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tidos por la cabeza del cometa. (45) El gran astrónomo de Kœnigsberg ha deducido de sus numerosas medidas y consideraciones teóricas, «que el cono luminoso se alejaba poco á poco de la direccion del radio vector en una cantidad considerable, pero que volvia siempre á la misma direccion para separarse de ella enseguida del lado opuesto; por consiguiente, el cono luminoso y el cuerpo del cometa de donde habia sido proyectado, debian estar animados de un movimiento de rotacion ó mas bien de oscilacion en el plano de la órbita. Estas oscilaciones no pueden esplicarse por la atraccion que el Sol ejerce sobre todos los cuerpos pesados, denotan mas bien la existencia de una fuerza polar, es decir, de una accion que pugnase por llevar en direccion del Sol la estremidad de uno de los diámetros del cometa, y por alejar del mismo astro la otra estremidad. La polaridad magnética de la Tierra, ofrece fenómeno análogo; y si el Sol estuviese dotado de la polaridad inversa, el efecto podria hacerse sentir en la retrogradacion de los puntos equinocciales.» No es aquí lugar de dar mas amplios desarrollos á este asunto; pero nos ha parecido que observaciones tan memorables (46), consideraciones tan grandiosas acerca de los astros mas estraordinarios del sistema solar, merecian tener sitio propio en el bosquejo de un cuadro general de la naturaleza.

Contra la regla general que siguen las colas de los cometas de hacerse mayores y mas brillantes en la proximidad del perihelio, aunque permaneciendo constantemente en direccion opuesta al Sol, el cometa de 1823 ha ofrecido el curioso espectáculo de una cola doble, una de cuyas ramas se contraponia al Sol mientras que la otra se estendia casi rectamente hácia este astro formando con la primera un ángulo de 160°. ¿No podriamos recurrir para esplicar este fenómeno escepcional, á ciertas modificaciones de la polaridad obrando sucesivamente y provocando esas dos