me admiré muchas veces de encontrar allí todos los encantos de los más elegantes palacios madrileños. Letras, música, política, bolsa, novedades de todo género, eran asunto familiar y constante en las tertulias de aquella ciudad semicolonial, itinerariamente divorciada del resto de la Península... Y recuerdo también haber pasado horas de amenísima conversación y sibarítico bienestar en una especie de Casino secreto, llamado el Costum (nombre inglés desfigurado, que en español significa aduana), donde sus quince ó veinte socios y tal ó cual afortunado forastero se reunían á fumar legítimo habano, tomar indiscutible moka, leer excelentes periódicos y revistas de todo el mundo, y dormir la siesta en mecedoras butacas...-¡Ay! ¡Más de la mitad de los que me agasajaron se han muerto!-¡Reciban mi cordial saludo los que aún existen!
En esta segunda visita á Almería observé que ya iban empedrando sus calles, y que se edificaban muchas casas de más de un piso, al uso moderno europeo, lo