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aplica Galileo particularmente las denominaciones de Stell.e nebulosee, y de Nebulose á los grupos de estrellas que, segun sus palabras, ut aureole. sparsín perathera subJulgent. No juzgando que la nebulosa de Andromeda, que en verdad se apercibe á la simple vista, pero en la cual no han podido hasta aquí descubrirse estrellas con los instrumentos de mas alcance, merece una atencion particular, considera todo lo que tiene apariencias de nube, todas sus Nebulosee y la misma via láctea, como grupos luminosos de estrellas muy juntas unas con otras. No distingue lo que es nube de lo que es estrellas, como hizo Huygens en la nebulosa de Orion. Tales son los débiles principios de los grandes trabajos sobre las nebulosas, que han ocupado gloriosamente en ambos hemisferios á los primeros astrónomos de nuestro tiempo.

Aunque el siglo XVII ha ya debido la mayor parte de su gloria, en primer lugar al engrandecimiento repentino. que recibió de Galileo y de Keplero el conocimiento de loz espacios celestes, y despues á los progresos realizados en las matemáticas puras por Newton y Leibnitz, no se dejó, sin embargo, de tratar y fecundizar, por decirlo así, por un cultivo saludable, la mayor parte de los problemas de física que hoy nos ocupan. Para no quitar á la historia de la contemplacion del Mundo el carácter que le pertenece, me limito aquí 4 mencionar los trabajos que han tenido en. la idea del Cosmos una influencia directa y general. Las. teorías del calórico, de la luz y del magnetismo nos traen 4 la memoria desde luego los nombres de Huygens, de Galileo y da Giibert. Estudiando Huygens en un cristal de. Islandia la doble refraccion, es decir, la bifurcacion de los. rayos luminosos, descubrió tambien en 1678 el modo de la polarizacion de la luz que ha recibido su nombre. Este descubrimiento que solo se limitaba á un fenómeno aislado, se hizo público en 1690, cinco años únicamente an—