Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo XXXVI
CAPITULO XXXVI.
En el año 1282 de Cristo, el gran señor envió un ejército á Uncian y á Caraghian para que protegiese de extranjeros á estos reinos, pues todavía no estaba declarado monarca Esantemar. Los reyes de Mien y de Bengala, ambos potentísimos y áun no sujetos al gran Kep, sabiendo del envío de aquel ejército, determinaron salirie al encuentro, para que en adelante adie entrase en las referidas comarcas. Hicieron grandes aprestos de guerra, entre ellos 2.000 elefantes, cada uno portador de una torre fortísi- ma de madera capaz de contener doce y áun dieciseis soldados, y además 60.000 peones y jinetes. Dispuesto todo, el rey de Mien se puso en marcha para sorprender el ejército del gran Kan, y al cabo de tres jornadas de camino llegó cerca del campamento de los tártaros.
Cuando el general de éstos recibió aviso del ejército que iba á combatirle no se des animó, á pesar de que no contaba más, que con 12.000 jinetes llamados Nescredin, soldados escogidos, valerosos y guiados por hábiles capitanes: reuniendo sus tropas y pensando en sacar partido de un bosque muy espeso que por allí cerca había, bajó al llano resuelto á defender el territorio.
Descansado ya el ejército de Mien, levantó el campo y se fué acercando al llano de Uncian, donde le esperaban los tártaros. Estando á una milla de distancia del enemigo, desplegó los clefantes y dispuso en buen órden sus soldados. Los contrarios, sin acobardarse, ántes bien, manifestando un valor á toda prueba, salieron á oponerse á la marcha de aquéllos; pero como los caballos tártaros no habían visto clefantes, se espantaron de tal modo que era imposible sujetarlos, y entre tanto los de Mien iban avanzando.
Vacilantes los tártaros acerca de lo que deberían hacer en vista del miedo de sus aballos, y temiendo que con esto iban á perder la batalla, el general ordenó que desmontaran todos los jinetes, y que atasen los caballos á los árboles del bosque: desde éste, y con los arcos, dispararon tantas flechas los tártaros sobre los clefantes, que los animales dieron á huir amedrentados, rompiendo ciegamente por todo, desorganizándolo todo con espantosa confusion. Viende cómo iban las cosas, los tártaros volvieron á montar en sus caballos y acometieron á los de Mien. Entonces tuvo lugar lo más horri ble de la batalla, porque el combate se hizo cuerpo á cuerpo, en medio de una gritería indes riptible, hasta que, por último, la vietoria se declaró en favor de los invasores. Se sostuvo la pelea hasta el medio dia. Cuando el rey de Mien y los suyos vieron el mal éxito de la batalla, temerosos de morir se entregaron á una precipitada fuga, en la que fueron seguidos y muertos muchos por el enemigo. Regresando éstos á su campo, empezaron á perseguir á los elefantes; pero no los podían coger y tuvieron que ayudarles los mismos prisioneros, que eran gentes conocidas para aquellos animales, porque ha beis de saber que los elefantes tienen más inteligencia que otras bestias. De este modo se pudieron recoger hasta doscientos, y desde entónces el gran Kan los ha introducido en sus ejércitos.