Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/35

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 31 —

ni oía nada, hace tomar el paso á su caballo, y dice á Eduardo:

― —Ya estás en salvo, pronto estarás en seguridad y curado.

—¿Dónde?—le pregunta Eduardo, con voz sumamente desfallecida.

—Aquí—le responde Daniel, subiendo el caballo á la vereda de una casa, por cuyas ventanas, cubiertas con celosías y los vidrios por espesas cortinas de muselina bianca en la parte interior, s8 transparentaban las luces que iluminaban las habitaciones; y al decir aquella palabra, arrima el caballo á las rejas, é introduciendo su brazo por ellas, y las celosías, tocó suavemente en los cristales. Nadie respondió, sin embargo. Volvió á llamar segunda vez, y entonces, una voz de mujer preguntó con un acento de recelo :

—¿Quién es ?

—Yo soy, Amalia, yo, tu primo.

— Daniel —dijo la misma voz, aproximándose más á la ventana la persona del interior.

—Sí, Daniel.

Y en el momento la ventana se abrió, la celosla fué alzada, y una mujer joven y vestida de negro inclinó su cuerpo hasta tocar las rejas con su mano. Pero al ver dos hombres en un mismo caballo, retiróse de esa posición como sorprendida.

—No me conoces, Amalia? Oye: abre al momento la puerta de la calle; pero no despiertes á los criados; ábrela tú misme.

Pero, qué hay, Daniel?

—No pierdas un segundo, Amalia, abre en este momento en que está solo el camino; me va la vida, más que la vida, lo entiendes ahora?

— Dios mío—exclama la joven que cierra la