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INTRODUCCIÓN XXXV

Mayor y Lugar-teniente hubo de echar mano del más insolente despotismo, inventar acusaciones cri- minales contra algunos cabildantes que no querían darle sus votos á él, ó á sus parásitos, y reducirlos á prisión para no dejar en el cuerpo sino aquellos que eran sus instrumentos. Esta parte del sistema era la que estaba destinada á perdurar.

No les faltaban á los vecinos, para amenizar la vida, los grandes espectáculos: los principales eran el Corpus Christi y la fiesta de San Martín. Los ran- chos cubrían sus paredes de vistosas colchas y man- tas de todos colores; y en la del segundo que caía en el mes de los aromas, de las retamas y de los ceibos, se cubría todo el pueblo literalmente de esas flores simbolizando los colores del patrio pabellón.

Un gran duelo ocurrió al fin del año, el bende- cido gobernador Marin Negron enfermó y murió en pocas horas. Hombre muy enfermo debió ser, pues se ve por el cuidado que tuvo de venir con médico propio. Pocas semanas hacía que el vecindario había dirigido al Rey una súplica veheme1.te para que no les cambiase al gobernador Marin Negron en vista de sus grandes cualidades y del amor con que le miraba el vecindario. Pero otra cosa quiso la mala suerte; y de cierto que fué mala hasta por el suce- sor que tuvo. Ñ

El pueblo se esmeró tanto en hacerle suntuosos funerales y exequias, que su costo llegó á la enor- me suma de trescientos y cincuenta duros. No cos- taron tanto, ni con mucho, los de la Reina Marga- rita, que hubo que hacer pocos dias despues por orden del Virrey de Lima; y cuya única novedad fué acordar asiento al lado de la Epístola en la mi- sa fúnebre al Comisario del Santo Oficio de la In- quisición.