Los Keneddy: El "Paso Cejas"
Esta noche piensan llegar al río Guayquiraró. A las doce ven una “ranchada” montaraz. Ladran varios perros. Salen dos hombres con la mano en la cruz del cuchillo. Acaso se santiguan. Surge ante ellos un ser espectral, alto, desnudo casi, lleno de cuajarones. Sus barbas dan espinas. El brazo acaba en Winchester. Conserva en sus ojos el brillo de la estrella conductora.
- “Necesito agua” – dice fingiendo acento guaraní.
Le dan.
- “Voy a Corrientes” – agrega. – “Cuál es el vado más próximo?”
- “El Cejas” – informan los montaraces.
Mario vuelve a reunirse con los suyos. Lleva agua y albricias; el “Paso Cejas” se se abre a pocas cuadras de “Sarandi Corá”. En esta hacienda correntina tienen un amigo.
Marchan ágiles... y de pronto ven los “chimangos”. Intuyen la emboscada. Resuelven alejarse de “Sarandi Corá”. Aciertan. La policía encarceló al mayordomo, ocupó el establecimiento y allí espera a los Kennedy. Derivan hacia el Oeste. A las dos de la mañana rodean un tributario del “Guayquiraró”. Avanzan sobre tierras calientes, aventando cenizas. Son los pajonales que ellos vieron arder a la distancia y empiezan a enfriarse bajo la nota gris.
En algunos sitios el incendio respira aún. El diablo sopla los troncos. Miles de “corales” asoman sus cabezas. Se apagan. Las enciende otra brisa.
Por aquí pasó el caballo del Huno. Han quedado cobras, rescoldos, algo implacable escrito en las cenizas. Luego los Kennedy vuelven a tomar el Norte.
Y empieza su lucha con la madre gaucha. Entre Ríos, ve que se van sus cachorros. No quiere perderlos. Ya pisan el límite de la provincia. Escalona riachos y anegadizos. El guía se confunde. Marcha al Sur. La tierra corre y tiende la misma alfombra rota. Tropiezan.
- “Estamos dando vueltas como en un corral” – advierte Roberto.
Mario nervioso, se echa a caminar de prisa, Eduardo no puede seguirlo...
- “Esta noche sin falta debemos pisar Corrientes” – dice el guía – allí descansaremos”
Hay que forzar la marcha. Están en descampado... Y se acerca la luz!...
Miran con odio el lugar raso a fuego. Cualquier arisco tiene derecho a un mogote; poncho, hueco de ala, piedad de árbol. Los Kennedy, custodios de la altivez racial, llegan en carne viva, enfermos, a puro corazón y no encuentran albergue...
Qué puede hacer la madre! Aquí los esperaba con las camas tendidas en el seguro del pajonal. Del Sur vinieron soldados llenos de hierro y nafta, y lo quemaron todo. Qué puede hacer la pobre!