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Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo XXXV

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XXXV.

ZARDANDAN.

A cinco jornadas de la anterior, de habitantes idólatras y sometidos al gran Kan.

La capital se llama Uncian. Los hombres y las mujeres se cubren los dientes con planchuelas de oro hechas á medida. Ellos son muy guerreros y no piensan más que en batallar y cazar; ellas cuidan de la casa y de los esclavos hechos en la guerra. Cuando una mujer ha parido, despues que han lavado y arropado al rorro, lo entregan al padre, el cual permanece con su hijo cuarenta dias sin levantarse, como no sea por necesidad. Los parientes y amigos acuden á visitarle y á distraerle, porque dicen que la mujer ya se ha fatigado bastante con llevar al niño nueve meses, y que justo es que el padre se tome tambien el trabajo de cuidarlo: la madre se levanta así que ha parido, atiende á todos los menesteres de la casa y sirve al esposo. Comen en aquel país carne cruda ó cocida y arroz cocido con carne ú otros alimentos. El vino lo hacen del grano últimamente dicho, mezclándolo con especias, y es muy bueno. Emplean monedas de oro y tambien porcelanas: cada dos dracmas de oro valen diez de plata, porque las minas de este metal más próximas están á cinco meses de distancia: la traen los mercaderes y la cambian por oro ganando mucho. No conocen ídolos ni poseen templos: adoran al mayor de la familia, diciendo que de él han salido todos. Desconocen la escritura, y nada tiene de extraño, porque es país muy remoto, situado entre bosques y montañas, y de clima muy insalubre durante el estío, por lo que es poco frecuentado.

Sus contratos los consignan por medio de tablillas cuadradas ó redondas, que parten por la mitad quedándose ambos contratantes con un pedazo, despues de haber hecho dos ó tres entalladuras en ellos: en el momento del pago, el comprador hace que le devuelvan el otro pedazo. Las tres provincias de Jaci, Caraghian y Uncian no tienen médicos: se valen en caso de enfermedad de encantadores diabólicos y de magos poscidos de espíritus. Cuando un enfermo acude á este recurso, el curandero empieza á cantar, á tañer instrumentos y á bailar, hasta que cae en tierra espumante; entónces el diablo ha entrado en el cuerpo del curandero. Los otros magos le preguntan por el mal del enfermo, y el poseido contesta que todo procede de haber desplacido á un espíritu. Los magos vuelven á rogarle que perdone al doliente y que, en vez de su sangre, tome otra cosa: al cabo de muchas palabras y de muchas súplicas contesta el espíritu que no quiere perdonar, si es que el enfermo ha de morir; mas, si ha de restablecerse, que tomen dos ó tres carneros de cabeza negra, algunas bebidas exquisitas y que con todo ello hagan un sacrificio á tal ídolo ó á tal espíritu: oida la respuesta, los parientes del enfermo hacen cuanto en ella se dice, y á luégo, reunidos todos los que han tomado parte en la ceremonia y dispuestos los carneros y las bebidas, empieza la fiesta, derraman sangre de carnero y bebidas, que man madera de aloe é iluminan la casa.

Hecho esto, uno de los magos se cae en tierra y los demas le preguntan si el enfer mo curará. Responde el espíritu que no, y que hay que practicar algo más: cumplen el mandato del espíritu, y cntónces éste declara que, habiendo sido hecho todo en regla, el enfermo sanará. Inmediatamente los magos y mujeres poscidos se comen los carneros y consumen las bebidas en medio de la mayor algazara, y retirándose á sus casas el enfermo se cura en el acto.