interior de la Tierra; de donde resulta, que la formacion de los volcanes actuales, su erupcion de lavas ferruginosas, y el transporte de las pesadas masas de piedras que han rellenado las hendiduras y las grietas, no producen, en realidad, sino insignificantes modificaciones, meros accidentes superficiales, cuyas dimensiones se desvanecen cuando se las compara á las del globo.
Las consideraciones precedentes acerca del calórico interno de nuestro planeta descansan casi esclusivamente en los resultados de las magnificas investigaciones de Fourier. Poisson ha suscitado ciertas dudas sobre la realidad de este crecimiento continuo del calórico terrestre desde la superficie del globo hasta su centro; segun él, no hay calórico que no haya penetrado de lo esterior á lo interior; y el que no proviene del Sol depende de la temperatura, ó muy alta ó muy baja, de los espacios celestes que atraviesa el sistema solar en su movimiento de traslacion. Por mas que esta hipótesis se ha ya emitido por uno de los mas profundos geómetras de nuestra época, no ha podido satisfacer ni á los físicos ni á los geólogos. Pero cualquiera que sea el orígen del calor interno de nuestro planeta, cualquiera que sea la causa de su crecimiento, limitado ó ilimitado hácia el centro, siempre resulta que la conexion íntima de todos los fenómenos primordiales de la materia, y el lazo oculto que une entre sí á las fuerzas moleculares, nos inducen á referir al calórico central del globo los misteriosos fenómenos del magnetismo terrestre. En efecto, el magnetismo terrestre, cuyo carácter principal es el de presentar en su triple modo de accio0n una continuidad de variaciones periódicas, debe atribuirse á la desigualdad de la temparatura del globo (41), ó á las corrientes galvánicas que consideramos como electricidad movida en un círculo cerrado (42). La misteriosa direccion de la aguja imantada depende á la vez del tiempo y del espacio, del curso del Sol y de la posicion