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car como Tolomeo los principios matemáticos al conocimiento de la tierra; pero por la variedad de los materiales y la grandeza de su plan, es su obra superior á todos los trabajos geográficos de la antigúedad. Estrabon habia visto por sí mismo una parte considerable del imperio romano y de ello se lisonjea, «desde la Armenia hasta las costas tirrenas, desde el Ponto-Euxino hasta las fronteras de la Etiopía.» Despues de haber escrito cuarenta y tres libros de historia, para servir de continuacion á la de Pol yblo, tuvo valor de empezar á los ochenta y tres años de edad la re— daccion de su gran obra geográfica (90). El mismo observa que la dominacion de los Romanos y la de los Partos contribuyeron, cada una en su tiempo, á asegurar mas todavía el libre tránsito por el mundo, que las conquistas de Alejandro, cuyos resultados confundian á Eratóstenes. El comercio de la India no estaba ya en manos de los árabes. Estrabon se admiraba en Egipto de ver tan aumentado el número de los buques que partian directamente de M yjosHormos hácia los puertos de la India, y su imaginacion le arrastraba mucho mas allá de aquella comarca, hácia las costas orientales del Asia (91). Bajo la misma latitud que el estrecho de Gádes 6 la isla de Rodas, en el sitio en que, segun su opinion, una cadena no interrumpida de montañas, prolongacion del Tauro, divide el antiguo continente en su mayor anchura, sospecha la existencia de otro continente, situado entre la Europa occidental y el Asia: «Es mu y posible, dice, que siguiendo por el Océano atlántico el paralelo de Tince (ó de Atenas segun una correccion propuesta por el último editor), se hallen"aun en aquella zona templada, uno 6 muchos mundos, poblados por razas humanas distintas de la nuestra (52).» Sorprende verdaderamente que tal aserto no haya llamado la atencion de los. escritores españoles que, á principios del siglo XVI, creian ver por doquiera entre los autores clásicos, la prueba de

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