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Manumiso: 5

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

V

Antaño como hogaño no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. El día que el Capitán don Venancio Ortega, hijo del Comandante don Bernardino Ortega y de doña Juana Sumetru, desposaba á una tan real moza como la señorita Juana Beruti y González, encontró entre las blondas y encajes de su canastillo de novia la carta de libertad para la negrita Josefa, puesta por mano propia de su hermano Luis, que como obtuvo de sus buenos padres la manumisión de su asistente, consiguió la de la novia de éste celabrando la entrada á la familia de un tan bravo Oficial.

En brazos de la negra Josefa nacieron el primogénito y el segundo de la apasionada Juanita, que no pudieron llegar á tres los hijos de su nuevo amito, pues en el asalto á la Fortaleza del Callao bala fatal le invalidó para todo el viaje.

Si activo, perseverante é incansable en todo trabajo resultó Pablo el patriota, aparejado con morena tan apropiada para un barrido como para un fregado, fregaron ambos el barrio, á punto de convertirlo por limpio y bien blanqueados todos los ranchos en que trabajaba, cual tacita de plata relumbrando de lejos.

Por aquellos tiempos, y muchos después, toda la chata y estrecha ciudad era blanqueada por negros; y de escobero, hormiguero, pocero, ganaba en todo medio honrado medios de subsistencia, al par que crecía la clientela de la mujer mazamorrera, acreditada en todo amasijo, saliendo á mercar su factura con tapada canasta sobre la cabeza.

Resultado, que con el andar del tiempo, á Dios rogando y con el mazo dando, juntaron amasijo que, creciendo y creciendo formó una fortunita. Para aumentarla, fuera por cariño ó vanidad, fué un negrito lo primero que compraron. A poco andar, sus posibles les permitieron tener casa propia, adquiriendo sitio con rancho de paja, cada año más viejo, y otra hermosa higuera cada año más frondosa y productiva, como los durazneros que multiplicó. De todo ello dejó Pablo heredera á su fiel compañera de tantos años, legando á Clarisas y Catalinas, monjas y cofradía del Rosario, otro sitio tras la Casa de Ejercicios.

Viuda, negra tan laboriosa como su marido, llena de gratitud en los nobles sentimientos que fué criada, en vísperas de su viaje sin vuelta, testó á favor de las nietas de su ama, cuanto hubo adquirido.