esas desparramadas en un espacio de más de setenta mil leguas cuadradas. No es fácil tener datos verosímiles ó probables acerca de una población donde la estadística y lo que se entiende por administración en Europa, no existen ni de nombre; pero es indudable la despoblación casi general del imperio. Los límites de éste eran como en tiempo de Boco: el mar Mediterráneo y el Estrecho de Gibraltar al Septentrión, los arenales de Sahara al Mediodía, los cabos de Espartel y de Num con el Océano Atlántico al Occidente, y al Oriente el río Moluca ó Muluya y la antigua Numidia, parte aún de la regencia de Argel. Las rentas del imperio las calculaba Badía en su tiempo en veinticinco millones anuales de francos; y como ni los empleados ni los soldados tenían sueldo, ni disfrutaban más que algunas pequeñas gratificaciones, suponía que la mayor parte de este dinero iba á sepultarse en el tesoro imperial de Marruecos, Fez y Mequinez. Graberg de Hemsoo rebaja á la mitad de aquella suma las rentas anuales del imperio, suponiendo también que con tan cortos medios se cubrían todos los gastos públicos, y aún quedaban en ahorro más de treinta millones de reales al año para aumentar el tesoro imperial, guardado, ó más bien enterrado en Mequinez por la avaricia de los últimos sultanes. Poquísima industria en tanto, menos comercio que nunca; la justicia, como siempre, bárbaramente administrada, sin otras leyes que las del Corán, como en la época de Badía, ni más medio de hacerlas ejecutar que la violencia. Entretanto, los naturales del Mogreb-alacsa, que han solido mostrarse inquietos y amigos de novedades en todos los tiempos, habían recibido con los últimos sucesos mayor estímulo que
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