Serias dificultades se presentaban á los hijos del país para la elección de una carrera.
Aquellos mismos que habían nacido en el seno de familias acomodadas, si no eran abogados ó sacerdotes, no encontraban colocación lucida en la sociedad sin grande pena y con sacrificio de mucho tiempo.
Las ciencias matemáticas no se han cultivado entre nosotros hasta mucho después de 1801. La escuela de náutica, abierta por el distinguido ingeniero D. Pedro A. Cerviño, durante la administración del virrey D. Joaquín del Pino (1801 á 1804) no mereció sinó una fuerte reprobación de la corte. Los ingenieros que median las propiedades rurales eran los pilotos mercantes que habían aprendido á cuartear la aguja náutica en las puertas de Cádiz ó del Ferrol.
La literatura, esta madre amorosa con que nos ha dotado la sociedad moderna, si daba fama escasa no proporcionaba, por cierto, medios sobrados de subsistencia. Las carreras, pues, eran reducidas en número, ó mas bien dicho, estaban limitadas á tres para los hijos del país, —el foro, la iglesia, la oficina. El comercio, puede decirse con verdad que estaba reservado con todo el provecho y la respetabilidad que proporcionaba su ejercicio á los españoles europeos.