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Entonces... aqui está mi corbata y con ella oprime fuertemente el pecho de su amigo.

Todo cato lo hace y lo dice fingiendo una confianza que había empezado á faltarle desde que supo que había una herida en el pecho, que podría haberle interesado alguna entreñia. Y lo dice y lo hace todo entre la obscuridad de la noche, y en el fondo de una zanja ostrecha y húmeda. Y como un sarcasmo de esa posición terriblemente poética en que se encontraban los dos jóvenes, porque Daniel lo era también, los sonidos de un piano llegaron en este momento á sus oídos: cl señor Mandeville tenía esa noche una pequeña tertulia en su casa.

— Ah—dice Daniel, acabando de vendar á su amigo: S. E. inglesa se divierte..

¡Mientras á sus puertas se asesina á los ciudadanos de este país exclama Eduardo.

—Y es precisamente por eso por lo que se divierte. Un ministro inglés no puede ser buen ministro inglés, sino en cuanto represente fielmente á la Inglaterra, y esta noble señora baila y canta en derredor de los muertos como las viudas de los hotentotes, con la sola diferencia de que éstas lo hacen de dolor, y aquélla de alegría..

Eduardo se sonrió de esa idea, nacida de una caboze cuya imaginación él conocía y admiraba tanto; é iba á hablar, cuando de repente Daniel le pone su mano sobre los labios.

—Siento ruido—le dice al oído, buscardo á tientas la espada.

Y, en efecto, no se había equivocado. El ruido de las pisadas de dos caballos se percibía claramente, y un minuto después, el eco de voces humanas llegó hasta los dos amigos.

Todo se hacía más perceptible por instantes; T