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no quisiera ser un buey. Sólo se vive una vez, y hay que vivir alegremente. Algunos años más o menos no significan nada, muchacho.

—Si; pero enfermar del hígado o del pecho no es muy divertido.

—¡Tonterías!... ¿Tú has leído las estadísticas?

—No sé qué es eso.

— Las cifras, los datos sobre la población, la salud pública, etcétera.

—No; no sé leer.

—Peor para ti. Vosotros, los analfabetos, ignoráis lo que es bueno y lo que es malo. Pues bien; según la estadística, cada ruso se bebe al año treinta litros de vodka. Treinta litros, ¿sabes?, ni uno más ni uno menos. Y todo buen ciudadano debe cumplir ese deber y beberse sus treinta litros. Tú también debes bebértelos, si no quieres perjudicar al Estado, para el que la venta del alcohol es una fuente de ingresos.

El tártaro, desconcertado, mira al transeúnte, en cuyo rostro hay claras señales de que cumple su deber, el del tártaro y el de algunos otros ciudadanos.

—Sí, en efecto—balbucea—; ignoramos muchas cosas...

—¡Pues hay que saberlas!—contesta en tono severo el transeúnte—. Es muy fácil decir: «Yo no sé nada.» Lo difícil es ser un buen ciudadano. El que no bebe vodka es un quídam, amigo mío.

Y se aleja con un paso inseguro, del que debe de estar orgulloso, pues demuestra que no es un quídam.