no de mucha fortuna. Al frente de un ejército de treinta mil hombres, donde iban muchos buenos guerreros, y, entre otros, aquellos dos, Sidi-Ahmed y Sidi-el-Arbi, á quien debía el ser su partido, marchó contra Muley-el-Tayib, determinado á echarle de Fez y quedarse solo con las pretensiones del imperio. Halláronse los ejércitos no lejos de aquella capital, y hubo una sangrienta batalla, en la cual murió Muley-el-Tayib y fué completamente aniquilado su partido. Entonces el vencedor Muley-Said entró en Fez y se proclamó sultán de todo el Mogreb-alacsa. Pero la prosperidad le acompañó por poco tiempo. Ello fué que, cansadas las tribus amazirgas y xíloes del largo asedio que tenían puesto á Mequinez, y satisfechas ya de su venganza, alzaron el campo y se volvieron á sus hogares, dejando libre á Muley-Suleiman, que al punto salió de allá y se vino con su ejército á Marruecos. Desde aquí atendió á reunir soldados, y armas y tesoros, y, junta crecida hueste, marchó con ella á la vuelta de Fez á combatir á Muley-Said. Diéronse vistas los campos en el lugar de Xeferaz, sobre el río Vargas ó Guerga, y, empeñada la acción, fué roto sin gran dificultad el ejército de Muley-Said, ó bien por azar de la guerra, ó porque le abandonaron en el trance algunos de sus caudillos y parciales. Tal fué la rota, que á él mismo le costó duras penas el refugiarse en Fez el viejo, donde se sostuvo por algún tiempo, mientras el tío, triunfante, volvía á Marruecos. Allí acabó á los pocos días Muley-Suleiman su revuelta vida, á los 28 de Noviembre de 1822, cuando justamente cumplía treinta años de reinado. Sintiendo su fin cercano hizo testamento, y, recordando la promesa que había hecho á su hermano Muley-Hixem de
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