En tales circunstancias fué cuando por diversas partes del imperio se aclamaron otros príncipes. Hasta entonces los rebeldes se habían limitado á solicitar su venganza ó contentar su codicia, mas reconociendo y venerando todos ellos en Muley-Suleyman al xerife y al legítimo soberano. Rotos ya los últimos frenos del respeto, se alzaron algunas turbas de sublevados con Fez el nuevo, proclamando por emperador á un cierto Muley-el-Tayib, otro hijo, según dicen algunos, de Sidi-Mohammed, y hermano en tal caso de Muley-Suleyman, mientras que en Tetuán y Tánger y Larache se levantaba con el imperio el príncipe Muley-Ibrahim, hijo de Muley-Yezid, y como tal, legítimo aspirante al trono. Este, que residía en Fez, había sido invitado en otras ocasiones por los revoltosos á levantarse con el imperio; pero él lo había resistido constantemente, ó bien porque fuese de ánimo apocado, ó bien porque quisiese guardar fiel amistad al tío. Mas viendo ahora tan cierta la victoria y tan decaído el partido de Muley-Suleiman, que alguno había de aprovecharse necesariamente de los despojos, cedió á los ruegos de sus partidarios, y se proclamó emperador, con ayuda y favor de dos grandes caudillos, Sidi-el-Arbi, xerife de Vazan el uno, y el otro Sidi-Ahmed-el-Luxi, capitán de los xiloes y hombre valentísimo de su persona, el cual alcanzaba gran prestigio y fama entre todos los naturales del Mogreb-alacsa. Pero atajóle la muerte en lo mejor de estos proyectos, amaneciendo un día cadáver en una casa de Tetuán, si de enfermedad ó de tósigo, no se sabe. Los caudillos de su ejército, harto comprometidos ya, determinaron nombrar por sucesor á un hermano suyo, el cual se llamó Muley-Said, y fué hombre de alientos, aunque
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