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vertía que el sol, que le daba de lleno, le había puesto la coronilla punto menos que al rojo. Sacha se detuvo a su lado y le dijo, mirando a la iglesia:

—En la iglesia vive el Señor. La gente se alumbra con lámparas y velas; el Señor, con lamparillas rojas, azules, verdes, como ojos. El Señor se pasea de noche por la iglesia, y la Virgen y San Nicolás van detras de él..., tup..., tup..., tup..., ¡y el sacristán tiene un miedo...!

Sacha calló breves instantes.

—Sí, paloma—añadió, imitando a su madre—; y cuando venga el fin del mundo, todas las iglesias volarán al cielo.

—¿Con las cam-pa-nas?—preguntó Motka con voz opaca.

—Con las campanas. Y cuando se acabe el mundo, los buenos irán al Paraíso y los malos al fuego eterno. Si, paloma. A mamá y a María les dirá el Señor: "Como no le habéis hecho daño a nadie, id a la derecha, al Paraíso." Y a Kiriak y a la vieja les dirá: "Id a la izquierda, al fuego." Y los que no ayunan irán también al fuego.

Miró al cielo, con ojos muy abiertos, y prosiguió:

—Mira al cielo sin pestañear, y verás a los ángeles.

Motka obedecdó y hubo una pausa.

—¿Los ves?—preguntó Sacha.

—No veo nada—contestó con su opaca voz Motka.