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telillos. Un pedazo de empanada, pollo asado, huevos duros...

—¡No importa! A falta de otra cosa...

—Como quieras.

—¿Y hay algo de beber?

—Nada. Una botella de vodka; pero el vodka sabe tan mal...

—¡Venga también el vodka. A mí todo me sabe bien.

IV

Con una servilleta sobre los hombros, a manera de chal su mamá rara vez se sentaba a la mesa sin dicha prenda—, Vera, sentada frente a Samatoja, remedaba a las amas de casa corteses y solícitas.

—¡Coma, coma! ¡No gaste ceremonias! ¡Esta maldita cocinera siempre ha de quemar el pastel! ¡Oh, crea usted que si pudiera una pasarse sin ellas!...

La minúscula dama esperó, en vano, la respuesta.

—Pero...

—¿Qué?

—¿Por qué no contestas?

—¿Qué debo contestar?

—Debes contestar: «Señora: el pastel está exquisito.» Para darle gusto a su amiguita, Samatoja, con la boca llena, balbuceó: —Señora: el pastel está de rechupete.

—¿Cómo has dicho?

— De rechupete.

—¡No sabes jugar!