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Hoffmann concuerdan perfectamente con las esperiencias del Abate Scina de Palermo; véanse las obras póstumas del primero, t. II, p. 366-375. Yo mismo he notado en diferentes veces que una niebla rogiza se veia poco tiempo antes de las sacudidas, en el momento en que se oia un fuerte trueno. (Relat. hist. l. IV, c. 10). Un físico de Turin, Vasalli Candi, ha visto fuertemente agitado el electro-metro de Volta durante los largos temblores de tierra que duraron en Pignerol, desde el 2 de abril al 17 de mayo de 1808 (Journal de Phisique, t. LXVII, p, 291). Pero las nieblas, las variaciones bruscas de la electricidad atmosférica y la calma del aire, no se refieren necesariamente á los temblores de tierra, é incurriríamos en gran error si les atribuyésemos una general significacion, porque se ha observado por do quiera, en Quito, en el Perú, en Chile, y lo mismo en el Canadá que en Italia, que los temblores de tierra acaecen igualmente en un cielo sereno y completamente despejado de nubes, que reinando una brisa fresca de tierra ó de mar. Pero aun reconociendo que los temblores de tierra no van precedidos ni anunciados por ningun signo meteorológico, aun durante el dia en que deben hacerse sentir, conviene sin embargo no rechazar con desprecio ciertas creencias populares que atribuyen alguna influencia á las estaciones (los equinoccios de otoño y de primavera), á los principios de la estacion de las lluvias bajo los trópicos despues de una larga sequia, y por fin á la vuelta de los monzones; conviene no desdeñarlas fundándose en nuestra actual ignorancia acerca de las relaciones que pueden existir entre los fenómenos subterráneos y los meteorológicos. Investigaciones numéricas ejecutadas con estremado celo por M. de Hoff, Pedro Merian y Federico Hoffmann, con objeto de establecer el modo de distribucion de los temblores de tierra en las diferentes estaciones del año, están contestes en fijar el máximum hácia la época de los equinoccios. Es muy singular que Plinio haya llamado á los temblores de tierra tempestad subterránea, y es mas curioso aun el ver qué razones da en apoyo de su fantástica teoría. Para él, la semejanza no está solamente en el estrépito que acompaña generalmente este fenómeno formidable; lo que le sorprende sobre todo es, que las fuerzas elásticas, cuya tension creciente acaba por quebrantar el suelo, se reunen en las entrañas de la tierra, cuando faltan en la atmósfera. «Ventos in causa esse non dubium reor. Neque enim unquam intremiscunt terræ, nisi sopito mari cœloque adeo tranquillo, ut volatus avium non pendeant, subtracto omni spiritu qui vehit; nec unquam nisi post ventos conditos, scilicet in venas et cavernas ejus occulto afflatu. Neque aliud est in térra tremor quam in nube tonitruum; nec hiatus aliud quam cum fulmen erumpit, incluso spiritu luctante et ad libertatem exire nitente.» (Plinio, l. II, c. 79). Por lo demás, en Séneca (Natur. Quæst, l. II, c. 4-31), se encuentra el germen bastante desarrollado de todo lo que ha sido dicho ó imaginado hasta en estos últimos tiempos, acerca de las causas de los temblores de tierra.