Los cabellos de AbsalónLos cabellos de AbsalónPedro Calderón de la BarcaJornada II
Jornada II
(Salen AMÓN, TAMAR y ELIAZER.)
AMÓN:
Vete de aquí, salte fuera,
veneno en taza dorada,
sepulcro hermoso de fuera,
arpía que en rostro agrada
siendo una asquerosa fiera.
Al basilisco retratas,
ponzoña mirando arrojas
y mi juventud maltratas,
pues cruelmente me matas
con tan mortales congojas.
¿Que yo te quise es posible?
¿Que yo te tuve afición,
fruta de Sodoma horrible,
en la médula carbón
si en la corteza apacible?
Sal fuera, que eres horror
de mi vida, y su escarmiento.
Vete, que me das temor
y es más mi aborrecimiento
que fue mi primero amor.
¡Hola! Echádmela de aquí.
TAMAR:
Mayor ofensa e injuria
es la que haces contra mí
que fue la amorosa furia
de tu torpe frenesí.
¿Cómo burlan tus antojos
a quien se empleó en servirte
y me das tales enojos?
AMÓN:
¡Quién, por no verte y oírte,
sordo quedara y sin ojos!
¿No te quieres ir, mujer?
TAMAR:
¿Dónde iré sin honra, ingrato,
ni quién me querrá acoger,
siendo mercader sin trato
deshonrada una mujer?
Haz de tu hermana más cuenta,
ya que de ti no la has dado,
que en cadenas del pecado
perece quien las aumenta
en su yerro aprisionado.
Tahúr de mi honor has sido:
ganado has por falso modo
joya que en vano te pido.
Quítame la vida y todo,
pues ya lo más he perdido.
No te levantes tan presto,
pues es mi pérdida tanta
que, aunque al que pierde es molesto,
el noble no se levanta
mientras en la mesa hay resto.
Resto hay de la vida, ingrato;
pero es vida sin honor,
y así de perderla trato:
acaba el juego, traidor,
dame la muerte en barato.
AMÓN:
Infierno, ya no de fuego
pues helado me atormentas,
sierpe, monstruo, vete luego.
TAMAR:
El que pierde sufre afrentas
porque le mantengan juego:
mantenme juego, tirano,
hasta acabar de perder
lo que queda. Alza, villano,
la mano: quítame el ser
y ganarás por la mano.
AMÓN:
¿Viose tormento como éste?
¡Hola! ¿No hay ninguno ahí?
¿Qué desatino es aqueste?
(Llegan ELIAZER y JONADAB.)
ELIAZER:
Señor...
AMÓN:
Echadme de aquí
esta víbora, esta peste.
ELIAZER:
¿Víbora y peste? ¿Qué es della?
AMÓN:
Llevadme aquesta mujer,
cerrad la puerta tras ella.
JONADAB:
(Aparte.)
(Carta Tamar vino a ser,
leyóla, y quiere rompella).
AMÓN:
Echadla en la calle.
TAMAR:
Así
estaré bien; que es razón,
ya que el delito fue aquí,
que por ellas dé un pregón
mi deshonra contra ti.
AMÓN:
Voyme por no te atender.
(Vase.)
JONADAB:
¡Extraño caso, Eliazer!
¿Tal odio tras tanto amar?
TAMAR:
Presto, villano, has de ver
las venganzas de Tamar.
(Vanse y salen ABSALÓN y ADONÍAS.)
ABSALÓN:
Si no fueras mi hermano, o no estuvieras
en palacio, ambicioso, brevemente
hoy con la vida, bárbaro, perdieras
el deseo atrevido e imprudente.
ADONÍAS:
Si en tus venas la sangre no tuvieras
con que te honró mi padre indignamente,
yo hiciera que, quedándose vacías,
de púrpura calzaran a Adonías.
ABSALÓN:
¿Tú pretendes reinar, loco, villano?
¿Tú, muerto Amón del mal que le consume,
subir al trono aspiras soberano
que en doce tribus su valor [resume]?
¿Que soy, no sabes, tu mayor hermano?
¿Quién competir con Absalón presume,
a cuyos pies ha puesto la ventura
el valor, la riqueza y la hermosura?
ADONÍAS:
¡Si el reino israelita se heredara
por el más delicado, tierno y bello,
aunque no soy yo monstruo en cuerpo y cara,
a tu yugo humillara el reino el cuello:
cada tribu hechizada se enhilara
en el oro de Ofir de tu cabello,
y, convirtiendo hazañas en deleites,
te pecharan en cintas y en afeites.
Redujeras a damas tu consejo,
a trenzas tu corona y a un estrado
el solio de tu triste padre viejo,
las armas a la holanda y al brocado:
por escudo tomaras un espejo
y de tu misma vista enamorado,
en lugar de la espada, a quien me aplico,
esgrimieras tal vez el abanico.
Mayorazgo te dio Naturaleza
con que los ojos de Israel suspendes;
el cielo ha puesto renta en tu cabeza
pues tus madejas a las damas vendes
cada año, haciendo esquilmo tu belleza:
que han de aliviarla de tu pelo entiendes,
repartiendo por tiendas su tesoro
le compran en doscientos siclos de oro.
De tu belleza ser el rey procura:
déjame a mí a Israel, que haces agravio
a tu delicadeza, a tu blandura...
ABSALÓN:
Cierra, villano, el atrevido labio;
que el reino se debía a la hermosura,
a pesar de tu envidia, dijo un sabio:
señal que es noble el alma que está en ella,
que el huésped bello habita en casa bella.
Cuando mi padre al enemigo asalta,
no me quedo en la corte, dando al ocio
lascivos daños, ni el valor me falta
que con mis hechos quilatar negocio.
Mi acero incircuncisa sangre esmalta:
la guerra, que jubila al sacerdocio,
en mis hazañas enseñar procura
qué bien dice el valor con la hermosura.
Mas, ¿para qué lo que es tan cierto
[he puesto en duda con razones? Haga alarde
la espada contra quien te has descompuesto,
verás si, por hermoso, soy cobarde.
ADONÍAS:
Por adorno no más te la habrás puesto:
no la saques, así el amor te guarde;
que te desmayarás si la ves fuera.
ABSALÓN:
Si no saliera el Rey...
ADONÍAS:
Si no saliera...
(Salen DAVID y SALOMÓN.)
DAVID:
Bersabé, vuestra madre, me ha pedido
por vos, mi Salomón creced, sed hombre,
que si amado de Dios, sois el querido,
conforme significa vuestro nombre,
yo espero en Él que al trono real subido
futuros siglos vuestra fama asombre,
SALOMÓN:
Vendráme, gran señor, esa alabanza
por ser de vos retrato y semejanza.
DAVID:
Príncipes...
ABSALÓN:
Gran señor...
DAVID:
¿En qué se entiende?
ADONÍAS:
La paz ocupa el tiempo en novedades.
Galas la mocedad al gusto vende,
si el desengaño a la vejez verdades.
ABSALÓN:
La caza, que del ocio nos defiende,
nos convida a buscar las soledades:
ésta trazamos y, tras ella, fiestas.
¡Válgame Dios! ¿Qué voces son aquestas?
(Sale TAMAR llorando.)
TAMAR:
Gran monarca de Israel,
descendiente del león
que, para vengar injurias,
dio ayuda al nuevo Jacob;
si lágrimas, si suspiros,
si mi compasiva voz
si delito y menosprecio
te mueven a compasión,
y cuando aquesto no baste,
ni el ser hija tuya yo,
a que castigues te incita
al que tu sangre afrentó:
por los ojos vierto el alma,
luto traigo por mi honor,
suspiros al cielo arrojo,
de inocencia vengador.
Cubierta está mi cabeza
de ceniza; que un amor
desatinado, si es fuego,
sólo deja en galardón
cenizas que lleva el aire;
mas, aunque cenizas son,
no quitan la mancha de honra,
sangre sí, que es buen jabón.
La mortal enfermedad
del torpe príncipe Amón
peste de mi honra ha sido,
su contagio me pegó.
TAMAR:
Que le guisase mandaste
alguna cosa a sabor
de su villano apetito:
¡ponzoña fuera mejor!
Sazonéle una sustancia;
mas las sustancias no son
de provecho, si se oponen
accidentes de pasión.
Estaba el hambre en el alma,
y en mi desdicha guisó
su desvergüenza mi agravio:
sazonóle la ocasión;
y sin advertir mis quejas
ni el proponelle que soy
su estado, su ley, su Dios,
echando la gente fuera,
a puerta cerrada entró
en el templo de la fama
y sagrado de mi honor.
Aborrecióme ofendida:
no me espanto; que al fin son
enemigas declaradas
la esperanza y posesión.
Echóme injuriosamente
de su casa el violador,
oprobios por gustos dando:
¡paga, al fin, de tal señor!
TAMAR:
Deshonrada, por sus calles
tu corte mi llanto vio:
sus piedras se compadecen,
cubre sus rayos el sol
entre nubes, por no ver
caso tan fiero y atroz:
todos te piden justicia,
¡justicia, invicto señor!
Dirás que es Amón tu sangre:
el vicio la corrompió.
Sángrate della, si quieres
dejar vivo tu valor.
Hijos tienes herederos,
semejanza tuya son
en el esfuerzo y virtudes:
no dejes por sucesor
quien, deshonrando a su hermana,
menosprecia tu opinión;
pues mejor afrentará
los que sus vasallos son.
Ea, sangre generosa
de Abraham, que su valor
contra el inocente hijo
el cuchillo levantó:
uno tuvo, muchos tienes,
inocente fue, Amón, no.
TAMAR:
A Dios sirvió así Abraham,
así servirás a Dios.
Véncete, Rey, a ti mismo:
la justicia a la pasión
se anteponga, que es más gloria
que hacer piezas un león.
Hermanos, pedid conmigo
justicia. Bello Absalón,
un padre nos ha engendrado,
una madre nos parió.
A los demás no les cabe
de mi deshonra y baldón
sino sola la mitad
mis medios hermanos son.
Vos lo sois de padre y madre:
entera satisfacción
tomad, o en eterna afrenta
vivid sin fama desde hoy.
Padre, hermanos, israelitas,
cielos, astros, luna, sol,
brutos, peces, aves, fieras,
elementos cuantos sois,
justicia os pido a todos de un traidor
de su ley y su hermana violador.
tu hija, Rey, y su hermana,
DAVID:
Alzad, mi Tamar, del suelo.
Llamadme al príncipe Amón.
¿Esto es, ¡cielos!, tener hijos?
Mudo me deja el dolor:
lágrimas serán palabras
que expliquen al corazón.
Rey me llama la justicia,
padre me llama el amor,
uno obliga y otro impele:
¿cuál vencerá de los dos?
ABSALÓN:
Hermana... (¡nunca lo fueras!),
da lugar a la razón,
pues no se halla en la venganza
medio que enmiende el error.
Amón es tu hermano y sangre;
a sí mismo se afrentó:
puertas adentro se quede
mi agravio y tu deshonor.
Mi hacienda está en Efraín,
granjas tengo en Balhasor,
casas fueron de placer,
ya son casas de dolor.
Vivirás conmigo en ellas,
que mujer sin opinión
no es bien que en la corte habite
muerta su reputación.
Vamos a ver si los tiempos
tan sabios médicos son
que con remedio de olvidos
den alivio a tu dolor.
TAMAR:
Bien dices: viva entre fieras
quien entre hombres se perdió;
que, a estar con ellas, es cierto
que no muriera mi honor. (Vase.)
ABSALÓN:
(Aparte.)
Incestüoso, tirano,
presto cobrará Absalón,
quitándote el reino y vida,
debida satisfacción. (Vase.)
ADONÍAS:
A tan portentoso caso
no hay palabras, no hay razón
que aconsejen y consuelen.
Triste y confuso me voy.
(Vase.)
SALOMÓN:
(Aparte.)
La infanta es hermana mía,
del príncipe hermano soy,
la afrenta de Tamar siento,
temo el peligro de Amón.
El Rey es santo y prudente,
el suceso causa horror:
más vale dar con el tiempo
lugar a la admiración. (Vase.)
(Quédase DAVID solo y sale AMÓN.)
AMÓN:
(Aparte.)
El Rey mi señor me llama:
¿iré ante el Rey mi señor?
¿Su cara osaré mirar
sin vergüenza ni temor?
Temblando estoy a la nieve
de aquellas canas; que son
los pecados frías cenizas
del fuego que encendió amor.
¡Qué ambicioso antes del vicio
anda siempre el pecador!,
y en pecando ¡qué cobarde!
DAVID:
Príncipe...
AMÓN:
A tus pies estoy.
DAVID:
(Aparte.)
(No ha de poder la justicia
aquí más que la afición.
Soy padre. También soy rey.
Es mi hijo. Fue agresor.
Piedad sus ojos me piden,
la infanta satisfacción.
Prenderéle en escarmiento
deste insulto. Pero no.
Levántase de la cama:
de su pálido color
sus temores conjeturo.
Pero ¿qué es de mi valor?
¿Qué dirá de mi Israel
con tan necia remisión?
Viva la justicia, y muera
el príncipe violador). (Alto.)
Amón...
AMÓN:
Amoroso padre
DAVID:
(Aparte.)
(El alma me traspasó.
¡Padre amoroso me llama!
Socorro pide a mi amor.
Pero muera). (Alto.)
¿Cómo estáis?
AMÓN:
Piadoso padre, mejor. (Sale ABSALÓN al paño.)
DAVID:
(Aparte.)
En mirándole, es de cera
mi enojo deshecho al sol.
Adulterio y homicidio
siento tal, me perdonó
el justo Juez, porque dije
un pequé de corazón.
Venció en Él a la justicia
la piedad; su imagen soy:
el castigo es mano izquierda,
mano derecha el perdón;
pues sea izquierdo el defecto. (Alto.)
Mirad, príncipe, por vos,
cuidad de vuestro regalo. (Aparte.)
¡Ay prenda del corazón! (Vase.)
AMÓN:
¡Oh poderosas hazañas
del amor, único Dios,
que hoy a David han vencido,
siendo Rey y vencedor!
Que mirase por mí dijo;
tiernamente me avisó;
el castigo del prudente
es la tácita objeción.
Temió darme pesadumbre:
por entendido me doy.
Yo pagaré amor tan grande
con no ofenderle desde hoy.
(Vase.)
ABSALÓN:
¡Que una razón no le dijo
en señal de sus enojos!
¡Ni un severo mirar de ojos!
Hija es Tamar si él es hijo.
Mas no importa; que yo elijo
la justa satisfacción;
que a mi padre la pasión
de amor ciega: pues no ve,
con su muerte cumpliré
su justicia y [mi] ambición.
No es bien que reine en el mundo
quien no reina en su apetito:
en mi dicha y su delito
todo mi derecho fundo.
ABSALÓN:
Si yo soy del Rey segundo,
ya por sus culpas primero,
hablar a mi padre quiero
y del sueño despertalle
con que ha podido hechizalle
Amor, siempre lisonjero. (Estará una corona sobre un bufete.)
Allí está. Pero ¿qué es esto?
¿La corona en una fuente
con que ciñe la real frente
mi padre, grave y compuesto?
La mesa el plato me ha puesto
que ha tanto que he deseado:
debo de ser convidado.
Si el reinar es tan sabroso
como afirma el ambicioso,
no es de perder tal bocado.
Amón no os ha de gozar,
cerco en que mi gusto encierro;
que sois de oro, y fue de hierro
el que deshonró a Tamar. (Toma la corona.)
Mi cabeza quiero honrar
con vuestro círculo bello;
mas rehusaréis el hacello,
pues aunque en ella os encumbre,
temblaréis de que os deslumbre
el oro de mi cabello. (Pónesela.)
ABSALÓN:
Bien está: vendréisme así
nacida, y no digo mal,
pues nací de sangre real,
y vos nacéis para mí.
¿Sabréos yo merecer? Sí.
¿Y conservaros? También.
¿Quién hay en Jerusalén
que lo estorbe? Amón. Matalle. (Al paño DAVID.)
Mi padre querrá vengalle.
Matar a mi padre...
DAVID:
¿A quién?
ABSALÓN:
(Aparte.)
(¡Ah cielos!) A quien no es
vasallo de Vuestra Alteza. (Arrodíllase.) (Sale DAVID.)
DAVID:
Con corona en la cabeza
no dices bien a mis pies.
ABSALÓN:
Pienso heredarte después
que anda el príncipe indispuesto.
DAVID:
Hástela puesto muy presto:
no serás sucesor suyo,
que desa corona arguyo
que, como llega a valer
un talento, es menester
mayor talento que el tuyo.
En fin, ¿me quieres matar?
ABSALÓN:
¿Yo?
DAVID:
¿No acabas de decillo?
ABSALÓN:
Si llegaras bien a oíllo
mi amor habías de premiar.
Si es que llegara a reinar
dije, hoy en Jerusalén,
mi enojo probara quien
fama por traidor adquiere
y, por ser tirano, quiere
matar a mi padre.
DAVID:
Bien.
Pues, ¿quién hay a quien le cuadre
tal título?
ABSALÓN:
Pienso yo
que el que a su hermana forzó
también matará a su padre.
DAVID:
Por ser los dos de una madre
contra Amón te has indignado;
pues ten por averiguado
que quien fuere su enemigo
no ha de tener paz conmigo.
ABSALÓN:
Sin razón te has enojado.
Sólo yo te hallo cruel.
DAVID:
¿Qué mucho, si tú lo estás
con Amón?
ABSALÓN:
No le ama más
que yo nadie en Israel;
antes, gran señor, con él
y los príncipes, quisiera
que Vuestra Alteza viniera
al esquilmo que ha empezado
en Balhasor mi ganado,
y que esta merced me hiciera.
Tan lejos de desatino
y venganzas necias vengo,
que allí banquete prevengo
de tales personas dino.
Honre nuestro vellocino
vuestra presencia, señor,
y divierta allí el dolor
que le causa este suceso:
conocerá que intereso
en granjear sólo su amor.
DAVID:
Tú fueras el fénix del
si estas cosas olvidaras
y al príncipe perdonaras
no vil Caín, sino Abel.
ABSALÓN:
Si hiciere memoria del,
plegue a Dios que me haga guerra
cuanto el sol dorado encierra,
y contra ti rebelado,
de mis cabellos colgado
muera entre el cielo y la tierra.
DAVID:
Si eso cumples, mi Absalón,
mocedades te perdono:
con los brazos te corono,
que mejor corona son.
ABSALÓN:
En mis labios tus pies pon,
y añade a tantas mercedes,
porque satisfecho quedes,
señor, el venir a honrar
mi esquilmo, pues da lugar
la paz, y alegrarte puedes.
DAVID:
Harémoste mucho gasto:
no, hijo, guarda tu hacienda.
El reino pide que atienda
la vejez que en canas gasto.
ABSALÓN:
Pues a obligarte no basto
a esta merced, da licencia
que, supliendo tu presencia
Adonías, Salomón,
hagan, yendo con Amón,
de mi amor noble experiencia.
DAVID:
¿Amón? Eso no, hijo mío.
ABSALÓN:
Si melancólico está,
sus penas divertirá
el ganado, el campo, el río.
DAVID:
Temo que algún desvarío
dé nueva causa a mi llanto.
ABSALÓN:
De la poca fe me espanto
que tiene mi amor contigo.
DAVID:
La experiencia en esto sigo;
que cuando con el disfraz
viene el agravio de paz
es el mayor enemigo.
ABSALÓN:
Antes el gusto y regalo
que he de hacelle ha de abonarme:
en esto pienso esmerarme.
DAVID:
Nunca el recelar fue malo.
ABSALÓN:
¡Plegue al cielo que sea un palo
alguacil que me suspenda,
cuando yo al príncipe ofenda!
No me alzaré de tus pies,
padre, hasta que a Amón me des. (De rodillas.)
DAVID:
Del alma es la mejor prenda;
pero en fe de que me fío
de ti, yo te lo concedo.
ABSALÓN:
Cierto ya de tu amor quedo. (Aparte.)
DAVID:
¿De qué dudáis, temor frío?
ABSALÓN:
Voyle a avisar.
DAVID:
Hijo mío,
al olvido agravios pon.
ABSALÓN:
No temas.
DAVID:
¡Ay mi, Absalón!
Lo mucho que te amo pruebas.
ABSALÓN:
Adiós.
DAVID:
Mira que me llevas
la mitad del corazón. (Vanse.) (Salen TAMAR, y TEUCA cubiertos los rostros, y algunos PASTORES cantando.)
PASTORES:
Al esquilmo ganaderos,
que balan las ovejas y los corderos.
Ganaderos, a esquilar,
que llama a los pastores el mayoral.
PASTOR 1.º:
Dichosas serán desde hoy
las reses que en el Jordán
cristales líquidos beben,
y en tomillos pacen sal.
Ya con vuestra hermosa vista
yerba el prado brotará,
por más que la seque el sol,
pues vos sus campos pisáis.
¿De qué estáis tan dolorosa,
hermosísima Tamar,
pues con vuestros ojos bellos
estos montes alegráis?
Si dicen que está la corte
doquiera que el Rey está
y vos sois reina en [belleza],
la corte es ésta, no hay más.
Ea, infanta, entreteneos
y esa hermosura mirad
en las aguas, que os ofrecen
por espejo su cristal.
TAMAR:
Temo de mirarme en ellas.
PASTOR 1.º:
Si es por no os enamorar
de vos misma, bien hacéis:
un ángel os trajo acá.
Pero asomaos con todo eso:
veréis cómo os retratáis
en la tabla deste río,
si en ella vos os miráis;
y haréis un cuadro valiente,
que, porque le guarnezcáis,
las flores de oro y azul
de marco le servirán.
Honradla, miraos en ella.
TAMAR:
Aunque hermosa me llamáis,
tengo una mancha afrentosa:
si la veo, he de llorar.
PASTOR 1.º:
¿Mancha tenéis? Y aun por eso,
que aquí los espejos que hay,
si mancha muestran, la quitan,
enseñando a la amistad.
Allá los espejos son
sólo para señalar
faltas que, viéndose en vidrio,
con ellas en rostro dan.
Acá son espejos de agua,
que a los que a mirarse van,
muestran la mancha y la quitan
en llegándose a lavar.
TAMAR:
Si agua esta mancha quitara,
harta agua mis ojos dan:
sólo a borralla es bastante
la sangre de un desleal.
PASTOR 1.º:
No vi en mi vida tal muda:
miel virgen afeita acá;
que ya hasta las caras venden
postiza virginidad.
¿Son pecas?
TAMAR:
(Aparte.)
Pecados son.
PASTOR 1.º:
Cubridlas con solimán.
TAMAR:
No queda, pastor, por eso:
toda yo soy rejalgar.
PASTOR 1.º:
¿Es algún lunar acaso
que con la toca tapáis?
TAMAR:
(Aparte.)
No se muda cual la luna.
No es la deshonra lunar.
PASTOR 1.º:
Pues sea lo que se fuere,
pardiez, que hemos de cantar
y aliviar la pesadumbre,
que es locura lo demás.
Pero Teuca viene allí,
y pienso que de cortar
unas flores del jardín.
TAMAR:
Todo es tristeza y pesar. (Trae TEUCA unas flores en un cestillo.)
PASTOR 1.º:
Teuca, aunque te descubras,
segura puedes estar
de que el sol no ha de abrasarte;
bien te conoce de allá.
TEUCA:
Todas estas flores bellas
a la primavera he hurtado;
que, pues de amor son traslado,
competir podéis con ellas.
Lleno viene este cestillo
de las más frescas y hermosas
hierbas, jazmines y rosas,
desde el clavel al tomillo.
Aquí está la manutisa,
la estrellamar turquesada,
con la violeta morada
que amor, porque fue, la pisa.
Tomaldos, que son despojos
del campo, y juntad con ellos
labios, aliento y cabellos,
pecho, frente, cejas y ojos.
(Dale un ramillete [a TAMAR].)
TAMAR:
Todas las que abril esmalta
pierden en mí su color,
amiga, porque la flor
que más me importa me falta.
TEUCA:
¡Qué presto te has de vengar!
TAMAR:
Ese es todo mi consuelo,
y si no, trágueme el suelo.
TEUCA:
Bien te puedes consolar.
PASTOR 1.º:
Alegráos, ¿en qué pensáis?
TAMAR:
Me parece que han venido
los príncipes que han querido
honrarnos hoy.
PASTOR 1.º:
¿Qué aguardáis?
Mientras el convite pasa,
al soto apacible vamos
y de flores, hierba y ramos
entapicemos la casa.
PASTOR 2.º:
Tiene Cardenio razón:
démonos prisa, pastores;
pero ¿qué ramos y flores
hay como ver a Absalón? (Vanse [los PASTORES].)
TAMAR:
Teuca, vámonos de aquí.
TEUCA:
¿Para qué? Bien disfrazada
estás.
TAMAR:
Di mal injuriada
¡No puedo caber en mí! (Salen ABSALÓN, ADONÍAS, SALOMÓN, AMÓN, AQUITOFEL y JONADAB, de caza.)
AMÓN:
Bello está el campo.
ABSALÓN:
Es el mayo
el [mes] galán, todo es flor.
JONADAB:
A lo menos labrador,
según ajirona el sayo.
AMÓN:
Oye, que hay aquí serranas.
JONADAB:
Y no de mal talle y brío.
ABSALÓN:
De mi hacienda son, y os fío
que envidian las cortesanas
el aseo y hermosura.
AMÓN:
Bien haya quien la belleza
debe a la Naturaleza,
no al afeite y compostura.
ABSALÓN:
Esta es mujer tan curiosa,
que de lo futuro avisa,
tiénenla por fitonisa
estos rústicos.
SALOMÓN:
¿Y es cosa
de importancia?
AMÓN:
Desta gente
hacer caso es vanidad;
tal vez dirá una verdad
y después mil veces miente
Mas, ¿por qué están embozadas?
ABSALÓN:
Es una hermosa pastora
la una que injurias llora
y la imitan las criadas.
JONADAB:
Ella tiene buena flema.
AMÓN:
¿No la veremos?
ABSALÓN:
No quiere,
mientras sin honra estuviere,
descubrirse.
JONADAB:
¡Lindo tema!
AMÓN:
Ahora bien, con vos me entiendo.
Llegáos, mi serrana, acá.
TEUCA:
Su Alteza pretenderá
y después iráse huyendo.
AMÓN:
Bien parecéis, adivina.
Llena de flores venís.
¿Por qué no las repartís
si el ser cortés os inclina?
TEUCA:
Estos prados son teatro
que representa a Amaltea;
mas porque queja no sea
a cada cual de los cuatro
tengo de dar una flor.
AMÓN:
¿Y esotra serrana en duda
tal? ¿Cómo no habla?
TEUCA:
Está muda.
AMÓN:
¿Mudas hay acá?
TEUCA:
De honor.
AMÓN:
¿Hay honor entre villanas?
TEUCA:
¡Y cómo! Más firme está;
que no hay príncipes acá
ni fáciles cortesanas.
Pero dejémonos desto,
y va de flor. (Saca las flores.)
AMÓN:
¿Cuál me cabe?
TEUCA:
Esta azucena süave. (Dale una azucena y una espadaña.)
AMÓN:
Eso es tratarme de honesto.
TEUCA:
Yo sé que olerla os agrada;
pero no la deshojéis,
que la espadaña que véis
tiene la forma de espada:
y aquesos granillos de oro,
aunque a la vista recrean,
manchan si los manosean,
porque estriba su tesoro
en ser intactos: dejaos,
Amón, de deshojar flor
con espadañas de amor,
y si la ofendéis, guardáos.
AMÓN:
Yo estimo vuestro consejo. (Aparte.)
(Demonio es esta mujer.)
SALOMÓN:
¿Qué te ha dicho?
AMÓN:
No hay que hacer
caso; por loca la dejo.
ADONÍAS:
¿Qué flor me cabe a mí?
TEUCA:
Extraña:
espuela de caballero.
ADONÍAS:
Bien por el nombre la quiero.
TEUCA:
A veces la espuela daña.
ADONÍAS:
Diestro soy.
TEUCA:
Sí, lo sois harto;
pero guardaos, si os agrada,
de una doncella casada.
No os perdáis por picar alto.
ADONÍAS:
No os entiendo.
ABSALÓN:
Yo me quedo
postrero; id, hermano, vos.
SALOMÓN:
(Aparte.)
(Confusos quedan los dos.) (Alto.)
Si acaso obligaros puedo
más conmigo os declarad.
TEUCA:
Esta es corona de rey,
flor de vista, olor y ley:
sus propiedades gozad;
que, aunque rey seréis espejo
y el mayor de los mejores,
temo que os perdáis por flores
de amor, si sois mozo viejo.
¡Buena flor!
JONADAB:
¡Con su pimienta!
ABSALÓN:
¿Cuál me cabe a mí?
TEUCA:
El narciso.
ABSALÓN:
Ese a sí mismo se quiso.
TEUCA:
Pues tened, Absalón, cuenta
con él, y no os queráis tanto,
que de puro engrandeceros,
estimaros y quereros,
de Israel seréis espanto.
Vuestra hermosura enloquece
a toda vuestra nación:
narciso sois, Absalón,
que también os desvanece.
Cortaos esos hilos bellos,
que si los dejáis crecer
os habréis presto de ver
en lo alto por los cabellos.
ABSALÓN:
(Al oído a TEUCA.)
Teuca, advierte que sí en alto
por los cabellos me veo,
yo premiaré tu deseo,
y a Israel daré un asalto. (Vase TEUCA.)
AMÓN:
Confusos hemos quedado.
JONADAB:
Príncipes, alto; a comer.
ABSALÓN:
(Aparte.)
Sobre el trono me he de ver
de mi padre coronado.
Muera en el convite Amón,
quede vengada Tamar,
dé la corona lugar
a que la herede Absalón.
(Vase.) (Sale un PASTOR.)
PASTOR:
La comida, que se enfría,
a Vuestras Altezas llama.
AMÓN:
De aquesta serrana dama
ver la cara gustaría;
que me tiene en confusión.
ADONÍAS:
No nos hagas esperar.
(Vase.)
JONADAB:
Yo no me quiero quedar,
que como con Absalón. (Vase.)
AMÓN:
Yo, serrana, estoy picado
de esos ojos lisonjeros
que deben de ser fulleros
pues el alma me han ganado.
¿Queréisme vos despicar?
TAMAR:
Os cansará el juego presto,
y, en ganando el primer resto,
luego os querréis levantar.
AMÓN:
¡Buenas manos!
TAMAR:
De pastora.
AMÓN:
Dadme una.
TAMAR:
Será en vano
dar mano a quien da de mano
y, ya aborrece, ya adora.
AMÓN:
Llegaréla yo a tomar
pues su hermosura me esfuerza.
TAMAR:
¿A tomar? ¿Cómo?
AMÓN:
Por fuerza.
TAMAR:
¡Qué amigo sois de forzar!
AMÓN:
Basta, que aquí todas dais
en adivinas.
TAMAR:
Queremos
estudiar cómo sabremos
burlaros, pues que burláis.
AMÓN:
¿Flores traéis vos también?
TAMAR:
Cada cual, humilde y alta,
busca aquello que le falta.
AMÓN:
Serrana, yo os quiero bien:
dadme una flor.
TAMAR:
¡Buen floreo
os traéis! Creed, señor,
que hasta perder yo una flor
no sintiera el mal que veo.
AMÓN:
Una flor he de tomar.
TAMAR:
Flor de Tamar, diréis bien.
AMÓN:
Forzaréos, dalda por bien.
TAMAR:
¡Qué amigo sois de forzar!
AMÓN:
Destapaos.
TAMAR:
No puede ser
AMÓN:
Ya te digo que he de verte.
TAMAR:
Aparta.
AMÓN:
(Vala a descubrir.)
Pues desta suerte
lo has de hacer. Vete, mujer. (Destápala.)
¡Ay cielos! ¡Monstruo! ¿Tú eres?
¿Quién los ojos se sacara
primero que te mirara,
afrenta de las mujeres?
Voyme y pienso que sin vida,
que tu vista me mató.
No esperaba, ¡cielos!, yo
tal principio de comida. (Vase.)
TAMAR:
Peor postre te han de dar,
bárbaro, crüel, ingrato,
pues será el último Plato
la venganza de Tamar.
Amón, ya ha llegado el día
en que tu muerte has de ver,
que agraviada una mujer...
(Dentro SALOMÓN.)
SALOMÓN:
¡Hay tan grande alevosía! (Dentro ABSALÓN.)
ABSALÓN:
La comida has de pagar
dándote muerte, villano. (Dentro.)
AMÓN:
¿Por qué me matas, hermano? (Dentro)
ABSALÓN:
Por dar venganza a Tamar. (Descúbrese un mesa con un aparador de plata, y los manteles revueltos, AMÓN echado sobre ella con una servilleta, ensangrentado.)
Para ti, hermana, se ha hecho
el convite: aqueste plato
aunque de manjar ingrato,
nuestro agravio ha satisfecho:
hágate muy buen provecho.
Bebe su sangre, Tamar;
procura en ella lavar
tu fama hasta aquí manchada.
Caliente está; tú, vengada,
fácil la puedes sacar.
A Gesur huyendo voy,
que es su rey mi abüelo y padre
de nuestra injuriada madre.
TAMAR:
Gracias a los cielos doy,
que no lloraré desde hoy
mi agravio, Absalón valiente.
Ya podré mirar la gente
resucitando mi honor,
que la sangre del traidor
es blasón del inocente.
Quédate, bárbaro, ingrato,
que en venta lo tiene puesto
su sepulcro el deshonesto
en la mesa, taza y plato.
ABSALÓN:
Heredar el reino trato.
TAMAR:
Guíente los cielos bellos.
ABSALÓN:
Amigos tengo, y por ellos
como dijo Teuca ayer,
todo Israel me ha de ver
en alto por los cabellos.
(Vanse, cúbrese la apariencia, y sale DAVID.)
DAVID:
¡Amón, príncipe, hijo mío!
¿Eres tú? Pide al deseo
albricias, que los instantes
juzgo por siglos eternos.
Amón mío, ¿dónde estás?
Deshaga al temor los hielos
el sol de tu cara hermosa,
recobre su vista un ciego.
¿Si se habrá Absalón vengado?
¿Si habrá sido, como temo,
ingrato Absalón conmigo?
Pero no, que el juramento
ha de cumplir, yo lo fío,
y es su hermano, por lo menos.
¡Oh!, ¿qué hago de discurrir?
La sangre hierve sin fuego.
Mas, ¡ay!, que es sangre heredada
y Amón culpado en efecto.
Absalón ¿no me juró
no agraviarle? ¿De qué temo?
Pero el amor y el agravio
nunca guardan juramento.
La esperanza y el temor
en este confuso pleito
alegan en pro y en contra;
sentenciad en favor, cielos.
Caballos se oyen, ¿Si son
mis amados hijos éstos?
Alma, asomaos a los ojos:
ojos, abríos para verlos:
grillos, echad el temor
a los pies, cuando el deseo
se arroja por las ventanas.
¡Hijos!
(Salen ADONÍAS y SALOMÓN.)
ADONÍAS:
¡Señor!...
DAVID:
¿Venís buenos?
¿Qué es de vuestros dos hermanos
Amón y Absalón? ¿Qué es esto?
¿Cómo no me respondéis?
¿Calláis? Siempre fue el silencio
embajador de desgracias.
¿Lloráis? Hartos mensajeros
mis sospechas certifican:
no eran vanos mis recelos.
¿Mató Absalón a su hermano?
SALOMÓN:
Sí, señor.
DAVID:
¡Pierda el consuelo
la esperanza de volver
al alma, pues a Amón pierdo!
¡[Tome] eterna posesión
el llanto, porque es eterno,
de mis infelices ojos,
hasta que los deje ciegos!
¡Lástimas hable mi lengua!
¡No escuchen sino lamentos
mis oídos lastimosos!
¡Ay mi Amón! ¡Ay mi heredero!
Búsquese luego a Absalón,
marchen ejércitos luego
a buscarle.
ADONÍAS:
Señor, mira
DAVID:
No hay que aconsejarme en esto.
¡Ay Amón del alma mía!
Tú y Absalón me habéis muerto.