Obras de Miguel de Cervantes Saavedra/Vida de Cervantes

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VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.


Mas de un siglo despues de muerto MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, apénas eran conocidos los principales sucesos de su vida, hasta que lord Carteret, en obsequio á Carolina, esposa de Jorje II de Inglaterra, encargó á D. Gregorio Mayans la biografia de aquel español esclarecido, que siendo la admiracion del mundo, yacia casi olvidado en su propia patria. Desde entonces se manifestó picado el pundonor nacional; y los mas eminentes literatos y curiosos investigadores de nuestras glorias, el P. Maestro Sarmiento, D. Juan de Iriarte, D. Agustin de Montiano y Luyando, D. José Miguel de Flores, Fr. Alonso Cano, obispo de Segorve; Don Vicente de los Rios, D. Juan Antonio Pellicer y otros de ménos nombradia, se empeñaron en esclarecer la verdad, logrando importantes descubrimientos; por último, D. Martin Fernandez de Navarrete, añadiendo a los hallazgos de los precedentes el fruto de sus nuevas pesquisas, escribió la vida de CERVANTES con tanta copia de datos, tanta finura de crítica y tanta pureza de diccion, que nada dejó que desear. Nuestra tarea es mas fácil: libres del deber de demostrar hechos, antes dudosos y ahora averiguados, podemos dar á nuestra relacion el tono de certidumbre que conviene, apuntar lijeramente como problemático lo que se ha ocultado á la diligencia de tan insignes maestros, y entre las vicisitudes de una vida inquieta y atribulada descubrir la belleza de un alma tan generosa en sus impulsos como rica en todas las prendas del ingenio[1].

Cesó la competencia entre las siete pobiaciones que se disputaban la honra de haber recibido al nacer al principe de nuestros escritores; quedan eliminadas Sevilla, Madrid, Lucena, Toledo, Esquivias, Consuegra y Alcázar de San Juan: documentos irrecusables deciden á favor de Alcalá de Henares, ufana de tan gloriosa maternidad. Alli nació MIGUEL DE CERVANTES, y fué bautizado en Santa María la Mayor, a 9 de octubre de 1547. La tradicion señala todavía los restos de la casa en que dicen se crió, enclavados hoy en la huerta de los Capuchinos y reducidos á una pared y puerta tapiada, con indicios de la pobreza de sus antiguos huéspedes. Ignórause las circunstancias que fijaron en Alcalá la residencia de la familia de CERVANTES. Llamábase su padre Rodrigo, su madre D." Leonor de Cortinas, natural de Barajas; su abuelo Juan de Cervantes, corregidor de Osuna, donde dejó buena memoria de su gobierno, y descendiente (si es exacto el árbol genealógico publicado) del gran Alfonso Nuño, alcaide de Toledo, cuya rama vino á entroncarse con la de los reyes de Castilla, por medio de D." Juana Enriquez de Córdova y Ayala, segunda mujer de D. Juan il. Sea como fuere, su familia era conocida como de hidalgos principales, aunque decaida de su antiguo esplendor, á causa de los escasos bienes de fortuna, que con bastante frecuencia son señales de hereditaria honradez en repúblicas de cierta manera organizadas. Y como esta misma condicion era entonces, aun mas que en nuestros dias, obstáculo para ejercer ciertas profesiones lucrativas sin dejar de ser honestas, la escasez de recursos de los padres de CERVANTES, sobrecargados ademas con el sustento de otros hijos, no les habria permitido darle la educacion que á su clase correspondia, si su residencia en Alcalá, emporio en aquel tiempo de las ciencias y liberales estudios, no les hubiera facilitado los medios económicos de atender á esta obligacion, cultivando desde la cuna aquella clarísima y fecunda inteligencia.

Pocas noticias tenemos de los primeros años de CERVANTES, como no sea por algun fugaz recuerdo expresado casualmente en sus escritos. Así sabemos que siendo todavía muchacho vió representar al famoso Lope de Rueda, insigne farsante y autor dramático, quien por aquellos tiempos vino de Sevilla, su patria, á Madrid y otras poblaciones de Castilla á dar muestras de su rara habilidad; y quedaron tan impresos sus versos en la memoria de CERVANTES, que aun en edad muy provecta se deleitaba en recitarlos como modelo de cómica elocucion[2]. Desde tan tierna edad mostró decidida inclinacion á la poesía, aunque, segun él mismo confiesa, no le fué concedido este don por el cielo, que por otros caminos á la cumbre de la gloria le guiaba[3]. De aquella vivacidad y donaire, que conservó constantemente hasta despues de recibida la Extrema—uncion, podemos inferir la que descubriria desde niño, porque estas son prendas que nacen con el hombre, y no se adquieren, aunque si se dirigen y regularizan por el trato y la educacion.

De sus primeros maestros solo conocemos el nombre del presbítero Juan Lopez de Hoyos, varon piadoso y grande humanista, que despues fué nombrado catedrático de gramática latina en el estudio de la villa de Madrid, de donde era natural, y posteriormente cura de la parroquia de San Andrés. Es de creer que CERVANTES aprenderia con singular aprovechamiento, si se atiende á los elogios y expresiones de cariño que le prodigó su maestro, segun verémos dentro de poco. Su aplicacion, por lo menos, y ansia de saber era tanta, que á tenor de lo que él mismo refiere, iba recogiendo para leer los papeles rotos que encontraba por las calles[4].

Sus obras demuestran que sin menoscabo de su ingenio y propio caudal poseia una erudicion no vulgar, y abundante lectura de los buenos autores, á quienes unas veces alude y otras cita, si bien con frecuente descuido é infidelidad; y esto explica satisfactoriamente la interrupcion

de sus estudios á consecuencia de su agitada vida, que pudo muy bien y debió debilitar la forma material de sus primeras sensaciones literarias, pero nunca borrar el espíritu de ellas, ni la oportunidad y gracia con que se fundian y á su propósito se amoldaban en la activa oficina de su entendimiento. Si hubiese seguido alguna carrera literaria tal vez se hallaria privado el mundo de aquellas obras, donde mas que la ostentacion de las ideas ajenas campea y resplandece la originalidad de las propias, y sobre todo aquella travesura y práctica del mundo, que se aprende mejor en las posadas, campamentos y cárceles, que en las graves universidades, aun entre los pasajeros desahogos y escapadas de la bulliciosa estudiantina. No los hubo de desconocer CERVANTES, supuesto que los describió con singular maestría en repetidos pasajes, y. de aquí han sospechado algunos que estudió dos años de filosofía en Salamanca. Realmente ha asegurado alguno haber visto en los apuntamientos de las matrículas corespondientes á aquellos años inscrito el nombre de un MIGUEL DE CERVANTES, que por mas señas vivia en la calle de Moros; y las alusiones tópicas y de costumbres que se notan en varios pasajes de sus obras, y sobre todo en su novela de la Tia Fingida, dan á entender que no hablaba de oidas ciertamente. Sin embargo de todo, se hace dificil comprender cómo, no hallándose muy holgada en recursos la familia de CERVANTES, y viviendo cabalmente en Alcalá, donde se daba á la juventud abundante instruccion en las ciencias que privaban en aquella época, pudo determinarse á sostener esta nueva carga, á no ser que recibiese el auxilio de un protector hasta aquí desconocido, ó que con mengua de su hidalga condicion consintiese un mozo tan bien dispuesto la vida desairada de sopista.

De todas maneras, se hallaba CERVANTES en Madrid, cuando en 24 de octubre de 1568 celebraba la villa en las Descalzas Reales las solemnes exequias de la reina Isabel de Valois, mujer de Felipe II, cuya temprana muerte, combinada con otros sucesos contemporáneos, dió ocasion á tantas hablillas entre los desocupados, y á tan misteriosos comentarios entre los historiadores. El maestro Juan Lopez de Hoyos, ya citado, tuvo el encargo por el ayuntamiento de componer las historias, alegorías, geroglíficos y letras que debian colocarse en la iglesia, y con este motivo publicó una relacion de la enfermedad, muerte y funerales de aquella princesa, insertando allí varias composiciones poéticas de sus discípulos, unas en latin y otras en castellano. Entre ellas figura con expresa y particular recomendacion el nombre de MIGUEL DE CERVANTES, al frente de un soneto, cuatro redondillas, una copla y una elegía en tercetos, compuesta en nombre de todo el estudio y dirigida al cardenal Espinosa, inquisidor general[5].

Tales son las primicias que conocemos de aquel grande ingenio, las cuales por su mérito intrinseco estarian ya olvidadas, si el vuelo que tomó despues no hicieran interesante y curioso cuanto á él se refiere, y mas que todo sus primeros arranques. En mucho los estimaria su maestro, cuando en la referida relacion colma de elogios á su autor, llamándole repetidamente su caro y amado discipulo, que lo habria sido anteriormente sin duda, supuesto que á la sazon contaba ya veinte y un años. Ni deben extrañarse estas muestras de admiracion, que ahora pasarian por desmedidas, si se considera el estado de la poesía española en aquella época.

El gusto no estaba formado aun; en las manos de la juventud apénas corrian mas libros que las primitivas ediciones de los cancioneros; todavía las obras de Boscan y Garcilaso no se vendian por dos reales, como decia Quevedo mas de treinta años despues; la mayor parte de las buenas composiciones de la primera mitad del siglo xvi se hallaban inéditas; la novedad dabe el nombre de divinos á poetas muy medianos; los mayores ingenios de aquel siglo, Fr. Luis de Leon, Hernando de Herrera y otros, borroneaban á sus solas los preciosos ensayos de su juventud; D. Alonso de Ercilla, recien venido de Chile, arreglaba los borradores de su Araucana, y en aquel mismo año y mes nacia en Valdepeñas Bernardo de Valbuena no debe pues sorprendernos el que los mas allegados á CERVANTES, los que disfrutaban de su conversacion animada, llena de brio, salpicada de gracia, adivinasen ya, por sus primeras tentativas, lo que en otro género habia de ser despues.

Probablemente en esta ocasion hubo de conocerle y cobrarle afecto monseñor Julio Aguaviva, hijo de los duques de Atri, y muy estimado de la santidad de Pio V, quien le envió desde Roma, en calidad de legado, so capa de dar á Felipe II el pésame por la muerte del principe D. Cárlos, y con el encargo de arreglar asuntos relativos al ejercicio de la jurisdiccion eclesiástica, con motivo de ciertas competencias ocurridas en el Estado de Milan. Habia á la sazon subido de punto el sombrío humor del Rey, á consecuencia de disgustos de familia, lo cual, unido á su extremada delicadeza en cuanto se rozaba con las regalías de la corona, dió lugar que el legado fuese recibido con desabrimiento y despachado no muy á su gusto, pues en 2 de diciembre se le expidieron sus pasaportes para que saliese de España, por via determinada, en el término de sesenta dias. Era Julio Aguaviva mozo virtuoso y de muchas letras ; tenia poco mas de veinte años, y á los veinte y cuatro recibió el capelo; gustaba mucho, segun el testimonio de Mateo Aleman, de tratar á los hombres de ingenio, á quienes obsequiaba magníficamente. Prendado de las buenas disposiciones de CERVANTES, le recibió á su servicio en clase de camarero y lo llevó consigo á Italia.

Este viaje fué para CERVANTES de sumo aprovechamiento, por cuanto desenvolvió en gran manera su genio observador. Por las descripciones de paises y de costumbres que diseminó en numerosos pasajes de sus obras, se puede casi trazar la ruta que llevó, por Valencia, Cataluña, el mediodía de la Francia, el Piamonte, el Milanesado y la Toscana, hasta la capital del orbe católico. Hallábase entonces la Italia en el mayor grado de cultura literaria: aun resonaban en ella los cantos del Taso y del Ariosto; delantera á todas las naciones en la grande obra del renacimiento, aun conservaba frescamente impreso el sello de Leon X, de los Médicis y del mismo Cárlos V, quien, sea dicho de paso, favoreció mas la literatura italiana que la nuestra. Grande era el concurso de españoles en aquella península, cuyos dos extremos y aislados apéndices formaban parte de la vasta monarquia de Felipe, como puntos avanzados para observar el Levante y amenazar las contrapuestas costas africanas. Unos pasaban allá con gobiernos, magistraturas y otros cargos de pública administracion; otros iban á militar bajo las temidas banderas guiadas por acreditados capitanes; otros acudian de propósito á instruirse en aquellas famosas universidades y colegios, entre los cuales descollaba el fundado en Bolonia por el cardenal Albornoz para sus compatriotas; otros por fin mas escasos de medios visitaban el pais á la sombra de algun principe protector, de cuyo servicio los mas bien nacidos no se desdeñaban.

El palacio de un hombre tan ilustre, cortesano y accesible como el futuro cardenal, debia de ser frecuentado por los buenos ingenios que florecian entónces en Roma; y allí trataria CERVANTES algunos que formarian su gusto, excitarian su emulacion, y aun le pegarian los italianismos de que se resienten alguna vez sus escritos. Pero este género de vida duró poco: sin ningun motivo de desagrado, dejó CERVANTES una casa de la cual conservó siempre gratas memorias. En el año de 1571 habia sentado ya plaza de soldado en los tercios españoles. O tedioso de la domesticidad, que no cuadraba á su carácter independiente, ó lo que es mas probable, ambicioso de todo género de gloria en un siglo entusiasta y emprendedor, abrazó con ardimiento una carrera que atraia á la noble juventud, y en que los ánimos esforzados veian ocasiones honrosas de distinguirse y de medrar. Al orgullo nacional se agregaban entónces estímulos muy activos, por la relacion que tenian con las ideas religiosas y civilizadoras. El ser español era todavía un timbre de gloria: los conquistadores del Nuevo Mundo aspiraban tambien á mantener su disputada superioridad en el antiguo, y desafiaban arrogantes á todas las naciones en el proceder generoso, en el valor de su animo y en la fuerza de su espada.

El sultan Selim II se habia apoderado alevosamente de la isla de Chipre, perteneciente á la república de Venecia, la cual imploró desde luego el auxilio de los principes de la cristiandad, aunque por celos y rivalidades no todos ellos respondieron á su llamamiento. El rey Felipe, sin embargo, excitado por el Pontifice, acudió presuroso al peligro comun, y sin previo tratado formal facilitó sus naves y sus tropas para la expedicion, que sin gran resultado se emprendió en el verano de 1570, bajo el mando de Marco Antonio Colonna. A ella, en la lumilde parte que le cupo, concurrió MIGUEL DE CERVANTES, supuesto que tal fué el destino de su compañía, mandada por Diego de Urbina, capitan valerosísimo, dependiente del tercio de Don Miguel de Moncada, jefe no ménos famoso por sus hazañas.

Por la primavera del año siguiente de 1571 se concertó la liga contra el turco, entre su Santidad, el Rey de España y la señoría de Venecia; y en el mismo tratado se nombró generalísimo de todas las fuerzas de mar y tierra á D. Juan de Austria, hijo natural de Cárlos V, quien, aprestándose con la celeridad del rayo, voló á organizar sus escuadras, que zarparon del puerto de Mesina, en 15 de setiembre, con el presentimiento de una gloriosa jornada. Tal fué la del 7 de octubre inmediato en las aguas de Lepanto, donde forzada á batirse por su situacion la armada turquesca recibió el mayor descalabro que vieron los siglos. Dividida la de los coligados en tres escuadras de combate y dos de reserva, formaba el ala izquierda la que mandaba Agustin Barbarigo, proveedor general de Venecia, y por ella empezó el ataque sobre mediodía, empeñándose la reñida accion por todo el resto de las fuerzas. En esta escuadra tenia su puesto la galera Marquesa de Juan Andrea Doria, mandada por Francisco Sancto Pietro; y en ella gemia CERVANTES postrado por unas calenturas que le dispensaban de todo servicio. Pero apénas supo que se iba á entrar en combate, se levantó precipitado y corrió á su puesto. En vano su capitan y sus amigos quisieron persuadirle á que se estuviese quedo abajo en la cámara de la galera. Señores, respondió, ¿qué se diria de MIGUEL DE CER» VÁNTES? En todas las ocasiones que hasta hoy en dia se han ofrecido de guerra á S. M. y se » ha mandado, he servido muy bien como buen soldado; y así ahora no haré ménos, aun» que esté enfermo é con calentura: mas vale pelear en servicio de Dios é de S. M. é morir » por ellos, que no bajarme so cubierta.» Pidió con las mayores instancias á su capitan que le colocase en el lugar mas peligroso, y así lo hizo este destinándole á la cabeza de doce soldados en el lugar del'esquife. Desde allí, rechazando con valor y hasta el fin las arremetidas de los enemigos, recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda, que le quedó estropeada hasta el punto de no poder ya mas valerse de ella[6].

Concluida la batalla, despues de una breve estacion en el puerto de Petela para reparar las averías, volvieron las fuerzas navales á Sicilia, desde donde se repartieron los buques en varios puertos de Italia para la próxima invernada. CERVANTES permaneció en el hospital de Mesina curándose de sus heridas, agravadas por efecto de sus otros males: la curacion fué larga, supuesto que duraba todavía en el mes de marzo del año siguiente, con el consuelo de verse atendido por su ilustre general el Sr. D. Juan, quien, tan terrible para sus enemigos en el campo como benévolo y amoroso para sus soldados, hizo el debido aprecio de sus merecimientos, le socorrió varias veces, y le aventajó en tres escudos al mes, cuando ya restablecido se halló en el caso de volver al servicio.

A fines de abril de 1572 se vió incorporado en el tercio de D. Lope de Figueroa, que fué á Corfú en las galeras del esclarecido marques de Santa Cruz, concurriendo bajo las órdenes de Colonna á la jornada de Levante, y bajo las del Generalisimo á la empresa de Navarino. En medio de los brillantes proyectos que para la próxima campaña se concebian, los manejos de la Francia lograron apartar á los venecianos de la liga formidable que iba á anticipar en mas de doscientos cincuenta años la independencia de la Grecia. Así que, desviado el golpe que debia descargar sobre el turco, vino á caer sobre las potencias berberiscas. Pero en vacilaciones y consultas perdióse la mejor estacion, y hasta fines de setiembre 1573 no salió de Palermo la expedicion, que se posesionó del fuerte de la Goleta y de la ciudad de Túnez, donde D. Juan de Austria, harto confiado en la benevolencia de su hermano, soñaba en asentar su codiciada soberanía. De esta expedicion fué parte el tercio de Figueroa, y tal vez CERVÁNTES pertenecia á las cuatro compañías del mismo, que segun la expresion de Vanderhamen[7], hacian temblar la tierra con sus mosquetes. No se hallaba CERVANTES en aquel pais cuando al año siguiente se perdieron Túnez y la Goleta, pues habia pasado á Cerdeña de guarnicion, despues al Genovesado, y de allí á Nápoles y Sicilia, á las órdenes del duque de Sesa, siendo en todas ocasiones un modelo de valor y de subordinacion militar.

A pesar de tantos esfuerzos no mejoraba la suerte de CERVANTES, reducido á la miserable condicion de simple soldado. Ansioso de volver á ver su patria y de obtener algun premio por sus servicios, solicitó su licencia, y la obtuvo desde luego del Sr. D. Juan, quien le proveyó de expresivas cartas de recomendacion para el Rey su hermano, á fin de que se le confiriese alguna compañía; el duque de Sesa escribió tambien encarecidamente en su favor á S. M. y á los ministros. Con tan buen recaudo salió de Nápoles en la galera de España llamada el Sol, en compañía de su hermano Rodrigo, de Pero Diez Carrillo de Quesada, gobernador que fué de la Goleta y despues general de artillería, y de otras personas de cuenta.

Pero tan lisonjeras esperanzas habian de desvanecerse en un momento. Navegaba la galera el Sol la vuelta de las costas de España, cuando en 26 de setiembre de 1575 se encontró rodeada de una escuadrilla de galeotas que mandaba en persona el arnaute Mami, renegado albanes, capitan de la mar de Arjel, que era destino de importancia en aquel reino. Diéronle caza tres de estos bajeles, de los cuales el uno era de veinte y dos bancos al mando del arraez Dalí Mamí, tambien renegado griego, y atacándola con denuedo vinieron al abordaje y la rindieron despues de obstinada é inútil resistencia. La galera fué conducida á Arjel, y lo mismo su tripulacion y pasajeros, á sufrir todos los trabajos y humillaciones de la cautividad.

El ánimo se estremece á la relacion del indigno trato que sufrian los infelices cristianos cuando caian en el poder de hombres tan desalmados, dentro de aquella madriguera de piratas, que con mengua de la Europa y escándalo de la posteridad subsistió todavía por espacio de dos siglos mas con las mismas mañas, amenazando aun despues repetirlas, hasta que enconvino á los intereses políticos de la Francia vengar de tamaño ultraje á la humanidad.

Los cautivos eran adjudicados por tasacion a los participes en el atentado, y estos quedaban dueños absolutos de sus personas, con potestad de vida y muerte, sin que legislacion alguna coartase ni regularizase los derechos del señor sobre su siervo. Destinábanlos á los trabajos mas penosos, los encerraban en baños pestiferos, cargados de cadenas; los vendian y trocaban á su placer, exigian por su rescate cuantiosas sumas, hasta dejar arruinadas á sus familias, y á la menor falta ó desinan los ahorcaban con la mas fria indiferencia, ó les infligian castigos todavía mas atroces. Al mismo tiempo procuraban con halagos, con promesas y con la perspectiva de una holgada fortuna inducirles á renegar de su fe. Por lo demas les permitian el ejercicio de su culto, que llegó á celebrarse con cierta ostentacion. Probablemente (escribia Clemen»cin en 1832) no se hubiera permitido entonces otro tanto á los moros cautivos en España. » Es verdad, y debemos hacer justicia a nuestros mismos enemigos, que a pesar de su barbarie dejaban al hombre este último asilo y consuelo inestimable en medio de las mayores miserias y mas duros trances de la vida.

Cupo nuestro CERVANTES en suerte al arraez Dali Mami, que le habia apresado, y que por el agradable aspecto de su cautivo, por el señorío de sus maneras, por su bravura en el combate, por el respeto que no obstante sus juveniles años le manifestaban sus compañeros de desgracia, y sobre todo, por las encarecidas cartas de recomendacion que le encontró de sus ilustres jefes, hubo de tenerle por persona principal de quien podria obtener un gran rescate. Experimentado en los medios de tan abominable granjeria, le trató con todo el rigor compatible con la conservacion de su misera existencia, teniéndole muy guardado y sujeto, y valiéndose de los padecimientos de un infeliz para la satisfaccion de su codicia; de suerte que las mismas prendas exteriores y morales con que habia dotado el cielo á CERVANTES, las muestras de aprecio que en una ocasion singular habia recibido, sirvieron solo para su mayor tormento.

Situacion era esta capaz de abatir al hombre mas esforzado; pero el alina de CERVANTES era inflexible: una idea única se apoderó de ella, desde el momento en que se vió privado de su libertad; la de recobrar este bien que no tiene precio. Esta es la parte mas interesante de toda la vida de CERVANTES: en ella se engrandeció su alma altanera, se aguzó su ingenio, y subieron de punto su heroismo y generosidad. Afortunadamente no escribimos una novela, aunque lo parece ningun suceso de cuantos le atañen se halla mas plenamentejustificado que esta serie de tentativas arriesgadas en que á cada paso comprometió su cabeza para alcanzar su libertad, y cuando no, para salvar la vida de sus cómplices y clientes en causa tan gloriosa[8].

A pesar de tanta vigilancia no tardó en presentársele oportunidad de fugarse de la casa de su amo; y buscando un moro que le sirviese de guia, le indujo á que le acompañase por tierra hasta Orán, plaza de la costa que ocupaban los españoles. Reuniéronsele para esta empresa varios cautivos de su predileccion, con quienes, á costa de aumentar su riesgo, quiso compartir el beneficio, siendo el alma y el caudillo de esta expedicion, como lo fué siempre de todas las demas tentativas que trazó y dispuso su fecundo ingenio, estimulado por el deseo de la libertad. Pero despues de haber andado alguna jornada el moro abandonó á los fugitivos, quienes tuvieron que volver á Arjel á recibir severos castigos de sus patrones. El de CERVANTES, que segun noticias no era de los ménos duros, redobló sus cadenas y estrechó mas y mas su triste encerramiento para asegurar la esperanza de un buen rescate.

Así que la familia de CERVANTES tuvo noticia de la desgracia, hizo los mayores esfuerzos con el fin de juntar los medios necesarios para el recobro de tan caras prendas: desde luego malvendió su corto patrimonio, empeñó las dotes de las hijas, recurrió á los amigos, y sujetándose á toda clase de privaciones quedó reducida á mayor estrechez. Este caudal de lágrimas llegó á Arjel mas de dos años despues del apresamiento; pero por su cortedad no pudo satisfacer las exigencias de Dali Mami, que no quiso soltar á su cautivo; y así fué aplicado al rescate de su hermano Rodrigo, quedando Miguel sin mas esperanzas de salvacion que las que el cielo quisiese depararle. El único recurso que tuvo en aquella amarga separacion, fué encargar á su hermano que al llegar á las costas de las Baleares ó de Valencia procurase expedirle una embarcacion, que atracando de noche en punto determinado, tomase á su bordo á los cautivos que se hallarian prevenidos para el caso. Cumplió Rodrigo fielmente este deber fraternal, y provisto de cartas é instrucciones de varios caballeros que entraban en el plan, habilitó inmediatamente una fragata armada al mando de un tal Viana, marino arrojado y práctico conocedor de aquellas costas. El punto de la recalada se designó junto á una casa de campo sita á tres millas al Este de Arjel, propia del alcaide Azan, renegado griego, y cultivada por un cautivo natural de Navarra, conocido bajo el nombre de Juan el Jardinero. Habia allí una cueva muy oculta, donde fuéron con mucha anticipacion guareciéndose los cautivos á medida que iban escapándose de las casas de sus amos. Juan velaba por su seguridad, CERVANTES con suma diligencia y disimulo dirigia aquella maquinacion, proveyendo á todo y ofreciendo este medio de fuga á los cautivos de su confianza. Pero la depositó muy sobrada en uno que llamaban el Dorador, natural de Melilla, que despues de haber renegado de su fe en la juventud se habia vuelto á reconciliar con la Iglesia, y habia sido posteriormente cautivado. Este cuidaba de comprar los víveres y conducirlos á la cueva con el recato que es de suponer, y debia ser uno de los prófugos. Todo estaba dispuesto: la noche aunque incierta de la libertad se iba acercando, y CERVANTES se ocupaba en recoger á sus amigos mas rezagados, con el disgusto de no haber podido atraer al Dr. Antonio de Sosa, eclesiástico de estóica virtud, que lleno de achaques y guardado con especial vigilancia por su amo no pudo ó no quiso acompañarle.

Llegó por fin la fragata, que manteniéndose en franquía todo el dia 21 de setiembre, se arrimó ya de noche, y su tripulacion verificaba el desembarco, cuando amedrentada por unos moros que acertaron á pasar por aquel sitio, tuvo que hacerse á la mar. Volvió en seguida; pero alarmada ya la poblacion de aquel campo, que acudió y se puso en acecho, no solamente frustró la tentativa, sino que arrojándose sobre la embarcacion, la apresó con toda su gente.

Quedaron en consecuencia los de la cueva privados de toda esperanza y socorro, pues no volviendo á parecer el Dorador carecian de todo alimento, y se hallaban reducidos á la mayor desesperacion. A los tres dias le vieron por fin; pero conduciendo al comandante de la guardia del Rey con veinte y cuatro infantes armados de alfanjes, lanzas y escopetas, y algunos turcos de á caballo. Encamináronse todos derechamente á la cueva, y al oir el rumor de las pisadas y amenazas, tuvo tiempo CERVANTES de advertir á sus compañeros que descargasen sobre él toda la culpa; en seguida se adelantó á encararse con el comandante, diciendo con singular entereza que él solo habia fraguado aquel proyecto y seducido á los demas, así que sobre él solo debia recaer cualquier castigo. Asombrados los agresores, tanto como los capturados, en vista de tan rara presencia de ánimo, despacharon un propio al Rey, quien mandó que todos aquellos infelices fuesen conducidos á su baño, y que á CERVANTES Solo le llevasen á su presencia. Así se verificó, y así tuvo que entrar en Arjel el animoso jóven, maniatado, á pié, y perseguido por los insultos de aquel bárbaro populacho.

El lector adivinará que quien delató esta conspiracion fué el mismo Dorador, que en efecto, mudando de propósito y viendo frustradas por entonces sus esperanzas de libertad, quiso sacar partido de su posicion, y renegando segunda vez vendió á sus cómplices, congraciándose con el Rey. Poco tiempo pudo gozar la recompensa, pues—murió miserablemente tres años después, en el mismo dia 30 de setiembre, aniversario de su infame traicion.

Era el rey Azan hombre muy diferente de su antecesor Uchali, en quien reconocian los cautivos ciertos rasgos de hidalguía que horran su memoria. La ferocidad de aquel era sin límites: trataba á sus esclavos peor que á las bestias, teniéndolos en la mayor desnudez y necesidad; sentia cierta fruicion incomprensible en atormentar á sus semejantes, y se deleitaba en ejecutar con sus propias manos los suplicios á que caprichosamente los condenaba. CERVÁNTES le caracterizó perfectamente con un magnifico pleonasmo, diciendo que era condicion suya el ser homicida de todo el género humano[9]. Nada podia pues halagar tanto sus perversos instintos como la ocasion que espontánea se le ofrecia, sobre la ventaja que lograba en sus in- tereses. Porque es de advertir que por costumbre de aquella bárbara república eran propiedad del Rey los esclavos perdidos ó fugados que cogian sus esbirros, y así es que valiéndose ó abusando de este derecho tenia cerca de dos mil encerrados en su baño, que así se llamaban por alli los depósitos de tan lastimosa mercadería.

Puesto CERVANTES á la presencia de este monstruo tuvo que sufrir un capcioso interrogatorio acompañado de terribles amenazas. Habia en el Rey la intencion de extender el número de los culpados para aumentar su botin, de modo que avisado el P. Jorje Olivar, de la órden de la Merced, comendador de Valencia, que á la sazon se hallaba de redentor en Arjel, de que se intentaba complicarle, tomó sus precauciones y trató de salvar en manos del Dr. Sosa sus ornamentos y vasos sagrados de la profanacion de los infieles, por si llegaba el caso de prendérsele. Mas á pesar de todos los medios que se usaron para vencer la firmeza de CERVÁNTES, no pudieron recabarse de él otras declaraciones mas que la misma dada en el acto de su prision: que él solo era el autor de todo, y que todos eran víctimas de su seduccion. Respuestas tan imperturbables, acompañadas de aquella mirada de águila que en apurados trances suele animar el semblante de los hombres superiores, hubieron de hacer bajar los ojos á Azan, quien con gran sorpresa de cuantos conocian su carácter se contentó con mandar á CERVANTES Con los demas á su mazmorra.

El otro Azan el alcaide, dueño de la posesion donde se hallaba la cueva, reclamó á su cautivo el pobre Juan, á quien ahorcó por sus propias manos. Dalí Mami usando de su valimento recobró tambien á CERVANTES, pero muy poco tiempo despues, por el precio de quinientos escudos, lo vendió al Rey, quien creyó haber hecho un buen negocio; pues no podia creer que hombre tan extraordinario no valiese mucho mas en su patria. ¡ Bárbara simplicidad! Los compatriotas de CERVANTES no le estimaban en tanto.

á Entre los dos mil cautivos encerrados en el baño del Rey, gemian otros tres caballeros, relacionados con el gobernador español de Orán, donde tenia CERVANTES tambien algunos amigos; y cinco meses despues, juntando las recomendaciones de todos, halló medio para ganar un moro que se ofreció á llevar las cartas, dirigidas á que se les enviase algunos espías y personas de confianza con quienes pudiesen realizar la fuga. El desgraciado mensajero fué cogido al entrar en el mismo territorio de Orán, y conducido otra vez á Arjel fué empalado sin descubrir cosa alguna. Pero habiéndosele encontrado cartas de letra de CERVANTES, Azan llamó á este á su presencia, y mandó darle dos mil palos, sentencia que iba á ejecutarse inmediatamente. Pero alguna gracia como suya debió de decir CERVANTES en aquel conflicto, supuesto que el Rey, desarmada su cólera, revocó la órden del castigo, suerte que no tuvieron otros, á quienes en distintas ocasiones se imputaron iguales conatos.

Tantos peligros corridos y milagrosamente esquivados infundieron en el ánimo de CERVANTES mayor precaucion; pero no lograron extinguir aquella sed de libertad que de dia y noche le abrasaba. Vino á trabar amistad con un renegado natural de Osuna, llamado Giron, y entre los moros Abdaharramen, que deseaba volver al gremio de la Iglesia. Persuadióle á que adquiriese y armase una fragata bajo el pretexto de hacer el corso, y que en ella se huyese de Arjel llevando consigo una porcion de cautivos de lo mas florido. Para los fondos se acudió á un mercader valenciano establecido en aquella plaza, por nombre Onofre Exarque; y este con efecto aprontó mas de mil trescientas doblas, con las cuales y otros recursos se acudió á lo necesario.

Ya estaba todo dispuesto: sesenta cristianos debian romper sus grillos; pero aun entre ellos hubo un Júdas. Cierto Juan Blanco de Paz, que se titulaba doctor y habia sido religioso dominico, mal sacerdote y hombre perverso, revoltoso y malquisto de todos, supo el proyecto, y cometió la villanía de ir á delatarlo al rey Azan, de quien recibió por todo premio un escudo de oro y una jarra de manteca. El Rey, disimulando, para hacer su venganza mas estrepitosa, segura y extensiva á muchos conjurados, habia dado ya sus disposiciones para sorprenderlos en el mismo acto. Pero estas mismas disposiciones que no pudieron ser tan secretas, ó algun otro indicio, les hicieron conocer que se hallaban descubiertos, y el terror se apoderó de todos. Onofre Exarque, viendo comprometida no solo su hacienda sino su vida, propuso encarecidamente á CERVANTES que él daria desde luego la suma pedida para su rescate, suplicándole con las mayores véras que aceptase el partido, y salvándose á sí mismo le librase de aquella angustiosa situacion. Tentadora era la propuesta; pero no era CERVANTES hombre para abandonar á sus amigos, de cuya constancia en la tortura no podia responder como de la suya propia. Tranquilizó al mercader, asegurándole que nada sería capaz de arrancarle una sola palabra: por de pronto y con el fin de ver cómo las cosas se encaminaban huyó del baño, acogiéndose bajo el amparo de un antiguo camarada, el alférez Diego Castellano. Mas pocos dias despues oyó publicar por las calles de Arjel el pregon que declaraba su fuga, é imponia pena de la vida á quien le ocultase; y no queriendo que nadie padeciera por su causa, y mucho ménos su generoso amigo y encubridor, salió al momento de su asilo, y juntándose al paso con Morato Raez, por sobrenombre Maltrapillo, renegado murciano y amigo del Rey, se presentó impávido á este para que dispusiese de su vida. Irritado Azan mandó atarle las manos atras y ponerle un cordel á la garganta, como para ahorcarle, si no confesaba. Nada bastó para que nombrase á persona alguna: echó toda la culpa sobre sí y sobre otros cuatro caballeros que estaban ya en libertad, hasta que cansado Azan de sus inútiles pesquisas, ó vencido á los ruegos de su amigo Morato, ó cediendo á la fascinadora influencia de un esclavo cuya superioridad no podia ménos de reconocer, dispuso que le encerrasen en la cárcel de moros que estaba en su mismo palacio, y desterró á Giron al reino de Fez. Así terminó esta tentativa desgraciada, que como las anteriores hubiera podido serlo mas, sin una misteriosa disposicion de la Providencia.

Pero los designios de CERVANTES no se limitaban á recobrar su propia libertad y la de sus compañeros de infortunio. En el largo tiempo que medió entre la sorpresa de la cueva y la segunda tentativa de escaparse por Orán, meditaba otro proyecto mas grande, que á tener resultado, cambiara sin duda la faz de los negocios del mundo, apresurando la civilizacion del Africa septentrional. Aspiraba nada menos que á alzarse con Arjel para entregarlo á Felipe II.

La muchedumbre de esclavos cristianos amontonados en aquellas mazmorras, que pasaban entónces de veinte y cinco mil, la mayor parte hombres esforzados y embravecidos por la desesperacion; el descontento de los mismos habitantes, oprimidos por Azan, y provocados por sus locuras y crueldades; la escasez y carestia de las vituallas, cuyo monopolio se habia reservado el Rey; las enfermedades epidémicas producidas por el hambre y la falta de aseo, y finalmente, el terror general en vista de los armamentos que preparaba la España con apariencia de intentar un desembarco, eran circunstancias bastantes para disminuir el concepto detemeridad que á tamaña empresa podia atribuirse. De estas complicaciones quiso aprovecharse CERVANTES, urdiendo una vasta conspiracion que con la cautela necesaria dirigia, hasta que sabido el objeto de los preparativos de la España, que se destinaron despues á la expedicion de Portugal, calmadas por este lado las inquietudes de los arjelinos, perdidas las esperanzas de apoyo exterior, y mejorada la situacion del pais con alguna mayor abundancia, se desvanecieron todas las probabilidades de buen éxito, y hubo que abandonar el plan. El P. Haedo, autor contemporáneo, en su historia y topografía de Arjel atribuye esta contrariedad á traiciones y abusos de confianza. Si á su ánimo, industria y trazas correspondiera la fortuna (dice hablando de CERVANTES), hoy fuera el dia que Arjel fuera de cristianos, porque no aspiraban á ménos sus intentos.... De su cautiverio y hazañas se pudiera hacer una particular historia.... Y si no le descubrieran y vendieran los que le ayudaban, dichoso hubiera sido su cautiverio, con ser depeores que en Arjel habia. Por esto solia decir Azan, que como él tuviese guardado al estrolos peado español, tenia seguros sus cristianos, bajeles y aun toda la ciudad: tanto era (añade el mismo escritor) lo que temia las trazas de MIGUEL DE CERVANTES.

Mientras en tales proyectos andaba ocupado, sus desvalidos padres, arruinados ya con el rescate de su mayor hermano, continuaban las diligencias para obtener el de MIGUEL. Con este fin buscaron documentos con que hacer constar sus servicios. D. Juan de Austria, que de ellos habia sido testigo y justo apreciador, habia muerto ya; el duque de Sesa dió una certificacion en que muy expresivamente los encarecia, y los declararon judicialmente ante la autoridad muchas personas que habian presenciado sus hazañas en el ejército y en el cautiverio. Entre estos pasos vino á fallecer agoviado por tantas pesadumbres su padre Rodrigo, cuya viuda D. Leonor de Cortinas los continuó sin descanso con todo el amor de una madre, hasta que ayudada de su hija D. Andrea pudo entregar á los religiosos de la órden de la Trinidad trescientos ducados, cantidad que distaba mucho todavía de la que exigia el codicioso berberisco.

Una persona piadosa (y no callemos el nombre de un bienhechor de la humanidad), Francisco Caramanchel, doméstico de un consejero, dió cincuenta doblas; otras cincuenta se le aplicaron de la limosna general de la órden Redentora. Esperaban completar la partida con la gracia que se habia solicitado del Rey, cuyo gobierno, despues de las dilaciones y viciosos trámites que tambien entonces seguian los expedientes, y conforme al ridículo sistema de arbitrios particulares para cada objeto, de que aun ahora nos quedan resabios, concedió por toda merced un permiso para exportar de Valencia á Arjel por valor de dos mil ducados de mercaderías no prohibidas. Se trató de negociar el privilegio, y nadie ofreció por él mas de sesenta ducados: probablemente importarian mas los derechos curiales para la expedicion de la cédula, que por este motivo no se sacó. Nada tuvo CERVANTES que agradecer en esta ocasion á los que despues llevaron constantemente la ingratitud hasta la tenacidad.

Por este tiempo, en mayo de 1580, los padres de la Santísima Trinidad, provistos de algunos fondos de la Orden y de particulares, llevaron á Arjel el estandarte de la Redencion. Este sagrado instituto, lo mismo que el de la Merced, prestó por espacio de largos años eminentes servicios á la causa de la humanidad indignamente ultrajada. Cuando los gobiernos no son capaces de satisfacer todas las necesidades de la sociedad que presiden, es indispensable que el celo de los hombres generosos supla esta imperdonable falta; y si se agrega á sus esfuerzos el poderoso estímulo de la religion, suelen conseguir efectos maravillosos hasta que, cesando el objeto que vivifica la obra, viene naturalmente la corrupcion en pos de la indiferencia. Dirigia esta gloriosa expedicion el P. Fr. Juan Gil, procurador general, acompañado del P. Fr. Antonio de la Bella, ministro del convento de Baeza. Así que estos dos buenos religiosos llegaron á su destino, solicitaron el rescate de CERVANTES; pero su amo se obstinaba en no querer rebajar el precio de mil escudos en que lo habia tasado para doblar el importe de la compra. Cuatro meses se pasaron en tan odioso regateo: en este intermedio espiró el término del bajalato de Azan, quien habia entregado ya el gobierno á su sucesor Jafer—Bajá. Ya iba á salir del puerto con cuatro buques propios y siete de escolta; ya CERVANTES estaba amarrado á su banco y con el remo en la mano. Reflexiones, súplicas, empeños, apoyaron el último esfuerzo. El dia 19 de setiembre de aquel año recibió sus quinientos escudos de oro en oro de España, con mas nueve doblas de derechos para el cómitre y demas oficiales de la galera; mandó desembarcar á CERVANTES ya libre, y pocas horas despues navegaba hacia Constantinopla. El dinero destinado á CERVANTES no alcanzaba á cubrir la suma exigida: fué preciso buscar entre mercaderes doscientos veinte escudos, bajo la garantía de los religiosos, que nunca pudieron emplear mejor el crédito de su Orden.

Restituido CERVANTES á la libertad permaneció todavía en Arjel hasta fines de aquel año, agasajado de cuantos conocian sus bellas prendas. Solo su delator, el mencionado Juan Blanco de la Paz, que como casi todos los perversos aborrecia con preferencia á quienes mas había T. Ib agraviado, puso en juego todas las artes que pudo sugerirle su infernal ingenio para desacreditar y perder á quien no habia podido asesinar. Temia tal vez que de regreso á España CERVANTES habia de descubrir su infame proceder, y trató de ganarle por mano á fin de que sus rclaciones no fuesen creidas. Con este objeto se dedicó á esparcir voces denigrantes, y á recogerlas despues, seduciendo á varios cautivos y excitándolos á declarar en cierta informacion que intentó. Pero odiado como era, si la crédula docilidad de algunos pudo hacerle concebir alguna esperanza, solo encontró en los mas desprecio y resistencia. Despechado, pero no arrepentido, acudió á un medio de terror que en aquellos tiempos alcanzaba aun á los infelices cristianos que bogaban en las galeras ó trabajaban en las obras públicas en tierra de infieles. Arrogóse el titulo de comisario del Santo Oficio, con cédula y comision del Rey para cjercer alli sus funciones; presentóse al respetable Dr. Sosa para requerirle á que le reconociese como tal, y fué rechazado; lo mismo exigió de los padres redentores, quienes le pidieron exhibiese sus despachos: no pudo hacerlo, porque no los tenia: todo era falso; la Inquisicion no tuvo la desgracia de valerse de un hombre semejante.

Sin embargo, era preciso rechazar un golpe que lubiera podido repetirse. Con este propósito provocó CERVANTES una informacion de testigos, que por fortuna existe original en el archivo general de Indias establecido en Sevilla. En este precioso documento dieron sus declaraciones los cautivos mas autorizados que existian entonces en Arjel, exponiendo los hechos que hemos referido, y justificando la virtuosa conducta de CERVANTES en medio de aquellos trabajos.

En efecto, no perdió ocasion de alentar á los renegados medianamente predispuestos para que volviesen á sus antiguas creencias tímidamente abandonadas; trataba á todos con una gracia particular, que le conciliaba el afecto de cuantos le conocian; con lo poco que podia recoger socorria liberalmente á los mas necesitados, exhortaba á los pusilánimes, flacos y tibios, cumplia con los deberes de la religion, y componia versos, algunos de ellos sobre asuntos de picdad. Acaso á esta época deben referirse los romances infinitos de que habla él mismo en su Viaje al Parnaso.

Con este testimonio, que suplia con ventaja las perdidas cartas de recomendacion, vino CERVANTES lleno de seductoras esperanzas á besar las arenas de su patria y abrazar á su desconsolada familia. Su hermano Rodrigo, ascendido al grado de alférez, se hallaba sirviendo en las tropas que invadian el Portugal. Preparábase una expedicion sobre las islas Terceras, que apoyadas por la Francia y la Inglaterra negaban la obediencia á Felipe II y sostenian la pretension de D. Antonio, prior de Ocrato. CERVANTES creyó inocentemente que el mejor medio de adelantar en su carrera sería multiplicar servicios buscando ocasiones de distinguirse, y con esta idea se resolvió sin tardanza, no embargante su manquedad, á ofrecer su diestra, que vigorosa todavía y encallecida por los hierros podia muy bien esgrimir la espada.

Sirvió pues en las tres campañas de 1581 hasta 1583, y segun probables indicios concurrió á la accion naval del 23 de julio de 1582 en las aguas de la isla de San Miguel, y al sangriento desembarco verificado en la isla Tercera, en 15 de setiembre del año siguiente, á las órdenes de su antiguo general D. Alvaro de Bazan, marques de Santa Cruz; pero no tenemos noticias positivas de sus aventuras y hechos de armas en estas expediciones: solo sabemos que por aquellos tiempos fué enviado á Mostagan con cartas y avisos del alcaide de aquella fortaleza para Felipe II, quien le mandó pasar á Oran. Tambien con esta época debieron coincidir ciertos amores con una dama portuguesa, de quien hubo una hija natural llamada D." Isabel de Saavedra, que formaba despues parte de su familia, como se dirá.

Concluida la guerra con la reduccion de todas las posesiones ultramarinas pertenecientes á la monarquía portuguesa, y desvanecidas las probabilidades de fortuna por este camino, dejó CERVANTES el servicio militar y fijó su domicilio, despues de quince años de vicisitudes y adversidades.

O la ociosidad de su nuevo género de vida, ó el deliberado propósito de tomar el ejercicio de escribir como recurso para la subsistencia, fuéron parte á que con mayor ardor se dedicaso al culto de las Musas, que habian sido las delicias de su primera juventud y el consuelo de sus quebrantos. Durante su larga ausencia habian hecho grandes progresos las letras castellanas; y en este movimiento de las inteligencias, aunque limitado y como encarrilado en direcciones parciales é incompletas, era ya mas dificil que la mediania obtuviese alguna tolerancia. Por entonces compondria su Filena, produccion de que no conocemos mas que el nombre, por lo que él mismo indicó incidentalmente mucho despues[10], sin que podamos por ello inferir su naturaleza, objeto é importancia. A fines de 1583 tenia ya concluida La Galatea, y solicitada la licencia para su impresion, que se verificó pasado el mes de agosto del año inmediato, despues del fallecimiento del insigne caudillo Marco Antonio Colonna, supuesto que en la dedicatoria á su hijo Ascanio, abad de Santa Sofia, se refiere ya á este suceso, dando así un testimonio de las gratas relaciones que labia conservado con sus favorecedores de Italia. Si es que CERVÁNTES escribió esta obra en el breve intervalo que medió entre su licenciamiento y la presentacion á la censura, esto sería una prueba bien relevante de su fecundidada Es La Galatea una novela pastoral, género que se habia hecho muy de moda en todas las naciones cultas de Europa, desde que la introdujo el napolitano Sannazaro con toda la lozanía de su genio poético. Imitador de este fué en España el portugues Jorje de Montemayor, que antes del año de 1562 habia publicado su Diana con tanto aplauso, que á muy poco salieron á la vez dos continuaciones de su mismo argumento, la una de corto mérito, compuesta por el salmantino Alonso Perez, bajo el titulo de Diana segunda, y la otra llamada Diana enamorada, por el valenciano Gil Polo, que compitió honrosamente con su modelo. Otras obras de la misma familiaque sería aqui ocioso enumerar, anduvieron en boga en aquella época, mereciendo sin embargo alguna mencion El pastor de Filida, de Luis Galvez de Montalvo, dado á luz en 1582, no tanto por sus dudosas bellezas, como por la influencia que pudo ejercer el ejemplo del autor sobre la resolucion que tomó su amigo CERVANTES de ensayar su pluma en una composicion bucólica.

Pero el público empezaba á fastidiarse por la abundancia de un género que sobre ofrecer limitados recursos, á fuerza de buscar la novedad iba extraviándose por caminos poco acomodados á la naturaleza. Por eso La Galatea no excitó grande entusiasmo, y la misma suerte cupo á otros poemas pastorales de fecha posterior, á pesar de la fama y verdadero mérito de sus autores.

CERVANTES, que no solia despreciar los frutos de su ingenio, se mostró severo con su Galatea en el discreto expurgo de la librería de Don Quijote, librándola del fuego solo por misericordia y con la esperanza de enmienda en la segunda parte prometida. Su censor oficial la calificó de provechosa, de mucho ingenio, de galana invencion, de casto estilo y buen lenguaje. El censor tenia razon la mayor parte de sus defectos consistia en el género, la mas pequeña en el autor que lo habia escogido sin encontrar todavía en estos primeros pasos la senda á que le llamaban las condiciones especiales de su privilegiada fantasía.

Prescindiendo de los resabios bastante frecuentes de afectacion y amaneramiento, el lenguaje es puro, elegante, armonioso mas bien que animado y correcto; algunos caractéres están bien delineados; muchos incidentes inspiran el mas vivo interes, y sobre todo la inventiva, este gran dote de CERVANTES, este órgano de su cerebro, como dirian los modernos, resalta allí magníficamente y sobresale entre todo lo demas. Pero esto no es bastante para disimular, ni la enmarañada complicacion de sucesos que siendo inconexos entre sí, embarazan, detienen, interrumpen y debilitan el curso de la accion principal, ni la inferioridad de ciertos versos, ni la sutil metafisica amorosa explicada como en una cátedra, ni la poca conformidad de las condiciones con las costumbres de los personajes, que desvanece toda la ilusion de la verosimilitud.

Por esto convienen casi todos los críticos en que La Galatea ocupa el último lugar entre las obras de CERVANTES, en el órden de perfeccion literaria.

Otros poetas intentaron disfrazar la sociedad con el traje de los pastores. CERVANTES quiso ademas retratar de intento á determinados personajes. Bajo los nombres del ya difunto Meliso quiso celebrar á D. Diego Hurtado de Mendoza; bajo el de Tirsi, Damon, Siralvo, Lauso, Larsileo y Artidoro, puso en escena á sus amigos Francisco de Figueroa, Pedro Lainez, Luis Galvez de Montalvo, Luis Barahona de Soto, D. Alonso de Ercilla, y micer Andres Rey de Artieda; y si el tiempo no hubiera consumido las memorias que se hallaban frescas entonces, aun descifrariamos otras semblanzas, é interpretariamos otras alusiones. Es opinion generalmente recibida que en esta fábula los nombres de sus dos principales actores, el enamorado Elicio y la discreta Galatea, encierran los de MIGUEL DE CERVANTES y de D. Catalina de Palacios, á quien á la sazon estaba el primero obsequiando con honestos fines.

En efecto, consta que en 12 de diciembre del mismo año 1584 contrajo CERVANTES matrimonio con D. Catalina de Palacios Salazar y Vozmediano, hija de Hernando de Salazar y Vozmediano, y de Catalina de Palacios, ambos de las mas ilustres casas de Esquivias. Se echa de ver que habia estrechas relaciones entre las familias de los desposados, por cuanto el padre de CERVANTES habia nombrado por albacea en su testamento á la D." Catalina, viuda ya, y madre de la que vino á ser despues su nuera. El domicilio conyugal se estableció en la misma villa de Esquivias, al parecer muy modestamente, pues ni la dote de la mujer ni los recursos del marido á otra cosa daban lugar. Era preciso aguzar el ingenio para atender á las nuevas cargas, y tanto la falta de ocupacion como la proximidad de aquel punto á la corte de Madrid, daban á CERVANTES frecuentes ocasiones para ir á activar sus pretensiones y cultivar sus amistades.

Túvolas muy estrechas con los mas afamados ingenios de aquel tiempo, cuya benevolencia se habia ya granjeado por los elogios, á la verdad exagerados en su mayor parte, que acababa de prodigarles en el Canto de Caliope, inserto en el libro sexto de su Galatea. Concurriria probablemente á las academias particulares, donde sus amigos se juntaban á departir las cuestiones literarias del dia y á comunicarse el fruto de sus trabajos; y así fué que á varios autores que publicaron por entonces sus obras, dedicó algunos sonetos y composiciones laudatorias para poner al frente de aquellas, urbana costumbre y tributo recíproco, que él mismo recibió y pagó, pero que con sumo donaire supo despues ridiculizar en el prólogo de la primera parte del Don Quijote.

Pero esto no daba medios de subsistir, y aunque generalmente la industria de escribir era entonces aun mas estéril que en nuestros dias, habia ciertos ramos que daban algun mezquino producto, y uno de ellos era el teatro. La escena española estaba entonces aun en mantillas. Ni el artificio de Bartolomé de Torres Naharro, y sus secuaces Cristóbal de Castillejo y Juan de Malara, ni la cómica sencillez del insigne Lope de Rueda y su apasionado Juan de Timoneda, ni los esfuerzos de Fernan Perez de Oliva, Pedro Simon Abril y Fr. Jerónimo Bermudez, para inocular en sus contemporáneos el gusto á las formas clásicas, habian logrado formar un teatro verdaderamente nacional. Las reliquias de aquellos tiempos, preciosísimas para la historia del arte, como que señalan las huellas que dejó el ingenio español en su gloriosa carrera, no podian servir de guia segura. No podemos detenernos mas en el exámen de este punto, que fuera aquí digresion impertinente, y que en otra parte será, Dios mediante, oportuno objeto de investigacion: baste decir que Juan de la Cueva en Sevilla y Cristóbal de Virués en Valencia, tomaban un rumbo nuevo y allanaban el camino al gran Lope de Vega, corrompiendo en su nismo origen la obra que preparaban. El pueblo entusiasmado por la brillante novedad corria en tropel á los corrales de comedias, y CERVANTES, que escribia para la subsistencia y para la gloria, se vió en el caso de contentar al pueblo que pagaba y que aplaudia.

Veinte ó treinta comedias, segun él mismo nos dijo despues, compuso en aquellos años; y por la notable incertidumbre con que se expresa sobre su número puede presumirse que en poco las estimaria. Sin embargo, ellas fuéron bien recibidas por representantes y espectadores, y sin ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza corrieron su carrera libres de silbos, gritas y baraundas. De la mayor parte de estas primeras comedias ignoramos hasta los titulos: conocemos los de La gran turquesca, La batalla naval, La Jerusalen, La Amaranta ó La del Mayo, El bosque amoroso, La única y bizarra Arsinda, que todas se han perdido, así como La confusa, que él tenia por la mejor, habiendo llegado únicamente á nosotros El trato de Arjel y La Numancia. No analizarémos estas producciones por la relacion que tienen con la vida de nuestro escritor, dirémos únicamente que en ellas erró segunda vez su vocacion.

Ocupaciones de otro género sobrevinieron á CERVANTES, que desapareció de la escena literaria por el espacio de cerca de veinte años. Pasemos rápidamente y como sobre ascuas por este período desagradable. Obligado por la negra necesidad aceptó el encargo de temporal comisario ó factor de provisiones para la armada; se trasladó con este motivo á Sevilla en 1588, prestó alli sus fianzas, desempeñó este cometido hasta 1592, y rindió sus cuentas. En el interin no descuidaba sus pretensiones, como que en 1590 solicitaba de S. M. un oficio de los que se hallaban vacantes en Indias, señalando particularmente la contaduría del nuevo reino de Granada, la de las galeras de Cartagena, el gobierno de Soconusco en Goatemala, ó el corregimiento de la ciudad de la Paz, pues con cualquiera de estos destinos se daba por satisfecho, apelando, como dijo él mismo, al remedio á que se acogian otros muchos perdidos en Sevilla, que era el pasarse á las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España. El Rey se sirvió decretar que no habia lugar, y que buscase por acá en qué se le hiciese merced.

Dando á esta promesa mas valor del que en sí tenia, volvió CERVANTES á Madrid en 1594, y todo lo que pudo conseguir fué otra comision del consejo de Contaduría mayor para la cobranza de ciertas cantidades, que procedentes de tercias y alcabalas reales debian varios pueblos del reino de Granada, que recorrió en efecto, realizando estos créditos con suma eficacia, aunque no sin dificultades. En 1595 tuvo que pasar á Sevilla con motivo de haber vuelto protestada una letra sobre Madrid de siete mil cuatrocientos reales, que habia remitido al tesorero general, y de cuyo importe se le hacia responsable; la quiebra del librador le puso en grandes apuros, de que salió sin mas perjuicios que el desagrado. En 1597, segun las cuentas formadas por las oficinas, resultaba contra CERVANTES un descubierto de dos mil seiscientos cuarenta y un reales, y por real provision se dió órden á un juez de Sevilla para que le prendiese y a su costa le enviase preso á la corte, á disposicion del tribunal de Contaduría mayor. Verificose la prision, el encarcelado representó, y por buena composicion se le puso en libertad, bajo fianza de presentarse dentro de treinta dias en Madrid á rendir la cuenta y pagar el alcance.

Corazon muy duro es preciso que tenga quien no se sienta penetrado de lástima al ver á CERVANTES condenado á ocupaciones tan ajenas de su carácter, ininuciosas, pesadas, capaces de yermar la imaginacion mas fecunda y de abatir los mas altos pensamientos. Lejos de su casa, sin fija residencia, sin los consuelos de su familia, atenido á una misera retribucion, luchando con la miseria de los contribuyentes, con las reclamaciones de las justicias y con las marrullerias de los arrendadores, sujeto á las caprichosas fórmulas oficinescas y á las estafas de los mercaderes de mala fe, mal agradecido por aquellos á quienes servia con el mayor esfuerzo que puede hacer el hombre, cual es el sacrificio de las propias inclinaciones, expuesto continuamente á ser encausado y perseguido por partidas dudosas, cuya tenuidad nos da vergüenza, CERVANTES debió sufrir extremadamente en esta época de su vida. ¡Oh! bien seguros estamos de que en medio de tanto fastidio y tanta humillacion, su ánimo altivo echaba de ménos cada dia las húmedas mazmorras de Arjel, el duro trato de sus amos, el peligro de la vida, y aquella tarea incesante de combinar planes generosos, cuyo acicate era la esperanza y cuyo premio la libertad.

Interpretando ciertas expresiones vertidas en el Viaje al Parnaso, han creido algunos que por imprudencia suya ó rareza de genio habia dejado perder ocasiones de medrar que se le venian á la mano. Harto conocemos lo que significan estos amargos desahogos en un hombre que habia manejado negocios de cierta naturaleza. CERVANTES era honrado, era amante de su decoro, é incapaz de toda rastrera intriga; era ademas compasivo, dadivoso, maniroto, si se quiere, en su pobreza como lo fué en su cautiverio: estas serían sus culpas; Dios y los hombres se las perdonan.

Terminada su segunda comision, desempeñó algunas agencias de particulares, y en el año de 1598 se hallaba todavía en Sevilla, donde compuso su célebre soneto sobre el túmulo erigido en aquella catedral con ocasion de las exequias de Felipe II, así como dos años antes habia escrito otro sobre el tardio socorro con que acudió á Cádiz el duque de Medina, despues del desembarco de los ingleses al mando del conde de Essex. Tambien desde el mismo punto envió á Zaragoza una glosa en alabanza de S. Jacinto, para concurrir al certamen que en celebridad de la canonizacion del Santo propusieron los padres dominicos del convento de dicha ciudad. La glosa de CERVANTES obtuvo el primer premio, lo cual nos da á entender que hubo de habérselas con pobres contrincantes. Resulta pues que en el tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones, se dedicaba a literarios ejercicios, y todos los indicios se reunen para hacernos creer que por entonces escribió sus Novelas, las cuales, como composiciones de no muy larga extension, bien pueden caber en la brevedad de sus ocios. A pesar de su subalterna posicion, trató familiarmente con las personas mas distinguidas por su clase y su saber que existian en Sevilla, ciudad culta y poderosa, patria entonces como siempre de clarisimos ingenios.

Allí vió morir al divino Herrera, cuya memoria honró con un soneto, y concurrió á las amenas reuniones tenidas frecuentemente en el estudio del amable pintor y poeta Francisco Pacheco, quien sacó su retrato entre los muchos de personas eminentes, que tuvo la laudable curiosidad de recoger.

Desde fines de 1598 hasta principios de 1605 solo nos quedan de CERVANTES tradiciones, que si bien generales y constantes, no se apoyan en documentos conocidos falta tanto mas sensible cuanto mas interesante sería saber las circunstancias que le dieron ocasion é impulso para escribir su libro inmortal: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Sobre que en Ja Mancha estuvo por aquellos años, todos se hallan acordes; y de que allí recibió algun desaguisado en cierto pueblo, cuyo nombre recordaba con repugnancia, dan testimonio algunos pasajes de su obra. Pudo muy bien haberse trasladado á aquel pais, acogiéndose al amparo de algun pariente, entre los muchos y muy ilustres que por alli tenia; pudo tambien haber ido á desempeñar alguna comision, ya que este modo de vivir habia abrazado. Unos aseguran (dice Navarrete) que comisionado para ejecutar á los vecinos morosos de Argamasilla á que pagasen los diezmos á la dignidad del gran priorato de San Juan, fué atropellado y puesto en la cárcel; otros suponen que esta prision dimanó del encargo que se le habia confiado relativo á la fabrica de salitres y pólvora en la misma villa, para cuyas elaboraciones echó mano de las aguas del Guadiana, en perjuicio de los vecinos que las aprovechaban para el riego de sus campos; y no falta, en fin, quien crea que este atropellamiento acaeció en el Toboso, por haber dicho CERVANTES á una mujer algun chiste picante, de que se ofendieron sus parientes é interesados.» La fama de quisquillosos y linajudos de que gozaban los pueblos de aquel distrito, la tradicion que todavía subsiste en Argamasilla de que en la casa llamada de Medrano estuvo el encierro donde permaneció CERVANTES padeciendo largos trabajos, y la expresion del mismo, confirmada por otra de Avellaneda, de que su libro fué engendrado en una cárcel, donde toda incoUI modidad tiene su asiento, dan lugar á una multitud de conjeturas, que en vano se ha pretendido apurar. Si lo que se refiere tiene, segun parece, algun fundamento, es preciso confesar que no se ha visto jamas en el mundo mas graciosa ni mas discreta venganza. Acaso esto mismo habrá contribuido á que creyéndose alguno aludido en su persona ó en su familia por esta ó aquella expresion del Don Quijote, haya procurado ocultar los documentos que podian hacerle ridículo ú odioso. Por lo que á nosotros toca, deponemos todo resentimiento por aquella dichosa prision que tanto gusto y entretenimiento ha dado y dará aun al género humano, y el mismo CERVANTES quedaria agradecido á sus molestos perseguidores, en vista de la inmortalidad que inocentemente le granjearon.

Se hallaba establecida la corte en Valladolid desde el año de 1600, y andaba todavía á vueltas el fastidioso expediente del supuesto descubierto de CERVANTES por resultas de las cuentas de sus cobranzas. Un informe que accidentalmente dieron en enero de 1603 los contadores de relaciones á la Contaduría mayor, iba á remover el asunto, dando lugar á nuevas vejaciones, cuando CERVANTES, sabedor acaso de esta novedad, se presentó en Valladolid á dar sus descargos, que sin duda fuéron satisfactorios, supuesto que habiendo residido en la corte y á vista del tribunal hasta el fin de sus dias, no volvió á ser molestado bajo el concepto de deudor á los caudales públicos. Disponia entónces á su arbitrio de la Monarquía el famoso duque de Lerma, gran valido de Felipe III, que segun las quejas de los contemporáneos y la visible decadencia del poderio, riqueza y cultura de la nacion, usó de su privanza en provecho propio mas que en el comun. En vano se esforzó CERVANTES en exponerle sus servicios para conseguir la apetecida recompensa: aquellos eran ya muy antiguos, y esta se guardaba solo para lisonjeros y paniaguados. El Duque, ambicioso de enlazar su familia con las mas esclarecidas del Reino, casó á su hijo segundo D. Diego Gomez de Sandoval con D. Luisa de Mendoza que, como inmediata sucesora del título del Infantado, llevaba el de condesa de Saldaña. Al nuevo Conde pues, que, segun parece, era aficionado á la poesía, dirigió CERVANTES una oda, que por primera vez sale al público inserta en la presente coleccion; pero ni por este medio alcanzó el merecido favor, y aseguran que fué recibido con despego por aquel orgulloso ministro.

Desalentado CERVANTES por este camino, y tratando de publicar la primera parte del Don Quijote, que acababa de escribir, se vió en la necesidad de buscar algun Mecénas poderosoque, segun se decia en la fraseologia de la época, amparase la obra y la pusiese á cubierto de los tiros de la envidia. D. Alonso Lopez de Zúñiga y Sotomayor, sétimo duque de Béjar, era uno de los magnates que por aquel tiempo hacian gala de proteger las letras y honrar á los autores, si bien no siempre con buena eleccion y discernimiento. Rehusando el Duque la dedicatoria, ciñose CERVANTES ȧ suplicarle se dignase oir un capitulo, y fué tanto lo que su lectura regocijó á los asistentes, que no le dejaron parar hasta el fin de la obra. Tanto fué menester para aceptar un obsequio que habria llenado de orgullo al mas indiferente. Esta proteccion duró muy poco, siendo de notar que CERVANTES no dedicó al mismo Duque, que aun vivia, la segunda parte del Don Quijote, ni volvió á mentarle en sus escritos. Atribuyese esto á la influencia de un religioso entremetido que mangoneaba en casa de los duques, y que se empeñó en desacreditar á CERVANTES, hasta privarle de una acogida que miraba con los celos de un estúpido.

La primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha salió á luz publicada en Madrid á principios de 1605. ¿Qué dirémos de este esfuerzo del humano ingenio, de este libro asombroso, que ha sido durante mas de dos siglos la admiracion del mundo, la envidia de las naciones extranjeras, el recreo del vulgo, la medicina de los mal humorados, y el repertorio inmenso de todas las gracias de la conversacion? Las prensas no cesan de reproducirlo en todas partes, los doctos y los indoctos no se cansan de leerle, los hombres mas eruditos lo analizan y lo comentan, unos entusiasmándose por sus perfecciones hasta la idolatría, otros rebuscando sus defectos, que los tiene sin duda, y parece que están allí para abonar sus bellezas, supuesto que á pesar de ellos la obra no deja de ser el modelo mas cabal. En hora feliz concibió CERVANTES su gran pensamiento, tomó la pluma y la dejó correr libre y sin trabas, arrebatado por el impulso de su impetuosa imaginacion. Nada era capaz de detenerla; si tuviéramos el manuscrito, hallariamos en él pocos borrones. Olvidaba muchas veces lo que habia escrito, y caia en contradicciones y anacronismos; tropezaba con una dificultad de lenguaje, y saltaba por encima, sacrificando la correccion á la enerjia ó á la gracia; le convenía variar el plan, y tomaba otro rumbo con el mas gentil desenfado así como su héroe, dice Clemencin, erraba por llanos y por montes, sin llevar camino cierto, en busca de las aventuras que la casualidad le deparaba, del propio modo el pintor de sus hazañas iba copiando al acaso y sin premeditacion lo que le dictaba su lozana y regocijada fantasía. Pudiera aplicársele, observa el Sr. Quintana en su Vida inédita, el dicho de Mengs al ver el cuadro de las Hilanderas de Velazquez: «Esto no está pintado con la mano, sino con la voluntad. » que CERVANTES en esta ocasion, habiendo acertado con la horma de su ingenio, estaba lleno de su asunto, y tenia trazada en su mente, con rasgos precisos, firmes é indelebles, la origina_ lisima figura de su héroe, de aquel loco amable é interesante, cuyas manías es necesario perdonar y aun aplaudir, en gracia de su generosa intencion. A su lado presenta el mas bello contraste la peregrina concepcion del buen escudero Sancho Panza, segundo personaje de la fábula; y la diversidad de los caractéres, la amenidad de las descripciones, la viveza del diálogo, la oportuna verdad de los conceptos, la artificiosa naturalidad (si es lícito decirlo así) de la narracion, el inesperado desenlace de los sucesos intrincados, hacen desaparecer todos los lunares á los ojos del lector suspenso en la deliciosa lectura de un libro que no tuvo ántes modelo, ni copia despues.

Es Hemos dicho la causa ocasional de la concepcion del Don Quijote; pero esta pudo solo influir en darle patria y lugar para sus hazañas: el fin, la verdadera intencion de la obra fué mas alta, fué eminentemente moral. La lectura de los libros llamados de caballerías, epopeyas informes y desatinadas, que traian su origen de la ruda ignorancia de la edad media, tenian trastornadas muchas cabezas. Era grande en todas las clases la aficion á su lectura, que léjos de elevar los sentimientos é ilustrar á la sociedad, contribuia poderosamente á fomentar la credulidad y la supersticion, á confundir el valor racional con la antojadiza temeridad, á inspirar ideas equívocas sobre los deberes del hombre, y aun á corromper las costumbres, dando lugar á quimeras y locos devaneos, de que se seguian graves daños tanto á las familias como á la república. Todas las representaciones de las cortes del Reino, todas las disposiciones del gobierno, todo el esfuerzo de los hombres eminentes, que como Luis Vives, Alejo Venegas, Benito Arias Montano y otros, habian declamado contra tales libros, no hubieran logrado desterrarlos, si CERVANTES, echando mano de la irresistible arma del ridículo, que tan diestramente manejaba, no los hubiese arrojado para siempre á la sima del olvido que merecian. Jamas obra alguna logró triunfo mas completo. Tres años antes de su aparicion se publicó la Crónica de Don Policisne Boecia; despues de este acontecimiento literario, no hay ejemplar de que se imprimiese en España libro alguno de caballerías, hasta que en los tiempos modernos se ha reproducido uno que otro, no como pabulo de lectura entretenida, sino como objeto de curiosidad literaria.

El ingenioso hidalgo fué recibido por el público con el aplauso que merecia, como que en el primer año salieron cuatro ediciones: dos en Madrid, ambas por Juan de la Cuesta; una en Valencia, por Pedro Patricio Mey, y otra en Lisboa, por Jorje Rodriguez. Un tal Francisco Robles fué, segun parece, quien compró á CERVANTES el privilegio; y atendido un éxito tan brillante y la necesidad del autor, es de creer que hizo una pingüe negociacion. Esta popularidad aumenta las improbabilidades de la especie que anduvo muy válida y acreditada en el siglo último, de que pesaroso CERVANTES al ver que su obra no obtenia el despacho que esperaba, hizo impri—mir subrepticiamente un papel anónimo con el título de Buscapié, en el cual llamó la atencion del público, dando la clave de las misteriosas alusiones esparcidas en su narracion. Segun esto, el objeto del libro variaba de todo punto, supuesto que sus personajes no serían puramente imaginarios, sino caricaturas del emperador Carlos V y otros sugetos importantes de su corte, en cuyas empresas y regocijos reinaba á la verdad cierto espíritu caballeresco, que podia muy bien prestarse á la sátira. Pero nada confirma semejante hipótesis, y hay muchas razones que la contradicen y destruyen. Siempre CERVANTES, especialmente en el Don Quijote, habló con sumo respeto y formalidad de aquel gran monarca, hasta darle el nombre de invictisimo, pecando contra la gramática por esforzar el epiteto. No pudo pues ridiculizar á quien tanto encomiaba; y faltando conocidamente el motivo que se supone, no es de creer que un hombre tan comedido como CERVANTES quisiese exponerse gratuitamente a los peligros de una publicacion que lubiera podido costarle sinsabores de mas de un género. Pero una persona respetable aseguró á D. Vicente de los Rios que habia visto un ejemplar del Buscapié en poder del conde de Saceda; hecho que, sin ofensa de la veracidad del aseverante y sin menoscabo de la sana crítica, puede explicarse (observa Clemencin) por el artificio de algun escritor para iludir al Conde, que era rico y goloso en la materia. Mas dificil era, añade, contrahacer la edicion primitiva de la gramática de Antonio de Lebrija, y se contrahizo en este siglo pasado el Buscapié no tenia que temer comparaciones ni cotejos[* 1]

Del entusiasmo público no participaron algunos escritores, ya por los celos del oficio, ya por la creencia de liallarse comprendidos y señalados en las censuras literarias vertidas incidentalmente y como de paso en el Don Quijote, ya en fin por efecto de estas malas tentaciones á que nos hallamos propensos sin poderlo remediar los que nos dedicamos á este ejercicio. Entre tales murmuradores deben contarse D. Luis de Góngora, introductor del culteranismo, que empezaba entonces á inficionar nuestra literatura, el Dr. Cristóbal Suarez de Figueroa, traductor del Guarini, autor de la Plaza universal de ciencias, hombre excéntrico, como ahora diriamos, en la sociedad donde vivia, y el escritor petulante que algun tiempo despues, segun verémos, se disfrazó bajo el pseudónimo de Alonso Fernandez de Avellaneda. Era este conocidamente uno de los ciegos admiradores del gran Lope de Vega, al cual iban sin duda dirigidas las discretas observaciones del canónigo de Toledo, en el capítulo XLVIII de la primera parte de Don Quijote. Del mismo Lope hay indicios de resentimiento, que algunos se empeñan en negar, mas por mucho que nos lastime el ver á dos hombres tan eminentes descender de su altura para confundirse en el campo de las vulgares miserias, es fuerza confesar que hay en ello algo de verdad, y que, si no hubo rompimiento, lubo desvio. ¿En qué punto debieron encontrarse los dos, caminando por distintos senderos hacia la cumbre de la gloria? Es verdad que quisieron reciprocamente invadir el patrimonio que la naturaleza les habia señalado. Quiso CERVANTES escribir comedias, y cayó en un punto mas abajo de la medianía; quiso Lope escribir novelas, y apestó. En la vida de este último entrarémos en mas pormenores sobre esta curiosa rivalidad.

Pocos meses despues de publicado el Don Quijote ocurrió á CERVANTES un disgusto que debió acibarar por algunos dias su existencia. No parece sino que una tenaz fatalidad le andaba persiguiendo sin cesar por todas partes. Permanecia en Valladolid con alguna tranquilidad en el seno de su familia, compuesta de su mujer, de su hija natural, de su hermana viuda doña Andrea, la misma que habia contribuido á su rescate, de una hija de esta, y de una persona allegadiza que se llamaba tambien su hermana y era beata. Por la noche del 27 de junio, estando ya recogido CERVANTES y todos los de su familia, hubo en la calle cuchilladas, de que resultó herido gravemente D. Gaspar de Ezpeleta, caballero navarro, de la órden de Santiago, que andaria rondando segun la costumbre de los enamorados en aquellos tiempos. Pidió auxilio; alborotóse la vecindad; bajó CERVANTES, y con la ayuda de otro fué colocado el herido en el cuarto de una vecina que se hallaba mas á mano, donde murió en la mañana del 29. La circunstancia de haberse depositado sus vestidos en casa de CERVANTES dió lugar á que se le pusiese en la cárcel junto con su hermana, hija y sobrina, segun aquel dichoso método de enjuiciar, que condenaba la compasion como un delito. Dias despues, reconocida su inocencia, fué puesto en libertad; y los chismes de las mujeres sonsacadas por el juez en pesquisas y declaraciones impertinentes, han dado ocasion á la malicia de algunos para atribuir á CERVÁNTES una industria vergonzosa, que es incompatible con la nobleza de su carácter.

Restituida la corte á Madrid, la siguió CERVANTES, siempre dedicado á las agencias que se le encomendaban, mientras su honrada familia le ayudaba con el trabajo de sus manos en cuanto puede ayudar el mezquino producto de las labores mujeriles. En 1608 se reimprimió la primera parte del Don Quijote á su vista: hizo algunas enmiendas, supresiones y añadiduras, pero tan á la lijera y con tal descuido, que parece inconcebible cómo pudieron escapársele errores que saltan á la vista de cualquiera. Sirva de ejemplo el olvido de la pérdida del rucio de Sancho Panza, distraccion repetida siete veces en las primeras ediciones, corregida en dos pasajes de la de 1608, y dejada sin tocar en los cinco restantes. No disminuia en un punto la boga que obtuvo la obra desde un principio, pues se reimprimió dos veces en Bruselas y una en Milan, y andaba en manos de los mas elevados personajes. Refiérese que hallándose Felipe III en un balcon de su alcázar de Madrid, vió de léjos á un estudiante que sentado á la orilla del Manzanares con un libro en la mano, interrumpia á cada paso su lectura, dándose palmadas en la frente y haciendo grandes extremos de contento. «Aquel estudiante, dijo el Rey, ó está fuera de sí, ó lee la historia de Don Quijote. No faltaron palaciegos que corrieron inmediatamente á saber la verdad del caso, y volvieron ganando albricias, á felicitar á S. M., que habia acertado. Por respeto á la dignidad real, creemos que esta anécdota se refiere á tiempo posterior, cuando hubiese ya muerto CERVANTES, pues no podriamos perdonar á Felipe el que, conociendo el mérito del Don Quijote, no premiase á su autor por los buenos ratos que habia recibido, ó no le pagase por lo menos la deuda contraida por su padre. De todas maneras, los cortesanos tampoco le recordarian esta obligacion; siempre han sido lo mismo: esta es herencia que pasa intacta de padres á hijos sin necesidad de vincularse.

Mayor aprecio encontró CERVANTES en uno de los magnatcs que mas honraron en aquellos tiempos la grandeza española. Tal fué D. Pedro Fernandez de Castro, conde de Lemos, generoso protector de los literatos y poetas, poeta él tambien, y no mediano cultivador de las letras, que en el año de 1610 fué nombrado virey de Nápoles. Privado de su secretario Juan Ramirez de Arellano, que acababa de fallecer, ofreció inmediatamente este destino á Lupercio Leonardo de Argensola, rogándole que llevase consigo á su hermano Bartolomé, rector de Villahermosa, y buscase hombres de su genio y aficion para oficiales de aquella secretaria. Argensola, que era tal vez el juez mas competente de su tiempo para graduar esta clase de méritos, escogió con acierto singular entre sus amigos, que formando la mas lucida colonia fuérou á convertir una oficina política en academia de las Musas. Muchos pretendientes de gran valia no cupieron en el arreglo de este personal, y no tuvieron por cierto quedas sus lenguas para quejarse de la forzosa exclusion. CERVANTES, á no ser por su edad, que frisaba ya en los sesenta y tres años, y por su familia, que no era leve carga, hubiera probablemente formado parte de esta agradable expedicion. En cambio los Argensolas le hicieron mil promesas, asegurándole que ni la ausencia ni la distancia menguaria en un punto la proteccion del Conde, que tanta merced les hacia. Parece que con el tiempo anduvieron á la verdad sobrado tibios ó desmemoriados, ó mas bien menos diligentes de lo que conviniera á las apremiadoras necesidades de su amigo, pues al paso que este exhaló algunas reconvenciones en su Viaje al Parnaso, bien se descubre el fondo del tierno cariño por entre las rendijas del descontento; y es constante ademas que el buen Conde continuó favoreciendo á CERVANTES, Y CERVANTES dándole pruebas continuas de gratitud hasta el mismo trance de la muertey La primera fué dedicarle sus Novelas ejemplares, que segun hemos dicho habia ido componiendo en los intervalos que le dejaban libres sus fastidiosas ocupaciones por negocios ajenos.

Antes de atreverse á esta publicacion habia tratado de echar la sonda en el gusto del público, injiriendo en la primera parte del Don Quijote la novela del Curioso impertinente, y anunciando que aun quedaban otras en el cartapacio. La treta produjo su efecto, pues se le toleró fácilmente la caprichosa inoportunidad, en gracia del mérito de una composicion, que en la opinion de los inteligentes, y aun en la pobre nuestra, es la mejor de las novelas de CERVANTES, al paso que estas son sus obras mas perfectas despues del Don Quijote. Desglosándola de este, la imprimió en Paris en 1608 César Oudin, para el uso de sus discípulos, como modelo de lengua castellana; lo cual debió alentar á su autor para dar á la prensa las demas de su género, como lo verificó en 1613, con licencia obtenida el año anterior.

No se halla en el mismo caso la relacion del capitan cautivo Ruiz Perez de Viedma. CERVÁNTES la consideró como parte integrante, aunque descosida, del Don Quijote, ó por lo menos no la habia compuesto por separado: es de notar que en todas sus novelas el autor es quien refiere los sucesos ajenos, cuando el Cautivo cuenta sus aventuras. El objeto que se propuso CERVANTES en este episodio es evidente en la mayor parte de sus obras, bajo uno ú otro pretexto, introduce siempre una descripcion de los trabajos del cautiverio en Arjel, recuerdo de los que él mismo sufrió en los mejores años de su vida, y protesta contra los que tan mal se los recompensaron.

Doce fueron las novelas que publicó CERVANTES: La Jitanilla, La Fuerza de la sangre, Rinconcte y Cortadillo, La Española inglesa, El Amante liberal, El licenciado Vidriera, El Celoso extremeño, Las dos Doncellas, La ilustre Fregona, La Señora Cornelia, El Casamiento engañoso y el Coloquio de los perros, todas de grande ingenio aunque de distintos quilates en cuanto a su mérito respectivo. Aunque no entrarémos en un minucioso exámen y cotejo sobre el valor que á cada una corresponde, ni sobre las circunstancias que pudieron ofrecer materia para su composicion, dirémos en general que las dotes de buen narrador sobresalen, á nuestro modo de ver, en las de asuntos festivos y picarescos mas que en las de acciones serias y graves. CERVANTES sentia bien, no hay duda; pero al expresar los sentimientos se echaba unas veces á sutilizar y otras veces á disertar. Conmueve cuando se propone conmover, pero raras veces arranca una lágrima. Dejadle trazar caractéres ridiculos, describir costumbres extravagantes, contar travesuras, dialogar chistes y socarronerías, y veréis cómo todo se anima, todo adquiere movimiento y viveza; en vano querréis contener la risa, él la hará estallar. Este era su elemento, esta el arma privativa de su poder intelectual.

Jactose CERVANTES en su prólogo de haber sido el primero que habia novclado en lengua castellana; segun lo cual, la palabra novela tendria entonces una significacion ménos lata que la aplicada en nuestros tiempos a este genero de composicion. Novelas se llamarian ahora los libros de caballerías, novelas la numerosa serie de poemas pastoriles que tenian inundado el campo de la literatura, novelas las obras semejantes á la Celestina, que aunque bajo formas dramáticas no estaban destinadas a representarse; novelas El Lazarillo de Tormes, de D. Diego Hurtado de Mendoza; El Picaro Guzman de Alfarache, de Mateo Aleman; los varios cuentos incluidos en El Patrañuelo, de Juan de Timoneda; La Picara Justina, del P. Fr. Andres Perez; y retrocediendo á época mas antigua, novelas se llamarian tambien los preciosos ejemplos morales que el infante D. Juan Manuel nos dejó en su Conde Lucanor. Por lo menos no se podrá negar que mas conviene tal denominacion á estos libros, que al Coloquio de los perros, de nuestro autor, quien en este sentido no estaba en lo cierto. Lo indudable es que CERVANTES dió á la novela una nueva forina y direccion, que no acertaron á conservar y seguir los imitadores que le sucedieron nadie en los tiempos inmediatos supo dar aquel color á los cuadros de costumbres, aquel interes á las acciones privadas, aquella soltura en la narracion, aquella elegancia al lenguaje, aquel contraste y amenidad á los varios incidentes. Con esto logró CERVANTES desarraigar una preocupacion entónces muy comun entre los extranjeros, que reconociendo la rotundidad y grandilocuencia de la lengua castellana, segun el testimonio de Salas Barbadillo, la culpaban de corta y negaban su fertilidad, juzgándola ménos acomodada á los asuntos de mediana entonacion; idea falsa, que se hallaba mas que suficientemente refutada por la superioridad de nuestra comedia con respecto á los ensayos poco felices á que nuestra musa trágica se habia aventurado.

Llamó CERVANTES ejemplares á sus novelas para distinguirlas de las poco edificantes de la escuela del Bocacio, que traducidas de idiomas extranjeros andaban en manos de los aficionados a este género de entretenimiento. Ninguna palabra soltó en ellas de que pueda darse por ofendido el pudor: hasta los requiebros amorosos, dice él mismo, son tan honestos y tan medidos con el discurso cristiano, que no podrán mover á mal pensamiento al descuidado ó cuidadoso que las leyere; pues de otro modo, antes me cortara la mano con que las escribí, que sacarlas al público. Por esta razon sin duda, ó por otros buenos respetos, segun decia, no incluyó en su coleccion la novela de La Tia fingida, que consideraria algo libre y desenvuelta al lado de las demas, aunque segun nuestra opinion particular la inmoralidad no consiste en retratar fielmente los vicios de la sociedad, sino en presentarlos bajo un aspecto amable y seductor que estimule el apetito á la torpeza, en vez de descubrir las malas artes para que se precavan los ménos advertidos, ofreciendo el amargo fruto de las pasiones ó hábitos desordenados, y señalando ya el castigo de la maldad, ya la ignominia de que se cubre ante la pública opinion, ya los consuelos del arrepentimiento y las ventajas de la enmienda. Con arreglo á estos principios La Tia fingida está muy lejos de desmerecer el ser colocada entre las demas novelas ejemplares. Una casualidad la salvó del olvido alguna de las copias que se sacaron hubo de caer en manos del licenciado D. Francisco Porras de la Cámara, prebendado de la santa iglesia de Sevilla, quien la incluyó con otras del mismo CERVANTES en una miscelanea que formó hacia el año de 1606, de varios opúsculos propios y ajenos, por encargo del arzobispo D. Fernando Niño de Guevara, que queria pasar entretenido con esta lectura las siestas de verano en su quinta de Umbrete. Este manuscrito fué á parar en el archivo del colegio de San Hermenegildo de aquella ciudad, pasó luego al colegio Imperial de Madrid, y alli fué encontrado por D. Isidoro Bosarte el Sr. Arrieta sacó una copia de aquella novela, que con algunas mutilaciones publicó en nuestros dias.

La mania de versificar contraida desde los primeros años duraba todavía en CERVANTES. Por aquella época hizo algunas composiciones sobre varios asuntos, y entre ellas una cancion á los éxtasis de Santa Teresa de Jesus, para concurrir á la par de los mas afamados ingenios al certamen que se celebró en Madrid con motivo de la reciente beatificacion de aquella insigne española. Pero la obra poética de mas consideracion fué la que dió á luz á fines de 1614, con el titulo de Viaje al Parnaso. Quiso en ella imitar á César Caporali, natural de Perusa, poeta superior á él en el artificio de la rima, inferior en invencion, y muy parecido tanto en el buen humor como en la mala suerte. Propúsose por objeto hacer, como en el Canto de Callope, el elogio de los poetas españoles que entonces vivian y él reputaba por buenos, y la censura de los que corrompian el gusto y le guiaban por una senda extraviada, recomendando al mismo tiempo como de paso los propios méritos en la literatura y en la milicia. El pensamiento es ingenioso: no deja de haber tiradas de tercetos que prohijaria cualquiera sin repugnancia. Los encomios son en general exagerados y propios de su natural indulgencia, la sátira es moderada, sin dejar de ser picante, y mas que una maldicion es un conjuro á la nube de malos poetas que venía á descargar sobre nuestro parnaso. La dedicatoria está dirigida al jóven D. Rodrigo de Tapia, de quien no tenemos mas noticia. Sigue al poema una adjunta en prosa, que es lo mejor por el donaire de la diccion: en ella habló de sus comedias y abrió así el camino para darlas al público, como ardientemente deseaba.

Pero ni los cómicos las querian representar, ni los libreros comprárselas para imprimir: en vano alegaba la buena acogida que habian tenido las primeras que compuso, y aseguraba que no eran tan malas las nuevas que con aquellas no pudiesen competir ventajosamente. Desde entonces habian ya trascurrido treinta años; y en este intermedio habia aparecido Lope de Vega, alzándose con la monarquía del teatro, hasta granjearse una verdadera idolatría. Acudió al librero Juan de Villaroel, quien le manifestó francamente que le compraria desde luego las comedias, á no haberle dicho un autor de título, que de su prosa podia esperarse mucho, pero de su verso nada: respuesta que le llegó al alma, pero no le convenció. A fuerza de instancias, el librero acabó por tomárselas, mas por condescendencia y amistad, que por otra cosa, y se las pagó razonablemente. Todas estas curiosas circunstancias nos refiere el mismo CERVANTES en un discreto prólogo que por su ingenuidad encanta y enamora. No es ménos bella la carta dedicatoria que dirigió al conde de Lemos.

Compónese esta coleccion de ocho comedias: El Gallardo español, La Casa de los celos, Los Baños de Arjel, El Rufian dichoso, La Gran Sultana, El Laberinto de amor, La Entretenida y Pedro de Urdemalas, y de otros tantos entremeses, que son: El Juez de los divorcios, El Rufian viudo, La Eleccion de los alcaldes de Daganzo, La Guarda cuidadosa, El Vizcaino fingido, El Retablo de las maravillas, La Cueva de Salamanca y El viejo celoso. No incluyó otro entremes titulado Los dos Habladores, que despues de su muerte, en 1624, fué representado é impreso en Sevilla: no debió entonces de tenerle á la mano.

Nada podemos decir en elogio de estas comedias, y aunque alguna mencion honorifica merecerian los entremeses, la reservamos para otra ocasion mas oportuna y mas holgada, segun hemos prevenido en la advertencia de este tomo. Las mayores pruebas de la inferioridad de aquellas son los mismos esfuerzos que han hecho en abono de CERVANTES sus ciegos admiradores. D. Blas de Nasarre, que las hizo reimprimir en 1749, intentó persuadir que su autor las habia hecho artificiosamente malas para ridiculizar otras igualmente disparatadas que en su tiempo obtenian gran boga. El abate Lampillas atribuyó su publicacion á malicia de impresores que las mutilaron y trasformaron en un todo, tomando el nombre y el prólogo de CERVANTES. Uno y otro dictámen se hallan en manifiesta contradiccion con hechos demostrados y constantes: mas cuerdo es reconocer con Horacio que alguna que otra vez dormitaba el buen Homero.

CERVANTES escribió indudablemente estas comedias, y con la mejor fe del mundo las dió cuando ménos por pasaderas. Felicitóse en su prólogo de haberse atrevido á reducir las comedias á tres jornadas, y de haber sido el primero en sacar figuras morales al teatro. Si los documentos relativos á tiempos anteriores no son engañosos, estas proposiciones no son exactas. En 1555 Francisco de Avendaño, y en 1579 Cristóbal de Virués, se gloriaban tambien de lo primero; y con respecto á lo segundo, en el monumento mas antiguo entre cuantos se han conservado de la dramática española, en aquella danza general atribuida al rabi D. Santo de Carrion, y fijada lácia el año de 1356, la Muerte es la que hace el primer papel. Nada quitamos á la gloria de CERVANTES con rehusarle la prioridad en estas dos novedades, la una muy indiferente, y la otra de dudoso mérito.

Entre tanto se ocupaba CERVANTES en concluir la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.

cuya próxima publicacion habia anunciado dos años antes en el prólogo de las Novelas; y ahora en la dedicatoria de las comedias decia nuevamente al conde de Lemos, que su héroe quedaba calzadas las espuelas para ir á besarle los piés. Pero otro se habia anticipado á robarle el pensamiento, atreviéndose á levantar el guante que arrojara CERVANTES, cuando al concluir la primera parte dijo lo del Ariosto: Forse altri canterá con miglior plettro; y lo hizo con tan poca gracia, que los graves defectos de que adolece esta continuacion resaltan aun mas por el contraste con su bello original. En 1614 en efecto se habia impreso en Tarragona una Segunda parte del Don Quijote, por el licenciado Alonso Fernandez de Avellaneda, natural de Tordesillas.

Nombre y patria eran supuestos, y no ha podido averiguarse hasta ahora quién fuese el verdadero autor. Conjeturas no sin fundamento hacen sospechar que era aragones, y fraile dominico, y tal vez autor de comedias ó por lo menos entusiasta de las de Lope de Vega.

Es probable que cuando este libro llegó á las manos de CERVANTES se hallaba este en el capitulo Lix de su segunda parte, pues allí empieza á hablar de él con el desden que su resentimiento le inspiraba. Porque no se limitó el fingido Avellaneda á seguir el argumento de CERVANTES: atacaba ademas no solo su amor propio literario, sino tambien sus servicios militares, su triste situacion y su moralidad, llamándole manco, viejo, pobre, envidioso, mal contentadizo, murmurador, delincuente ó encarcelado, y otras lindezas. No era CERVANTES hombre que disimulaba sus defectos personales, y si no es por él mismo ignorariamos que fué tartamudo; pero tocándole el punto de la honra, bien se echa de ver que sufria lo que no es decible. A este libelo infamatorio aludió en su prólogo con una moderacion ejemplar. A la nota de viejo contesta que no estuvo en su mano detener el tiempo, y que no se escribia con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años; á la de manco, que este estropeamiento no nació en ninguna taberna, sino en la mas alta ocasion que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperaban ver los venideros, y tal que antes quisiera haber perecido en aquella faccion prodigiosa, que verse sano despues de sus heridas sin haberse hallado en ella; á la de pobre, que puede tener honra el desvalido, pero no el vicioso, y que la pobreza puede anublar la nobleza, pero no oscurecerla del todo; pero que como la virtud dé alguna luz de si, aunque sea por los inconvenientes y resquicios de la estrecheza, viene á ser estimada y favorecida de los altos y nobles espiritus; á la de envidioso, que de los dos géneros que hay de envidia solo conocia á la santa, á la noble y bien intencionada; á la de maldiciente, que a nadie tenia que perseguir, y menos á un sacerdote, y ménos si tenia por añadidura el ser familiar del Santo Oficio. Aquí paró su defensa, conteniéndose mucho, como expresó él mismo, en los términos de la modestia. Se traslucen en efecto muchas reticencias forzosas: su detractor era, segun se sospecha, sacerdote; pertenecia á la órden de Predicadores, cuya influencia es conocida en aquel tribunal suspicaz, que tan fácilmente se vengaba: harto dijo en su desagravio quien en tales tiempos vivia. A lo de encarcelado nada contestó: para esto debia chocar con poderosos, y correr peligros sin gloria y sin resultado útil, y lo que es peor, con probable perjuicio de la causa de la pobre humanidad, si en odio de una censura determinada se hubieran prohibido las que mas generalmente lanzó sobre los vicios y ridiculeces de su siglo.

Invectivas tan injustas han excitado el interes á favor del agraviado y la odiosidad contra su perseguidor. Por esto su obra, olvidada desde su nacimiento, se miró con cierta prevencion, hasta que aquel espíritu de contradiccion y apego á la rareza, que suelen con frecuencia invadir el campo de la literatura, lograron rehabilitar por un momento la memoria de Avellaneda. El célebre M. Lesage publicó en Paris, el año de 1704, una traduccion de su Don Quijote, pero traduccion alterada notablemente, con nuevas galas de estilo, y supresion de todo lo nauseabundo en fin, como sabía hacer estas cosas aquel habilisimo zurcidor. Apoyados en tal autoridad y en la creencia de que la traduccion era fiel y ajustada, algunos literatos españoles, y entre ellos el Dr. D. Diego de Torres, reclamaron la reimpresion del original: D. Blas de Nasarre, hombre, segun hemos visto, de ideas algo singulares en semejantes materias, hizo una edicion en 1732, bajo el nombre de D. Isidoro Perales y Torres, que era un clérigo familiar suyo; y D. Agustin de Montiano y Luyando, su amigo, llevado de una condescendencia dificilmente conciliable con sus buenos conocimientos, hubo de cometer, en una aprobacion que firmó, el solemne desatino de decir: No creo que ningun hombre juicioso sentenciará á favor de CERVANTES, si forma el cotejo de las dos segundas partes. En honor de la verdad no falta en algunos pasajes soltura y gracejo; pero la pesadez de otros, aquellas obscenidades repugnantes al lado de las miserables supersticiones que forman el claroscuro de la época, aquella pobreza de invencion y frecuente grosería de lenguaje, hacen á esta produccion jactanciosa inferior en infinitos grados, no solo á la de CERVANTES, sino á las de otros sus contemporáneos. Nuestros lectores podrán juzgarlo con conocimiento de causa, cuando llegue su turno á la publicacion de este bastardo Don Quijote, que tiene su lugar señalado en los tomos sucesivos.

Es cosa notable que cuantos han querido tomar esta gran concepcion de CERVANTES por asunto de sus composiciones, todos sin excepcion, hasta los mayores ingenios, se han estrellado, sin lograr otra cosa que reproducir pálidos reflejos. Presentaron á Don Quijote en la escena D. Guillen de Castro, Lope de Vega, D. Pedro Calderon de la Barca en su mismo siglo; en el siguiente lo hizo entre otros D. Juan Melendez Valdes, el restaurador del buen gusto en nuestra poesía; y así ensayó su talento cómico en estos tiempos D. Ventura de la Vega, sin que ninguno de ellos se pueda gloriar de haber compartido con el autor original una pequeña parte de su triunfo.

La segunda parte del de CERVANTES lleva indudablemente grandes ventajas á la primera. Sin dejar de adolecer de los defectos propios de la precipitacion en el componer y de la pereza en el corregir, los descuidos son en menor número: es mas armónico el conjunto de las partes; no hay distracciones de importancia, ni digresiones que entorpezcan la marcha de la fábula hasta su fin; el héroe es consecuente en su locura, y Sancho Panza de cada vez mas gracioso; aparece desde el principio un nuevo personaje de un carácter magníficamente descrito, el bachiller Sanson Carrasco, que contribuye del modo mas decisivo al desenlace. El talento de CERVANTES se engrandecia con la edad, y su fogosa imaginacion en nada se resentia de los hielos de la vejez. Parece que CERVANTES quiso desmentir la proposicion que habia vertido en boca del cura, de que nunca segundas partes fuéron buenas.

Pidió CERVANTES licencia para imprimir esta á principios de 1615: censuróla el licenciado Francisco Marquez de Torres, capellan de pajes del arzobispo de Toledo, quien en su aprobacion, de fecha de 25 de febrero, nos ha conservado un hecho que vamos á trascribir en sus propios términos. Certifico con verdad, dice el censor, que en 25 de febrero, habiendo ido el Ilmo. Sr. D. Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que á S. I. hizo el embajador de Francia, que vino á tratar cosas importantes á los casamientos de sus principes con los de España, muchos caballeros franceses de los que vinieron acompañando al Embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron á mí y á otros capellanes del Cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban mas validos; y tocando acaso en este que yo estaba censurando, apénas oyeron el nombre de MIGUEL DE CERVANTES, cuando se comenzaron á hacer lenguas, encareciendo la estimacion en que así en Francia como en los reinos sus confinantes se tenian sus obras, La Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte desta, y las Novelas. Fuéron tantos sus encarecimientos, que me ofreci llevarles que viesen al autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos. Preguntáronme muy por menor su edad, su profesion, calidad y cantidad. Halléme obligado á decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre; á que uno respondió estas formales palabras: ¡Pues á tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público? Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento, y con mucha agudeza dijo: Si necesidad ha de obligar á escribir, plega á Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico á todo el mundo. De aquí, á no tener otro dato mas positivo, hubo de sacar D. Antonio Capmany la especie de que CERVANTES fué solicitado con muy ventajosos partidos para ir á Paris á enseñar la lengua española, proponiendo sus propias obras por modelo de lenguaje. Si esta noticia fuese cierta, no se hubiera podido elegir mas hábil maestro ni texto mas autorizado para una enseñanza que era entonces comun en toda Europa, y especialmente en Francia, donde segun decia CERVANTES, ni varon ni mujer dejaba de aprender la lengua castellana. Pero aun así, ni la edad, ni el estado decadente de su salud, que anunciaba ya el próximo fin de sus dias, le hubiera permitido ir á recibir en pais extranjero el premio que no pudo obtener de sus compatriotas.

En los últimos meses de 1615 salió por fin á luz el complemento de la grande obra que todas las naciones nos envidian. Fué acogida con aplauso por el público, y derramose por todas partes. Solo la Inquisicion, á pesar del exámen sufrido, quiso revisar la obra; y la minuciosa severidad con que verificó el expurgo puede conocerse por la inocencia de la única frase que tuvo el gusto de tildar. Reprendiendo la duquesa á Sancho Panza en el capítulo xxxvi, por la demasiada blandura con que llevaba el importante negocio de los azotes para el desencanto de Dulcinea, le dijo en hora menguada: y advierta Sancho que las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente no tienen mérito, ni valen nada; proposicion que en buena teología puede no ser rigurosamente exacta, pero que léjos de ser malsonante, mas bien parece una paráfrasis de aquella enerjica expresion del sagrado texto: Tepidus es? Vomam te, y en una obra de este género bien puede permitirse alguna ponderacion. Pero entonces la tibieza solamente era un delito cuando se trataba de delatar, de perseguir, de hacer mal; cuando se trataba de hacer bien, toda indolencia era excusable. Los que habian perseguido á Fr. Luis de Leon.

á Benito Arias Montano, al P. Juan de Mariana, debian cebarse en CERVANTES en aquello poco á que se pudieron asir, pues no era justo que se librase de la suerte comun á los hombres mas eminentes en letras y en piedad. De esta curiosa noticia no hemos encontrado rastro alguno en los autores que han escrito sobre CERVANTES, y la hubiéramos ignorado nosotros, si nuestro eruditísimo amigo D. Luis de Usoz y Rio no hubiese llamado sobre ella nuestra atencion, con presencia del índice expurgatorio publicado en 1619, y de la edicion de 1615.

Ateniéndonos en la nuestra á tan indeclinable autoridad, hemos restituido el texto á su pureza original, seguros de que nadie se escandalizará, y ménos despues de esta advertencia.

No en vano se acogió CERVANTES á la sombra del cardenal arzobispo de Toledo D. Bernardo de Sandoval y Rojas, que como inquisidor general harto tendria que hacer con su consumada prudencia en contener á aquellos frenéticos. Este principe ilustrado, modelo de sólida virtud y amparo de los sabios honrados y menesterosos, estaba socorriendo hacia algun tiempo á CERVANTES con una pension, y con otra igual á Vicente Espinel. Despensero del patrimonio de los pobres y tio del duque de Lerma, quiso á la vez reparar una injusticia social y atenuar hasta cierto punto las faltas de un individuo de su familia.

CERVANTES, hombre de religion sincera é ilustrada, se habia alistado en la congregacion que todavía subsiste en el oratorio de la calle del Olivar, y que entonces celebraba sus ejercicios en el convento de la Trinidad, y fué recibido despues en la Orden Tercera de San Francisco.

Esta fué la moda de aquellos tiempos, y no era bien mirado quien no la seguia, desde los reyes y grandes señores hasta los artesanos, de quienes decia el licenciado D. Pedro Fernandez de Navarrete, que con tanto número de cofradías andaban la mitad del año atendiendo mas á las emulaciones y disputas, que á la devocion y á los medios de su honesta subsistencia. Esta confraternidad facilitaria á CERVANTES el cultivar algunas buenas relaciones, y mitigar las amarguras de una vida apesarada que por momentos se iba acabando.

CERVANTES sobrevivió pocos meses á la publicacion de su segunda parte del Don Quijote; pero tuvo todavía lugar para dar la última mano á los Trabajos de Pérsiles y Sigismunda, novela que, en el prólogo de las Ejemplares, tenia anunciada desde 1613, como libro que se atrevia á competir con el de Heliodoro, á no salir por atrevido con las manos en la cabeza. En la dedicatoria de la segunda parte del Don Quijote decia al conde de Lemos que dentro de cuatro meses daria fin á este libro, que anticipadamente le ofrecia, el cual habia de ser ó el mas malo ó el mejor que de los de entretenimiento se hubiese compuesto en nuestra lengua, «y digo, añade, que me arrepiento de haber dicho el mas malo, porque segun la opinion de mis amigos, ha de llegar al extremo de bondad posible.» Tal fué la estimacion en que tuvo CERVANTES á este reciente parto de su ingenio, juicio que no ha sido confirmado por la posteridad, si se exceptúan algunos pocos que le han preferido al Don Quijote, fundándose en consideraciones de órden accesorio y subalterno. Tal es la mayor correccion del lenguaje, que por sí sola no basta á recomendar una obra de este género. La unidad de la accion, la concentracion del interes apénas se traslucen hasta el fin de los trabajos, cuando se ve el objeto de la larga, penosa y por mil accidentes contrariada peregrinacion de aquellos singulares amantes.

La narracion se halla interrumpida por continuos y prolongados episodios que distraen la atencion, dividen y aflojan el interes, y hasta borran de la memoria los personajes principales.

Las escenas colocadas en paises remotos y poco conocidos, como que no se hallan en el mapa, carecen de verdad; y si bien, cuando el autor conduce á sus viajeros por las tierras que corrió, aparece de nuevo la propiedad en los cuadros de costumbres, hay todavía una gran distancia de aquel movimiento que anima las aventuras de su Ingenioso Hidalgo.

Tenia ya concluido el Pérsiles, cuando en 2 de abril de 1616, enfermo de hidropesía y sin poder salir de su casa, hizo en ella su profesion de la Orden Tercera. Dió el mal una breve tregua, que le permitió trasladarse á Esquivias, ó para despedirse de sus deudos, ó para buscar algun alivio en la variacion de aires y alimentos, última receta de los médicos que pierden toda esperanza. Pero vista la ineficacia del arbitrio, se restituyó á Madrid á los pocos dias: el encuentro que tuvo en el camino con un estudiante se halla descrito en el prólogo de dicha obra, y prueba la jovialidad que conservó hasta sus últimos momentos, como quien satisfecho de su conducta, tranquilo en su conciencia, y confiado en la divina misericordia iba caminando alegre y animoso á los próximos umbrales de la muerte, que tantas veces arrostro.

Pero donde mas resplandece la entereza del justo, es en la dedicatoria con que acompañó el Pérsiles y Sigismunda á su constante protector el conde de Lemos, que relevado de su gobierno de Nápoles estaba próximo á regresar á la corte para tomar posesion de la presidencia de Italia. Deseaba CERVANTES besarle las manos ántes de morir; pero fué negado á su gratitud este consuelo. Recibido el sacramento de la Extremauncion el dia anterior, escribió en 19 de abril aquella carta tan festivamente tierna, que no tiene ejemplar en las agonías del mas firme estoico, é hizo su testamento encargando dos misas en sufragio de su alma, que restituyó dulcemente al Criador en 23 de abril de 1616.

En tal dia del mismo año, observa el doctor Bowle, falleció el célebre dramático Guillermo Shakespeare, honra y prez de la nacion británica. Esta coincidencia es solo aparente. El dia 23 de abril en el calendario inglés de aquellos tiempos correspondia al 12 del propio mes en el nuestro necias prevenciones religiosas habian retardado allí la adopcion de la reforma gregoriana. Pero Shakespeare yace en un soberbio monumento bajo las suntuosas bóvedas de Westminster, entre reyes y poderosos. El cuerpo de CERVANTES, conducido humildemente por cuatro hermanos de la Orden Tercera, con la cara descubierta, segun la costumbre de aquella sociedad, fué enterrado en la iglesia de las Monjas Trinitarias, donde habia profesado D. Isabel, único fruto de sus amores. Sus despojos, ¿dónde están? Cuando aquellas religiosas diez y siete años despues trasladaron su comunidad de la calle del Humilladero, en que se esta blecieron, á la de Cantarranas, donde aun permanecen, recogieron los restos de los que habian elegido aquel recinto para su último descanso, y los depositaron sin distincion en una huesa ignorada. Aun cuando un entendido frenólogo, escudriñando y rebuscando por entre aquellos montones de polvo y huesos descabalados, tomase un cráneo y nos lo presentase diciendo: «aquí pensó MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, sería dudoso y desconfiado nuestro profundo acatamiento.

En el año inmediato salieron á luz los Trabajos de Pérsiles y Sigismunda, en Madrid, Valencia, Barcelona y Bruselas. Se perdieron, probablemente para siempre, la segunda parte de La Galatea, Las Semanas del Jardin y El Bernardo, obras que se proponia concluir, si por un milagro, decia él al conde de Lemos, le restituia el cielo la vida.

Perdiéronse tambien sus retratos originales, que pintaron, segun indicios Francisco Pacheco, y positivamente D. Juan de Jáuregui. De cualquiera de los dos puede ser copia el que posee la Academia, atribuido por unos á Alonso del Arco, y por otros á Vicente Carducho, ó á Eugenio Caxes ó alguno de su escuela. Era CERVANTES, segun la descripcion que de sí mismo nos hace, de estatura mediana, de color viva, ántes blanca que morena, rostro aguileño, nariz corva y bien proporcionada, frente lisa y desembarazada, ojos alegres, cabello castaño, barba un tanto mas clara, bigotes grandes, boca pequeña, dientes mal alineados, algo cargado de espaldas y no muy lijero de piés, á la edad en que esto escribia, que era la de sesenta y seis años.

Pero el retrato de su alma privilegiada se encuentra en sus escritos y en sus acciones. Impávido en los peligros, fuerte en las adversidades, modesto en sus triunfos, desprendido y generoso en sus intereses, amigo de favorecer, indulgente con los esfuerzos bien intencionados de la medianía, dotado de juicio recto y clarísimo, de imaginacion sin ejemplo en su fecundidad, pasó por el mundo como peregrino cuya lengua no se comprende. Sus contemporáneos no le conocieron, y le miraron con indiferencia; la posteridad le ha dado una compensacion justa, pero tardía; porque ha conocido que hubo un hombre que se adelantó á su siglo, que adivinó el gusto y las tendencias de otra sociedad, y que haciéndose popular con sus gracias inagotables, anunció la aurora de una civilizacion que amaneció mucho despues.

Los soberanos han honrado á porfia su memoria, los magnates amantes y protectores de las letras le han levantado monumentos, los sabios le han colmado de elogios, el pueblo venera su nombre con una especie de culto, las naciones extrañas nos le envidian, las artes todas han reproducido su efigie y las creaciones de su fantasía bajo mil formas, la imprenta multiplica sus escritos todos los años, y los difunde por todo el ámbito del mundo: nosotros no podemos prestarle otro homenaje que el de haber relatado sencillamente sus hechos, y darle este preferente lugar en la BIBLIOTECA DE AUTORES ESPAÑOLES.

FIN DE LA VIDA DE CERVANTES.

  1. A mas de las noticias y documentos contenidos en las obras de los citados escritores, hemos tenido á la vista unos extensos estudios sobre Cervantes, que en el año de 1832 preparaba en Paris para la impresion el Sr. Arrieta, conocido ya por otros trabajos literarios. Este curioso manuscrito, fruto de largos años de lectura y meditacion, se balla en poder de nuestro amigo el Sr. Hartzenbusch, quien ha tenido la bondad de facilitarnoslo para consultar; y no sera este el único favor que le deberá nuestra Biblioteca. Otra adquisicion mucho mas preciosa hubiéramos podido lograr, admitiendo el generoso don que nos ofreció el Sr. Quintana, de la biografia de Cervantes, que tiene escrita con destino á su aplaudida obra de las Vidas de españoles célebres. En poco estuvo que no rompiéramos lo que habíamos borroneado, sustituyendolo tan ventajosamente, y encabezande nuestra coleccion con un nombre tan respetable como ci del digno patriarca de nuestra literatura; y aunque él mismo con su amable franqueza nos manifestó que tal vez no podria convenirnos su production, por lo distinto del objeto á que se encaminaba, no hubiéramos seguido por esta vez su consejo, á no considerar que con ello descabalábamos en cierta manera una obra, cuya deseada continuacion ha de aumentar, si es posible, la justa nombradia de su autor. Con su autorizacion nos hemos aprovechado de algunas ideas; y mas que de haberlas concebido, si fuesen nuestras, nos gloriariamos de haber merecido esta muestra de aprecio, y de rendirle este homenaje de sincera gratitud.
  2. «Yo, como el mas viejo que allí estaba (escribia en el prólogo de sus comedias impresas en 1614), dije que me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varon insigne en la representacion y en el entendimiento... y aunque por ser muchacho yo entonces no podia hacer juicio firme de la bondad de sus versos, por algunos que me quedaron en la memoria, vistos agora en la edad madura que tengo, hallo ser verdad lo que he dicho.»
  3. Desde mis tiernos años amé el arte
    Dulce de la agradable poesía.

    (Viaje al Parnaso, pág. 596.)

    Yo que siempre trabajo y me desvelo
    Por parecer que tengo de poeta
    La gracia que no quiso darme el cielo.

    (Ibidem, pag. 589.)

    Que yo soy un poeta desta hechura:
    Cisne en las canas y en la voz un rouco
    Y negro cuervo, sin que el tiempo pueda
    Desbastar de mi ingenio el duro tronco.

    (Ibidem, pág. 589.)
  4. Y como soy adicionado á leer aunque sean los papeles rotos de las calles.
    (Don Quijote, primera parte, cap. ix, pag. 245.)
  5. Poesias sueltas, pág. 612.
  6. Así resulta de las declaraciones prestadas en 1578 por los alféreces Mateo de Santistevan y Gabriel de Castañeda, en la informacion hecha ante un alcalde de corte, a solicitud de Rodrigo de Cervantes, para obtener los medios de rescatar á su hijo Miguel.
  7. Vanderhamen, Historia de D. Juan de Austria, lib. 4.
  8. La informacion, de que hablaremos despues, comprueba todos estos hechos de un modo que no deja la menor duda.
  9. Don Quijote, primera parte, cap. XL. Azan era renegado veneciano, y antes de renegar se llamaba Audreta. Sirvió primero á Dragut, y despues que este murió en el sitio de Malta, al Uchali, por cuyo favor fué dos veces rey de Arjel: una desde 1577 á 1580 y otra desde 1582 hasta el año siguiente, en que por nombramiento del Gran Señor pasó al gobierno de Trípoli. A los dos años, por fallecimiento del Uchali, fué promovido á capitan baja ó general de la mar, y al In murió de ponzoña que le hizo dar el Cigala, uno de los famosos corsarios de aquel tiempo, que pretendia y logró sucederle en su cargo. (CLEMENCIN, comentarios al Don Quijote.)
  10. Tambien al par de Filis mi Filena
    Resonó por las selvas, que escucharon
    Mas de una y otra alegre cantilena.

    (Viaje al Parnaso, pag. 597.)
  1. Desde que escribimos la presente Vida no ha variado nuestra opinion en punto á la existencia del Buscapié, á pesar de haberse publicado el año pasado de 1848 en Cádiz un libro de este titulo, con eruditisimas y abundantes notas, por D. Alfredo de Castro, quien lo encontró, no impreso como se suponia, sino copiado de mano, entre los papeles que adquirió de un curioso. No es este lugar de exponer los fundamentos que tenemos para pensar asi, de conforinidad con otras personas mas inteligentes. Baste decir que la invencion no corresponde al ingenio de CERVANTES, aunque en el lenguaje se trató de remedaric, y que algun descuido cometido por el verdadero autor, colocando la escena, ya en Madrid, ya en Valladolid, descubre la incertidumbre con que escribia.