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ventana, y apareció en ella el doctor Blanco, con gorro de dormir; sacó la cabeza, y preguntó:

-¿Qué se ofrece?

-La señora de Gordon está muy grave, sefor; y el amo me manda á toda prisa á buscar á usted cree que puede peligrar la vida de la señora si no va inmediatamente. Aquí traigo una carta.

-Espere un momento contestó el doctor, cerrando la ventana; y á los pocos minutos vino á la puerta.

-Lo malo es-dijo,-que mi caballo ha estado fuera todo el día y se halla completamente rendido; y han venido esta noche á buscar á mi hijo, que se ha llevado el otro. ¿Qué hacemos?

¿Puedo ir en el de usted?

-He venido á la carrera casi todo el camino y pensaba darle aquí un descanso; pero creo que mi amo no se disgustará, puesto que es necesario.

-Corriente-dijo el doctor,-al momento estaré listo.

Entró en la casa, y mientras tanto Juan me pasaba la mano por el cuello que estaba echando fuego, como todo mi cuerpo. Volvió el doctor á los pocos momentos, con un látigo de montar en la mano.

-No necesita usted eso, señor-dijo Juan;