tra capa estelar; polos destruidos indudablemente por las fuerzas que condensaron las estrellas en grupos (13).
Segun estas consideraciones deberíamos representarnos en el espacio: primero, nuestro grupo de estrellas, donde se encuentran indicios de un cambio progresivo de formas, y aun de una dislocacion, determinada, indudablemente, por la atraccion de los centros secundarios; despues, dos anillos de los cuales, uno, colocado á muy grande distancia se compone esclusivamente de nebulosas, y el otro mas aproximado á la Tierra, está formado enteramente de estrellas desprovistas de nebulosidades, (es el que llamamos via láctea). Estas estrellas parecen por término medio, de décima ó undécima magnitud (14); pero tomadas separadamente, difieren mucho entre sí; mientras que, por el contrario, las que componen los grupos aislados ofrecen casi siempre una perfecta uniformidad de magnitud y de brillo.
Por cualquier punto que se haya estudiado la bóveda celeste con auxilio de telescopios, bastante graduados para penetrar en el espacio, hánse visto estrellas siquiera no hayan sido mas que de vigésima ó vigésima cuarta magnitud; ó bien nebulosas, en las cuales, instrumentos mas poderosos, nos harian distinguir, sin duda, algunas estrellas aun mas pequeñas. En efecto, los rayos luminosos que recibe la retina en estos diversos géneros de observacion, proceden, ya de puntos aislados, ya de puntos estremadamente cercanos; siendo en este último caso la visibilidad mayor que en el primero, como lo ha demostrado recientemente Arago (15). La nebulosidad cósmica universalmente esparcida en el espacio, modifica verosímilmente su transparencia, y deberia por lo tanto disminuir la intensidad de aquella luz homogénea que, deberia existir en toda la bóveda celeste, segun Halley y Olbers, si cada uno de sus puntos fuese la base de una série infinita de estrellas dispuestas en el sentido de la profundidad (16). Pero estas