Página:Arkady Arvechenko - Cuentos (1921).djvu/170

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
74
 

—¿Ve usted esa casita encarnada que nos mira con sus ventanitas como una niña curiosa? Ahí vivía mi amiga Tacha Tiaguina... Se me arrasan los ojos en lágrimas... Nada, nada ha cambiado. Todo está como cuando yo era pequeña. Mire: en ese quiosco vendían sidra... ¡Pobre Tacha! Sus padres eran muy severos y la castigaban por cualquier cosa. ¡Cuántos ratos se pasaba la pobrecita encerrada, como un perro rabioso, en la porchada!

—¡Qué brutos! Soy enemigo de la pena de muerte; pero a unos padres así los haría ahorcar...

—Pues no eran malos, créalo usted... La escalinata está lo mismo, lo mismito que cuando nos caímos Tacha y yo una tarde desde el último escalón. ¡Qué batacazo! No sabíamos si llorar o reír...

—¡Ja, ja, ja!... ¡Es una buena altura! ¡Podían ustedes haberse roto una costilla!

—Enfrente, en esa casa de piedra gris, vivía el jefe de Policía. ¡Le teníamos un miedo...! ¡Qué palizas les pegaba a los borrachos! Le gustaban mucho los pájaros, y su casa era una pajarera...

Al admirador se le ocurrió, de pronto, una idea feliz.

—Oiga usted—dijo—. Tal vez viva aún en esta ciudad esa encantadora Tacha. Podríamos informarnos. Me gustaría conocer a tan buena amiga de usted.

—¡Sí, sí, sí! ¡Preguntemos! ¡Qué alegría volver a verla!

En aquel momento apareció en lo alto de la escalinata un anciano encorvado.

—¡Mire, mire! ¡Su padre!—murmuró María Nico-