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Motivos de Proteo: 118

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CXVII - No es la convicción más honda la más igual y tranquila.

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Al través de las dudas, de los desmayos y reanimaciones, de las angustias y porfías de la lucha que se desenvuelve en lo interior de la conciencia y de la que se sostiene al pleno sol de la contradicción humana, la idea que resiste, y triunfa de cuantas armas se le oponen, se fortalece, acicala y magnifica. No es la mejor y más acreditada prueba con que pueda abonarse la sinceridad de una fe la que consiste en afirmar su igualdad inalterable, sin borrascas, sin alternativas, sin más y menos de fervor y confianza; como no sea en aquellas almas anticipadas a la celeste beatitud, que, por candor del corazón o simplicidad de la mente, salen fuera de la ley común a las otras. Pero en quien palpita con el turbio torrente de la naturaleza humana, en quien lidia los combates del mundo, una fe perennemente igual, sin tentaciones, sin deliquios, una fe que no oyó nunca pasos de enemigo interior, antes suele acusar la escasa profundidad a que ha arraigado en el alma donde asiste, manteniéndose limpia y serena porque no la frecuentan la mente con una atención ahincada ni el sentimiento con un celoso afán de amor.

No estimes, pues, la superioridad de tu fe sólo por la paz que reine en sus ámbitos. Una fe verdadera es como entraña que participa del soplo de tu vida; y la vida no consiente uniformidad, igualdad, paz sempiterna. Sólo en la máscara o la estatua hay una expresión inmutable; la fisonomía real refleja los movimientos desiguales de un alma, que varían y renuevan cien veces la apariencia del color y la línea. No es el amor más libre de nubes el que más dura y ahonda. No es la fe más firme y enérgica aquella en que faltan una discordancia, una ansiedad, un descontento de sí misma, que la estimulan, por el dolor y la inquietud que le causan, como acicate que llevara metido dentro del corazón. Acaso duerme inalterable la fe que no reposa sino en la pasividad de la costumbre, y es comparable al charco que, desdeñado por la furia del viento, permanece en un ser; pero la fe compuesta de la misma sustancia que nosotros, la fe de un alma viva, es mar inquieta, que pasa de las calmas de la contemplación a las turbulencias del pensamiento acongojado, y de la pleamar del místico transporte a las bajantes de la flaqueza y de la duda.