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las facultades de ciencias

en poco tiempo los duplican, triplican y por fin, los elevan á números superiores á los de los demás estadios, y hoy, no contenta Francia con sacrificio tanto, aspira á continuar en esta lucha de la competencia de los tiempos modernos, dentro de la región de la ciencia, en los cuales la superioridad del poder intelectual es el fundamento del poder material, porque aquél es el germen de la riqueza del que dependen sus recursos para luchar y para prosperar y vencer, unido al valor personal que engendra la elevación de los espíritus, producto de la educación.

En fin, citaremos tan solamente, por no acumular excesivos datos, la biblioteca de Gottinga, población de 20.000 habitantes, que cuenta hasta 600.000 volúmenes; las bibliotecas de las Facultades de Francia, que llegaron en 1889 á reunir 512.252 volúmenes, y á contar en dicho año 122.786 lectores.

Si en Zaragoza se ha elevado un monumento á la Ciencia, cuyo coste puede parecer asombroso á espíritus mezquinos, incapaces de comprender cuán fructuosos y valederos son para las naciones esos sacrificios del momento en pró de centros de prosperidad del porvenir, recuérdese que en Strasburgo el edificio de la nueva Universidad ha costado 13 millones de marcos. ¡Y cuántos más redituará á la patria!

Y después de haber hecho esta rápida excursión por los centros de la vida científica moderna, al regresar á nuestra España, encontramos actualmente, que entre los establecimientos de instrucción pública, olvidados en absoluto por nuestros legisladores, dos tan solo contienen las enseñanzas de la Facultad de Ciencias, como tristísimo contraste con la exuberante vida que las dan á porfía las naciones más cultas ¡Aquí, si no se cuentan esas brillantes enseñanzas que hemos enumerado al citar las Universidades belgas y que encontramos en otras Universidades, como para irrisión y vergüenza, se creó una clase de primero de Análisis, en cuyos programas se contienen los rudimentos de la Aritmética...!

Después de haber hablado con el lenguaje de los números, cabe preguntar terminando: ¿Es que somos ignorantes porque somos pobres y débiles, ó es que somo pobres y débiles porque somos ignorantes?—Z. G. de G