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mientras voy á buscar los medios de conducirte á otra parte.

Y diciendo esto, había vuelto á cargar á su amigo, descendiendo con él, á fuerza de gran trabajo, á lo bondo de una zanja, de cuatro ó cinco pies de profundidad, que dos días antes habían empezado á abrir á distancia de veinte pies del muro lateral de una casa, sobre la barranca que acababa de subir Daniel con su pesada pero querida carga; casa que no era otra que la del ministro de S. M. B., caballero Mandevillewww Daniel sienta á su amigo en el fondo de la zanja, lo recuesta contra uno de los lados de ella, y le pregunta dónde se siente herido.

—No sé poro aquí, aquí siento dolores terribles —dice Eduardo, tomando la mano de Daniel y llevándola á su hombro derecho y á su muslo izquierdo.

Daniel respira entonces con libertad.

—Si solamente estás herido ahi—dice,—no es nada, mi querido Eduardo oprimiéndolo en sus brazos con toda la efusión de quien acaba de salir felizmente de ura incertidumbre penosa; pero á la presión de sus brazos, Eduardo exhala un jay!

agudo y dolorido.

—Debo estar también... sí... estoy herido aquídice, llevando la mano de Daniel á su costado izquierdo, pero sobre todo el muslo... el muslo me hace sufrir horriblemente.

—Espera—dice Daniel, sacando un pañuelo de su bolsillo, con el cual venda fuertemente el muslo herido. Esto, á lo menos continúa,—podrá contener algo la hemorragia; ahora, venga la cintura: es aquí donde sientes la herida?

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