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Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo XXXVIII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XXXVIII.

MIEN.

Despues de 15 jornadas por la inhospitalaria tierra de que os he hablado, se entra en Mien, hermosa ciudad y capital del reino, cuyos habitantes son idólatras, vasallos del gran Kan, y hablan idioma propio.

Hubo en esta ciudad un rey poderoso y rico, el cual dispuso que sobre su sepulcro fuesen erigidas dos torres, una de oro y otra de lata, y en cumplimiento de esta órden se procedió á construir una, cubierta del primer metal, alta de diez pasos y de circunferencia proporcionada. La parte superior es redonda y está adornada de campanillas doradas que suenan cuando el viento las agita: la otra torre de plata es enteramente igual.

Hé aquí cómo conquistó el gran Kan esta provincia: Estando en su corte algunos acróbatas, les encargó que se apoderasen de Mien, para lo que les ayudaría con soldados.

Ellos aceptaron la invitacion, y poniéndose en camino con sus auxiliares, se hicieron dueños del país. Cuando vieron la torre de que he hablado, despacharon avisos al gran Kan advirtiéndole de aquella maravilla, y preguntándole si quería que las deshiciesen y le mandasen el oro y la plata. Como el gran Kan supiese que el rey constructor las había hecho levantar para la salvacion de su alma, respondió que prohibía su demolicion; cosa que nada tiene de extraño, por que los tártaros no tocan á nada de los muertos.

Hay en esta provincia elefantes, toros salvajes, ciervos, venados, cabras de várias el ses y abundancia de otros animales.