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Perú; la segunda vez hace muy poco en Paris, donde gracias ú la deferencia de un sábio viajero, Ternaux-Compans, he podido comparar con el poema de Ercilla, un libro muy raro impreso en 1596 en Lima, los diez y nueve cantos del Arauco domado, compuesto por el licenciado Pedro de Oña, natural de los Infantes de Engol en Chile. Los quinec primeros libros de esta epopeya de Ercilla, en la cual Voltaire ve una [líada, y Sismondi una Gaceta en verso, han sido compuestos de 1353 y 1563, y publicados desde el año 1569; los últimos no se imprimieron hasta 1690, es decir, apenas seis años antes del malaventurado poema de Pedro de Oña, que lleva el mismo título que las obras maestras dramáticas de Lope de Vega, y en el cual el cacique Caupolican juega igualmente el prineipal papel. Ercilla es sencillo y sincero, sobre todo en las partes de su poema que escribió en campo raso, y con mucha frecuencia sobre cortezas de árboles y pieles de bestias, por carecer de papel. Produce una viva emocion cuando describe su indigencia y la ingratitud que sufrió tambien en la córte del rey Felipe. El fin del canto 37 es particularmente conmovedor:

Climas pasé, mudé constelaciones, Golfos innavegables navegando, Estendiendo, señor, vuestra corona Hasta la austral frigida zona...

«Esto hice en la primavera de mi vida: instruido muy tarde, quiero dar el adios á las cosas de la tierra, llorar y no cantar mas.» Pero las descripciones tales como el jardin del encantador, la tormenta que hace estallar Eponamon, la pintura del mar (1.? parte, p. 80, 133 y 173, 2.2 parte, p. 130 y 161, edic. de 1733), están despojadas de todo sentimiento de la Naturaleza; las indicaciones geográficas (canto XXVII), están tan acumuladas, que hay en 8 versos 27 nombres propios que se siguen sin interrupcion. La segunda parte de la Araucana no es de Ercilla; es una continuacion en 20 cantos hecha por Diego de Santistéban Osorio, que se une á los 37 cantos de Ercilla.

(971) Pág. 38.—Vease el Romancero de Romances caballerescos e históricos, ordenado por D, Agustin Duran, 1.? parte, p. 189, y 2.? parte, p. 237. Especialmente he visto las bellas estrofas siguientes:

Iba declinando el dia Su curso y lingeras horas...

y la fuga del rey Rodrigo que empieza por estas palabras:

Cuando las pintadas aves Mudas están, y la tierra Atenta escucha los rios...