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—¿Por qué?

—Porque dices «de rechupete», y lo que hay que decir es «exquisito».

—Bueno, pues está exquisito.

—Otra copita de vodka.

—Gracias, señora. Es un vodka exquisito.

—Me parece que el pollo está un poco duro. ¡Oh, son un castigo estas malditas cocineras!—Señora: el pollo está exquisito.

Tras un breve silencio, Vera, en su papel de perfecta ama de casa, inició una conversación mundana.

—Ha sido muy caluroso este verano, ¿verdad, señor?

—¡Ha sido un verano exquisito, señoral—repuso Samatoja, en cuyas respuestas estereotipadas se veía que no había nacido para dialoguista.

Y, cogiendo la botella, añadió: —Con permiso de usted voy a servirme otra copa de vodka.

—¡No sabes jugar!

—¿Por qué?

—Porque debes esperar a que yo te invite a beber...

¡Otra copita, no gaste ceremonias! ¿No encuentra usted demasiado amargo este vodka? ¡Oh, estoy de las cocineras hasta la coronillal Voy a cambiarle el plato.

Samatoja decía para su capote: «He inventado un juego delicioso.» Y, aprovechando un descuido de Vera, se metió en el bolsiilo un cuchillo y un tenedor de plata.

—¡Coma, coma!

—¡No tengo ya gana, señora!

—¡Pero si no ha comido usted nada, señor!