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Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo I

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO SEGUNDO.



CAPITULO PRIMERO

HECHOS DE CUBLAI KAN.

Empezaré á referiros los hechos del gran Kan que ahora gobierna, llamado Cublai Kan, que quiere decir en nuestra lengua senor de señores, título que le corresponde por justicia, porque ninguno es más potente de vasallos, de dominios y de tesoros en el mundo, ni ha habido otro como él desde Adam.

Sabed que procede en línea recta de la estirpe imperial de Gengis Kan, de cuya estirpe deben ser siempre los señores de los Tártaros, y es el sexto de ella. Comenzó á reinar en el año de Cristo 1256, y le correspondió la señoría por su valor y su prudencia, mayores que la de los hermanos y parientes que se le oponían. Dió principio á su reinado cuando tenía cuarenta y dos años, y al presente, que es el 1298, debe tener ochenta y cinco. Antes de ser soberano anduvo muchas veces en guerra, porque era valentísimo soldado y gran capitan; pero desde que reina no ha estado más que una, en 1286, por el motivo que diré.

Naian, sobrino de Cublai Kan y señor de cuatrocientos mil jinetes y de muchas provincias, aunque feudatario de Cublai, se ensoberbeció al verse con tanto poder, y se propuso despojar del imperio á su tio. A este efecto se concertó con Caidu, tambien señor muy poderoso, sobrino y rebelde al gran Kan, para que, juntos los dos, pudiesen destronar á su comun soberano. Caidu aceptó las proposiciones, dispuso su ejército de eien mil jinetes, y unido á Naian empezaron la guerra.

Cublai, sabedor de todo, no se desanimó; ántes bien, apercibiéndose á la defensa, dije que no merecía su dignidad si no castigaba de muerte á aquellos dos traidores. Preparó las cosas tan sigilosamente en el espacio de doce dias, que nadie supo nada fuera de los de su Consejo. Reunió 300.000 jinetes ypeones, escaso ejercito para él, porque no representaba otra cosa que las fuerzas que tenía más inmediatas, pues las otras estaban en expediciones lejanas y no había tiempo para llamarlas: los 300.000 ginetes eran halconeros y otras personas de de la corte. Organizado este ejército, llamó el Kan á los astrólogos para preguntarles de quien sería la victoria, y ellos le contestaron que haría del enemigo lo que quisiera.

Inmediatamente emprendió la marcha con sus tropas, y en veinte jornadas (el camino era de treinta) se puso tan inopinadamente cerca de la llanura donde estaba Naian conjinetes, que ninguno de los exploradores de éste le pudo avisar con tiempo.

Llegado el amanecer del dia en que iba á trabarse la batalla, subió el gran Kan sobre una altura que dominaba al llano.

Allí, y desde un palanquin sostenido por cuatro elefantes, enarboló su bandera de modo que podía ser vista desde todas partes: ordenó sus soldados en divisiones de áhombres cada una, y con clias rodeó el campamento de Naian, disponiendo que cada jinete llevara un peon armado de lanza. Al ver aquella repentina aparicion, los rebeldes se quedaron atónitos; pero luego corrieron á las armas para resistir la acometida.

Antes de empezar la lucha, los adversarios comenzaron á cantar en alta voz y á tañer instrumentos, porque es costumbre de los Tártaros que, áun cuando estén apercibidos para el combate, no entran en él hasta que no se oye el sonido de los timbales del general. Así que fué dada la señal por éstos, los dos ejércitos corrieron el uno contra el otro, y empezaron á ofenderse cruelmente: debo deciros que Naian era cristiano bautizado, y que llevaba la Cruz de Cristo en sus banderas. La batalla fué ruda y de las más dudosas de que se haya oido hablar. Murieron tantos de una parte y de otra, que parecería maravilla si se dijera. Duró hasta el medio dia, hora en que se declaró por Cublai Kan. Naian pudo escaparse al pronto, pero luego cayó prisionero: sus magnates y sus soldados se entregaron á merced del vencedor.

Cuando el Kan supo que su sobrino había caido prisionero, dispuso que muriera del siguiente modo: que arrollado en una alfombra, se le sacudiese contra toda clase de objetos hasta concluir, porque no quería que la sangre imperial fuese vertida en tierra, y que ni áun el sol ó el aire la viesen.

Despues de la batalla, los capitanes y las gentes rebeldes bicicron acatamiento al Kan y le juraron fidelidad: representaban los primeros cuatro las provincias de Georgia, Cansi, Barscol y Sichigui. Todas las gentes que tomaron parte en la batalla, sarracenos, idólatras, y otros que no creen en Dios, se mofaban de la Cruz que habia en las banderas de Naian, diciendo á los cristianos: «Hé aquí cómo ha ayudado la Cruz de vuestro Dios á Naian! ¡Y sin embargo, era cristiano.» Tanto alborotaron, que llegó á oidos de Cublai, el cual envió á llamar á los cristianos y les consoló diciendo: «Si la Cruz de vuestro Dios no ha servido á Naian, ha sido con justa causa. Vuestro Dios es bueno y no quiere más que lo justo; así es que no podía ayudar á un traidor y desleal á su soberano.» Los cristianos respondieron: «Scñor, teneis razon: la Cruz no protege á los traidores: Naian ha tenido lo que merecía. » Regresó Cublai, vencedor, á su palacio de Cambalue donde se celebraron grandes fiestas. Cuando Caidu supo lo acaecido á Naian, temió padecer la misma suerte.

Ya he dicho que sólo una vez salí á campaña Cublai, y esto por lo señalado y especial del caso: despues confió siempre estas empresas á sus hijos y dignatarios.