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ánimo de tiernos angelitos como usted! Nuestra Policía sólo sirve para sacar alboroques y no hace nada contra la mendicidad, que va tomando proporciones alarmantes y convirtiéndose en una verdadera plaga...

La farándula no tardó en salir a una minúscula plazoleta, en cuyo centro había, a falta de una estatua o un obelisco, un enorme charco, vestigio de la última lluvia. La rodeaban casitas de madera o de piedra, con postigos verdes, visillos blancos y tiestos de flores en las ventanas.

En el umbral de una puerta, una mujer gorda le administraba una azotaina a un rapazuelo que gritaba como un demonio. El rapazuelo, al ver la espléndida sociedad que había aparecido en la plaza, dejó de llorar y abrió unos ojos como platos.

—¿Por qué le pega usted a esa encantadora criatura?—le dijo Maria Nicolayevna a la mujer—. ¡Es tan guapol ¿Cómo te llamas, monin?

—Epicha—contestó el rapazuelo, metiéndose en la boca un dedo de una limpieza discutible.

—Toma, Epicha, diez copecks para que te compres bombones. ¿Verdad que es una monada?

El admirador, que parecía un cristal de aumento de los sentimientos de la actriz, manifestó un entusiasmo rayano en la locura.

—¡No he visto en mi vida una criatura tan linda!

¡Es un niñio maravilloso! Toma, querido ángel, tres rublos para que te compres bizcochos.