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ver... pasa tu brazo izquierdo por mi cuello; oprime lo más fuerte que puedas... pero, ¿qué diablos es esto? ¿Te has batido acaso con la mano izquierla, que conserves la espada empuñada con ella?

Ah, pobre amigo, esos bandidos te habrán herido la derecha!... y no haber estado contigo yo !

Y durante hablaba así, queriendo arrancar de los labios de su amigo alguna respuesta, alguna palabra que le hiciese comprender el verdadero estado de sus fuerzas, ya que temblaba de conocer la gravedad de sus heridas, Daniel cargó de nuevo á Eduardo, que, vuelto en sí de su primer desmayo, hacia una débil fuerza sobre los hombros de su iibertador, y lo llevó en sus brazos segunda vez, en la misma dirección que la anterior.

El movimiento y la brisa vuelven al herido un poco de la vida, que le había arrebatado la sangre ; y con un acento lleno de cariño :

— —Basta Daniel—dice ;—apoyado en tu brazo, creo que podré caminar un poco.

—No hay necesidad—responde éste, poniéndolo suavemente en tierra;—ya estamos en el lugar adonde quería conducirte.

Eduardo quedó un momento de pie; pero su muslo izquierdo estaba cortado casi hasta el hueso, y al tomar esa posición, todos los músculos se resintieron, y un dolor agudísimo hizo doblar las rodillas del joven...

Ya me imaginaba que no podrías estar de pie —dijo Daniel, fingiendo naturalidad en su voz, pues que toda su sangre se había helado, sospechando entonces que las heridas de Eduardo eran mortales. Pero, felizmente—continuó,—ya estamos aquí, aquí, donde podré dejarte en seguridad,