Los huevos

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FÁBULA XII.
Los Huevos.

Mas allá de las Islas Filipinas
Hai úna que ni sé cómo se llama,
Ni me importa saberlo, donde es fama
Que jamas hubo casta de gallinas,
Hasta que allá un Viagero
Llevó por accidente un gallinero.
Al fin tal fué la cría, que ya el plato
Mas comun y barato
Era de huevos frescos; pero tódos
Los pasaban por agua (que el Viajante
No enseñó a componerlos de otros modos.)
Luego de aquella tierra un Habitante
Introduxo el comerlos estrellados.
De qué elogios se oyeron á porfía
De su rara y fecunda fantasía!
Ótro discurre hacerlos escalfados....

¡Pensamiento feliz!... Ótro, rellenos....
¡Ahora sí que están los huevos buenos!
Uno después inventa la tortilla;
Y tódos claman ya ¡qué marabilla!
No bien se pasó un año,
Quando otro dixo: sois unos petates;
Yo los haré revueltos con tomates:
Y aquel guiso de huevos tan estraño,
Con que toda la Isla se alborota,
Hubiera estado largo tiempo en uso,
A no ser porque luego los compuso
Un famoso Estrangero á la Hugonota.
Esto hicieron diversos Cocineros;
Pero ¡qué condimentos delicados
No añadieron después los Reposteros!
Moles, dobles, hilados,
En caramelo, en leche,
En sorbete, en compota, en escabeche.
Al cabo tódos eran inventores,
Y los ultimos huevos los mejores.

Mas un prudente Anciano
Les dixo un dia: Presumís en vano
De esas composiciones peregrinas.
¡Gracias al que nos traxo las gallinas!
¡Tantos Autores nuevos
No se pudieran ir a guisar huevos
Mas allá de las Islas Filipinas?