la formó en el lano, en gran número y muy denodada, y no como esperaban los bárbaros escasa y sin aliento.
Esto fué to primero que bizo ya mudar de opinion á los Celtas, que esperaban no tener contraresto en la batala.
Despucs, acometiéndoles las tropas ligeras, y no dejándoles reposo para tomar el órden acostumbrado y formarse por compañtas, los precisaron á tener que pelear donde casualmente se halló cada uno. A la postre, moviendo Camiło con su infanterfa, ellos tendiendo las espadas se esforzaban á herir; pero los Romanos ocurrian con las picas, y reparando los golpes con las defensas herradas, repelian el hierro de los contrarios, que era blando y de bajo lemple, de manera que las espadas se mellaban y se dobļaban, y los escudos se abrian, y despues no podian sostenerse al retirar de las picas. Por esto arrojando sus propias armas, procuraban ganar las de los contrarios, y apoderarse de las picas, cogiéndolas con las manos. Los Romanos entónces, viéndolos desarmados, usaron ya de sus sables, y hubo gran mortandad de los que estaban en primera línea, huyendo los demas por aquellos campos; porque Camilo habia hecho tomar los collados y todas las alturas; y en cuanto al campamento, no teniéndole fortificado por la nimia confianza, se sabía que sería tomado fácilmente. Esta batalla se dice haberse dado veintitres[6] años despues de la pérdida de Roma,y que de vuella de ella tomaron mucho ánimo contra los Celtas los Romanos, que hasta entónces habian teaido gran miedo á los bárbaros, como que la primera vez más tos habian vencido por las enfermedades y por casualidades extrañas, que no por ) En el texto con maniflesta equivocacion se lee trece.
aus propias fuerzas. Era tan vehemente aquel miedo, que establecieron por ley que los sacerdotes estuviesen exentos de la milicia, á no sobrevenir guerra con los Galos.
Este fué de los combates militares el último que libró Camilo; porque la ciudad de Veletri la tomó al paso, babiéndosele entregado sin resisteneia; mas de los politicos le restaba el mayor y más dificil contra la plebe, envalentonada con la victoria, y que á fuerza queria hacer que uno de los cónsules se nombrara de los plebeyos, contra la ley hasta entónces observada; oponiéndose á ello el Senado, y no consintiendo que Camilo dejase el mando, para con la grande y poderosa autoridad de ésle lidiar mejor en defensa de la aristocracia. Mas como sucediese que sentado y despachando Camilo en la plaza llegase un lic- Lor de parte de los tribunos de la plebe con órden de que le siguiera, y áun alargase hácia él la mano como para llevarle, suscitóse una grilería y alboroto, cual nunca se habia visto en la plaza, echando del tribunal á empellones al lictor los que eslaban con Camilo, y mandando á aquél muchos desde abajo que le llevase. Perplejo él entónces, no dejó en tal conflicto desdorar su autoridad; sino que tomando consigo á los senadores, marchó á celebrar Senado; y ántes de entrar, vuelto al Capitolio, pidió á los Dioses que enderezasen aquella conlienda al mejor término, ofreciendo edificar templo á la Concordia si aquella turbacion se serenaba. En el Senado fué grande el disturbio por la diversidad de pareceres; mas prevaleció con todo el más moderado y más condescendiente con la plebe, por el que se venía en que el uno de los cónsules se eligiese de los plebeyos. Dando parte el dictador al poeblo de esta resolucion del Senado, repentinamente, como era natural, se reconciliaron muy regocijados con el Senado, y acompañaron á Camilo á su casa con grande gritería y algazara. Congregáronse al dia siguiente, y decretaron que el templo de la Concordia que Camilo habia ofre PŁUTARCO.-LAS VIDAS PARALELAS.
cido en memoria de lo ocurrido, se hiciese mirando á la junta pública y á la plaza. Añadieron además un dia á las ferias llamadas Latinas, y que fuesen cuatro los que se celebrasen, y que entónees mismo hiciesen sacrificio y tomasen coronas los Romanos. Celebró Camilo los Comicios COGsulares, y fueron creados cóasules Marco Emilio de los patricios, y el primero de los plebeyos Lucio Sexcio. Y esle fué el término de los bechos de Camilo.
Al año siguiente afligió á Roma una enfermedad epidémica, en la que de la muchedumbre perecieron gentes sin número, y la mayor parte de los magistrados. Murió tambien Camilo; si se atiende á su edad y á lo bien que lHenó sus ideas, tan en sazon como el que más; pero sin embargo, su muerte fué más sensible á los Romanos que las de todos cuantos fallecieron en aquel contagio.