Sin embargo, todos ellos son gloria de nuestra literatura antigua, y nos llenaríamos de justo orgullo si llegásemos á poseer la colección de sus escritos.
La dificultad para tomar una posición social, era aun ardua para aquel que como el Sr. Rivadavia se sentía llamado por vocación á la vida pública. Bajo el réjimen colonial no era posible alcanzar sino una parte pasiva en la gestión de los negocios de gobierno, y esta situación humilde no podía convenir á un hombre de ingenio y de luces. La iniciativa no partía de aquí.
Se pensaba en Madrid, y ese pensamiento, concebido en otro mundo, se ejecutaba en el nuevo, por los empleados reales, como se ejecuta una evolución militar. Fué por esta razón que el Sr. Rivadavia permaneció perplejo por algún tiempo acerca de la carrera que debería abrazar.
Se ensayó en el ejercicio de comerciante y tomó á su cargo negocios cuantiosos que no le dieron resultados satisfactorios.
Abrió estudio de abogado, pero no persistió mucho tiempo atado al potro en que las difusas cavilosidades de Parladorio de Farinacio ó Baldo colocaban al Togado, antes que los espositores modernos, el buen gusto introducido hasta en la jurisprudencia,