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aquel grupo de heridos y cadáveres, en cuyo centro se encontraba Eduardo.

El nombre de éste es pronunciado luego por cl desconocido con toda la expresión del cariño y de la incertidumbre. Toma entre sus brazos el cuerpo del asesino que había caído sobre Eduardo, lo suspende lo separa de él, é hincando una rodilla en tierra, suspende el cuerpo del joven, y reclina su cabeza contra su pecho.

— Todavía vive l—dice, después de haber sentido su respiración; su mano toma la de Eduardo, y una leve presión le hace conocer que vive y que le ha conocido.

Sin vacilar, alza entonces la cabeza, gira sus ojos son inquietud; se levanta fuego, toma á Eduardo por la cintura con el brazo izquierdo, y cargándolo al hombro, marcha hacia la próxima barranca, en que estaba situada la casa del señor Mandeville.

Su marcha, segura y fácil, hace conocer que aquellos parajes no eran extraños á su planta.

Ah—exclama de reponte, apenas faltará media cuadra, y...tengo que descansar, porque..y el cuerpo de Eduardo se le escurre de los brazos, entre la sangre que á los dos cubría.—¡ Eduardo le dice, poniéndole sus labios en el oído ;¡Eduardo soy yo, Daniel, tu amigo, tu compañero, tu hermano Daniel.

El herido mueve lentamente la cabeza y entreabre los ojos. Su desmayo, ocasionado por la abundante pérdida de su sangre, empezaba á pasar, y la briss, fría de la noche á reanimarlo un poco.

—Huye... ¡ Sálvate, Daniel—fueron las primeras palabras que pronunció.

Daniel lo abraza.

—No se trata de mi, Eduardo; se trata de... á 1