Página:Arkady Arvechenko - Cuentos (1921).djvu/161

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
65
 

La joven, que se había refugiado en la alcoba, lloraba como una criatura.

Su marido trataba de calmarla.

—¡Vamos, querida, no llores! Se ha dormido, ¿no oyes cómo ronca? Cuando se despierte se irá a su casa, y asunto concluído.

—Si; pero ¿qué haremos mientras tanto? ¡Ahí tienes a lo que conduce besar a un portero!

—Pero, querida... ¿no me lo has aconsejado tú?

¿No me has hablado de un grabado en que el zar, al salir de la iglesia...?

—¡Como siempre me echas a mí la culpa! Di: ¿qué vamos a hacer?

Landichev contestó, tras un breve y caviloso silencio: —Se me ha ocurrido una idea. Vámonos a casa de Cheluguin, que se alegrará mucho de vernos. Estaremos allí dos o tres horas y preguntaremos por teléfono si el portero ha bajado ya. Anda, vistete, querida.

Pero que no nos oiga.

Se vistieron sin hacer ruido y se marcharon de puntillas.

AVERCHENKO: CUENTOS.—T. II