Mano Santa: 4

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Escena III[editar]

Dichas, ANUNZIATA y 3 ó 4 chicos


ANUNZIATA. -(Desde afuera con marcado acento italiano.) Caminen... Váyanse, les digo, a casa... ¿Qué tienen que hacer con su madre?... ¿Se puede pasar?

MARÍA LUISA. -Sí, adelante, señora.

ANUNZIATA. -Permiso... Ya, mándense mudar... Es un trabajo de todos los diablos con estas criaturas, siempre prendidas de las polleras de la mama, como si fueran alfileres... (Avanza con un chico en brazos y seguida de tres o cuatro criaturas más.) Buenas tardes... Con que querían verme al escracho... aquí se lo traigo... Está todo sucio ya, sabe... También es un bochinche... todo el patio alborotado porque quieren verme...

MARÍA LUISA. -A ver...

ANUNZIATA. -¿Qué le parece, eh?

MARÍA LUISA. -Muy bien... ¡A ver qué dice! (Leyendo.) «De prodigio en prodigio». «Nuevas maravillas del fluido misterioso. Siete años de sufrimiento».

ANUNZIATA. -Eso es la verdad... Lea y verá el certificado que le meto allí. (Los chicos van por la escena.)

MARÍA LUISA. -¡Ah! sí... (Leyendo) «Señor don Salvador Rodríguez. Tengo el placer de agradecerle por la presente, la cura maravillosa que usted me ha hecho, después de siete años de constante padecer en manos de mal llamadas celebridades médicas, sufriendo de varias enfermedades, entre ellas una gastritis nerviosa de suma gravedad y una ciática pertinaz. (Hablando.) Eso es lo que debo sufrir yo...

LINA. -¿Ciática?

MARÍA LUISA. -No... eso nervioso... gastritis nerviosa...

MARÍA LUISA. -El médico dice que no es nada... pero yo sé que estoy enferma, me encuentro mal, cada vez peor... ¿Qué era lo que sentía señora, para la gastritis?...

ANUNZIATA. -Bueno... para decirle la verdad... pero sosiéguense, muchachos... ¿Quieren que les pegue unos palos? Bájese usted de ahí que se va a caer, ¡caramba!... Como le iba diciendo... esa cosa yo no sé lo que es... Tal vez será el dolor de cabeza que me daba cuando andaba mucho al sol, pero sabe, don Salvador me dijo que yo sufría de esa gastritis, o qué sé yo, y me lo puso en el papel. Y cuando él lo dice, será porque lo sabe.

MARÍA LUISA. -¿No andaba media trastornada, con ganas de llorar y así, nerviosa, enojada, rabiosa? ¡Qué sé yo!

ANUNZIATA. -Tampoco... ¡Qué esperanza! Soy muy pacífica... ¡Ah!... pero cuando mi marido se emborracha... entonces sí que me enojo de veras y me da rabia... Pero vean lo que están haciendo esos muchachos... ¡Ah! Pedazos de pícaros... ¡Como si no acabasen de comer tamaño coso de minestra!... Ya, váyase de ahí, atrevido... Y usted, sinvergüenza... Ya van a ver en casa qué paliza... Usted disculpará...