México, California y Arizona: 032
EL viaje nocturno de regreso en diligencia a Benson fue animado por más disparos a piedras. Escuché, entre otros, de las acciones del difunto Brazelton de Tucson, y en Tucson compré su fotografía, tomada, después de muerto, en su máscara y demás parafernalia de su oficio. Robaba diligencias por años mientras aparentemente trabajando tranquilamente como mozo en un corral. Finalmente fue rastreado a su destino a través de algunas marcas peculiares del caballo que montaba.
Uno de nuestros pasajeros recién se había recuperado de las heridas que recibió en una pelea de cartas con un mexicano, a quien había matado y ahora podía, con ayuda de morfina, a seguir su viaje hacia su casa en Nuevo México, los hombres del tren en Benson eran cautelosos de llevar sus linternas en el patio de depósito, un hábito que había surgido, parecía, entre los vaqueros de intentar apagar estos blancos móviles con revólveres a la distancia.
Parecía una cierta mansedumbre incluso en los Apaches tras este producto de civilización superior de los blancos. El principal grupo de prisioneros después del intento de masacre del comando del General Carr se encontraba preso en Campo Lowell, nueve millas al norte de Tucson. Había cuarenta y dos de ellos, con Sánchez, su jefe. Eran de características bastante regulares, y su expresión, con la pintura de guerra lavada, no amigable. Estaban esposados juntos en parejas, sus piernas también amarradas y ahora usaban camisetas ralladas gris y pantalones de algodón, los trapos que usaban al llegar se les había quitado. Su pelo largo y negro colgaba sobre sus oídos, no desaliñado, como los Yumas, pero partido suavemente en medio y cepillado hacia atrás. Algunos llevaban bandas rojas o pañuelos alrededor de sus cabezas.
Los sacaban por aire en las mañanas y les permitían sentarse en cuclillas bajo el sol en la orilla del agradable lugar de desfiles, flanqueado por una fila de sombreadas viviendas de oficiales. El aumento reciente ha sido el resultado de un delirio fanático. Un hombre de medicina les convenció de que había recibido una revelación de sacar a todos los blancos de la región. Tan pronto como el maíz estuviera maduro, dijo, sus hermanos muertos se levantarían a tomar armas para ayudarlos en el cumplimiento del decreto del cielo. Como muchos profetas no tuvo el coraje de sus convicciones. Aunque tomado el mismo por la tropas, dio la señal acordada para que empezara la masacre, diciéndole a su gente que se preocuparan por el, ya que resucitaría y se uniría a ellos en tres días.
El engaño al que gente de Arizona puede caer es disfrutar hablar de una manera sarcástica del ejército y su relación con los salvajes. Ellos solo harían poco trabajo de estos últimos, dicen, si tomaran el asunto en sus propias manos. Implican que el ejército no desea acabar con, o incluso totalmente doblegar, a los indios, sino preservarlos, como un suave estímulo al temor público, para acelerar ascensos y también proporcionar la ocasión para contratos de suministro rentables. Sin embargo, esto puede ser, parecería que después de la represión de la revuelta y la rápida penetración de ferrocarriles en el territorio, los indios ya no necesitan ser una influencia disuasiva de gran momento con colonos potenciales. Esta antigua fuente histórica de aprehensión parece estar abolida desde su último reducto.
Ocho millas al norte nos lleva a un rancho llamado
Termas de Fuller. Este es uno de los pocos lugares donde se ha hecho un comienzo de cultivo sistemático e interesante además como un típico centro de verano de Arizona. Hubo un huerto joven de veinticinco acres, resguardado por un rompe viento de tres filas de fresnos, haciendo muy bien en un suelo alcalino. Los edificios consistía en un número de casas de adobe sin pintar, cada uno de un solo cuarto grande y cómodo, techada con tiras de cactus. Había un "comedor de verano" hecho de palos de ocotillo, intervalos abiertos; y un "comedor de invierno," con paredes cerradas y una chimenea, en el que se quema madera por las mañanas y tardes. El manantial caliente, un agua clara y agradable, se dice que asemejan al inglés Harrogate, salía de debajo de una casa de baño, consistente en una tienda de lona con parches. Se hacía, mas abajo, un arroyo bonito, un estanque para el ganado y fuente de suministro para regar el huerto. Las montañas detrás del lugar, la Santa Catalinas, son como la Sierra Madre detrás de Los Ángeles. Son del mismo estilo aguda, pero mayor y más alta, formando aquí y allá castillos perfectos como los de Harlech, Trostberg o Rheinstein. Los bosques de pino de grandes dimensiones coronan una parte de sus cumbres. Sur y suroeste, a través de la amplia llanura, aparecen los Rincón y Santa Ritas con plata.
Hubo una fascinación en poder calmadamente examinar los extraños productos de la llanura y no simplemente conocerlos por vistazos desde las ventanas de carros. Hice rápido esfuerzo para cortar para inspeccionar una muestra del enorme saguaro, el cactus órgano. Más alto que los de las laderas de colinas de Guerrero a lo largo de la ruta de Acapulco, a menudo se eleva a una altura de 60 pies, cerdas sobre el paisaje como postes o columnas, o, una vez más, como la vela de siete ramas de la ley Mosaica. Dentro se compone de una pulpa blanca, jugosa, con un haz de fibras en forma de varitas largas, que, cuando secos, sirven para varios efectos útiles. Tiene un fruto apetecible, que los indios recogen en agosto con palos bifurcados.
El ocotillo es simplemente un arbusto que crece como una valla de palos, entre quince o veinte juntos, solo esperando a ser cortado y convertido en estacas. La biznaga es un cactus con espinas como una inmensa sandia creciendo a un lado. Uno nunca moriría de sed donde este se encuentre. La cholla es una masa de espinas, la que tienen ganchos, en el principio de anzuelos. Se considera cómico oír que alguien se cayó en una cholla, y nada representaría de mejor manera el tradicional "arbusto de zarzamora" en la que el hombre tan maravillosamente sabio tuvo la famosa aventura de arañar sus ojos. El "arbusto de venado" se asemeja un poco a los cuernos del animal. El palo verde, crece tan grande como un manzano, con la textura de una
Hay leyendas domesticas y supersticiones acerca de estas plantas del desierto. Una de ellas, por ejemplo, envenena cualquier mancha blanca en un caballo, pero ninguna de cualquier otro color. Otra, si se come por caballos, los hace perezosos y estúpidos. El loco, maleza de cascabel, por otro lado, los hace locos, y corren hasta morir. No sé si este último es totalmente una superstición, ya que cabalgué en un caballo de California cuyo procedimiento excéntrico difícilmente podría explicarse sobre cualquier otra base.
Tucson, a la distancia, en la mañana temprano o tarde, es de nivel bajo, cuadrada y marrón, con una luz suave sobre ella y montañas encastilladas detrás de ella. En primer plano se ven carromatos de bueyes, un buscador, tal vez, con sus ollas y teteras y un mexicano montado remolcado por un toro lazado, que baja su cabeza en vana resistencia. Desde lejos es completamente extranjero y de atractiva promesa. Hay algo de la manzana del mar muerto en la realización de esta promesa. Si Ruskin tiene razón justo en afirmar que una casa debe ser del color general del suelo en el que se encuentra, Tucson puede reclamar gran mérito artístico. Es totalmente de ladrillos de adobe de color de barro natural. Se producen violentas tormentas, en detrimento de la pintura y barniz, sobre una superficie tan friable, y su uso se convierte en una grave cuestión de economía.
Tucson tiene gran antigüedad como una mera existencia empresarial. Fue fundada por una de las primeras expediciones esLas consideraciones de interés acerca de esto son de carácter puramente utilitario, como: cómo pavimentarlas, drenar, iluminar, proveer un suministro adecuado de agua, para no tener que pagar cuatro centavos por bote, como en la actualidad; y cómo deshacerse de fiebres de malaria y zonas pedregosas.
Un escritor en uno de los periódicos un día dio un brillante elogio a su situación peculiar, en el desierto. Mantuvo que se trataba de una cuestión no sólo de los productos materiales que he mencionado, sino también de las más altas ventajas morales e intelectuales. Fue a propósito de la creación de una biblioteca pública. Ninguna gran idea nunca ha evolucionado en las escenas habituales de habitación humana (decía el argumento) y no hay lugar para el verdadero estudio y contemplación como el desierto. Cristo, Mahoma, Zoroastro, Confucio todos formularon sus credos en el desierto. Deduzco que podemos esperar de Arizona, en el momento adecuado, algún nuevo profeta o sabio, a sacudir nuevamente los destinos de los hombres en su camino.
El corresponsal estaba satisfecho, en cualquier caso, que, con una biblioteca pública, Tucson poco podría convertirse en otra Alejandría del desierto, "un asiento de aprendizaje" y fuente de ideas, a ser buscado por estudiantes mexicanos, de las islas del Pacífico, desde China y Japón y las montañas y los valles del río Grande,” y yo seré muy contento de verlo.
Es el centro comercial del importante distrito surLos comerciantes en Tucson, una vez más, son en gran parte judíos. Un cierto tipo de "vida" prevalece libremente, como en Tombstone. Ruleta, faro y otros juegos de azar se juegan mucho en los salones principales, mientras que los mexicanos pobres apuestan en pequeño en sus fondas propias, donde alguna horrible litografía de Hidalgo o Zaragoza los mira desde las paredes. Allí no hay, sin embargo, el aire colérico y peligroso del Tombstone.
La gente te da el paso si lo deseas y no parecen estar ocupados exclusivamente en buscar alguien que les cosa las colas de sus abrigos.
Si Tucson no tiene restos históricos propios, tiene uno de los más bellos posibles en sus inmediaciones, la antigua iglesia de la misión de San Xavier del Bac.
San Xavier esta en la reservación de indios Pápagos cristianizados, en el Valle de Santa Cruz, diez millas hacia el sur. Es una sensación nueva incluso para uno de México, que se halague a sí mismo de conocer el estilo completamente. Este antiguo hito de una civilización de frontera que, desde su destrucción, no ha sido incluso ni ligeramente abordada en su tipo, no es superado en México o fuera de el por su curiosidad, cualidades de forma y color y el suave sentimiento de melancolía que apela al sentido artístico. El viejo padre tiempo ha trillados con pesados pasos en los balcones de madera verdes en su frente, roto sus pisos y dejo partes de ellos colgando libremente. Las campanas originales de bronce de dulces tonosEl diseñador, quien haya sido, fue inspirado por tradiciones veneciano bizantina. Es techado con numerosas cúpulas simples y medias cúpulas. El interior de estos tiene frescos con Ángeles y evangelistas, los muros del coro, casi cubierto con dorado, pero manchado y maltratado y leones dorados pintados en los rieles del coro, recuerdan al menos observador San Marcos en Venecia. El estilo no se realizó muy constantemente, sin embargo. Una decoración rococó posterior, tan exuberante como los caprichos de trabajos de Indias Orientales, se mezcla con y en lugares lo remplaza. Un candelabro de Enrique II vela dar una cierta idea del patrón de las columnas.
La fecha ha desaparecido de la fachada, pero se cree que fue alrededor de 1768, y el edificio actual fue construido sobre las ruinas de uno antiguo, muy cercano a 1654, cuando la misión de los Pápagos. Ángeles grandes, con banderolas, sus ropajes hechos de papel maché o muselina engomada, están adosados a las columnas del coro principal; y una virgen pintada y dorada, con una cara alargada y cabello cepillado en una frente alta, como en las esculturas de Jean Goujon, mira hacia abajo desde un nicho del altar mayor.
Todo esto tiene una riqueza medieval y oscura. Todo ello es amplio sin rayos solares cayendo en la pacífica aldea Pápago. Unos pocos viejos caminan dificultosamente por ahí, preocupándose de sus hornos y algunas jarras de agua y cadenas calabacitas secas, y las mujeres pasan con altas cargas de heno y otros productos en un kijo, una singular canasta de palos y tejidos, sobre sus espaldas. Nadie se preocupa de los visitantes, excepto un niño sonriendo tontamente, un tal Domingo, que nos ha traído la llave.
De haber llegado desde ese espasmo de modernismo agresivo, Tombstone y estar en el antiguo San Xavier del Bac —me pareció que no podía haber más contraste.