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de Cauca detonaciones subterráneas que se sucedian de 30 en 30 segundos pero siempre sin sacudidas.

La naturaleza del ruido es sumamente variable: ya rueda, brama y resuena como si chocaran cadenas; á las veces es vibrante como los estallidos de los truenos cercanos, y tambien otras retumba con estrépito, cual si en las cavernas subterráneas se quebrasen masas de obsidiana ó de rocas vitrificadas. Es sabido que los cuerpos sólidos son escelentes conductores del sonido, y que las ondas sonoras se propagan en la arcilla cocida con una velocidad de diez ó doce veces mayor que en el aire; y por lo tanto los ruidos subterráneos pueden oirse á distancias enormes del punto donde se producen. En los llanos de Calabozo y en las orillas de Rio-Apure en Caracas, uno de los afluentes del Orinoco, es decir, en una estension de 1,300 miríametros cuadrados, se oyó una espantosa detonacion, no acompañada de sacudidas, en el momento mismo en que un torrente de lava salia del volcan de San Vicente, situado en las Antillas á una distancia de 120 miríametros, que es, como si dijéramos, que una erupcion del Vesubio se habia sentido en el Norte de Francia. Cuando ocurrió la gran erupcion de Cotopaxi en 1744, oyéronse detonaciones subterráneas en Honda á orillas del Magdalena, siendo asi que la distancia entre estos dos puntos es de 81 miríametros, su diferencia de nivel de 5,500 metros y están ademas separados por las masas colosales de las Montañas de Quito, de Pasto y de Popayan, y por innumerables valles y torrenteras. Es evidente que el sonido no fué trasmitido por el aire, sino que se propagó por debajo de tierra á gran profundidad. El dia del violento terremoto de Nueva Granada (febrero de 1835) se reprodujeron los mismos fenómenos, en Popayan, Bogotá, Santa Marta, y Caracas, donde el ruido duró siete horas enteras, sin sacudidas en Haití, la Jamaica, y á orillas del lago de Nicaragua.