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dos animales; el negro no lo ha probado en su vida, y en cuanto á la yegua, su vendedor nos dijo que el filete del engallador fué lo que exasperó su genio.

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L

-Pues, amigo mío-dijo York,-aquí no tendrán más remedio que usarlo. Yo soy opuesto á él, y el señor es siempre muy razonable respecto á los caballos; pero en cuanto á la señora... eso es otra cosa; está por la moda, y si los caballos de su carruaje no llevan las cabezas levantadas hasta la mayor exageración, no está satisfecha, de modo que así tendrá que ser, al menos cuando la señora salga en el carruaje.

-Lo siento mucho-dijo Juan.-Y ahora necesito marcharme, para no perder el tren.

Volvió á nuestro lado para acariciarnos por última vez, y su voz era triste.

Yo acerqué á él mi hocico, único modo de decirle adiós; se marchó, y no he vuelto á verlo desde entonces.

Al siguiente día el señor Conde vino á vernos y pareció estar complacido de nuestra apariencia.

-Mucha confianza tengo en estos caballosdijo, por los excelentes informes que me ha dado acerca de ellos mi amigo el señor Gordon.

Es sensible que su pelo no sea igual; pero son buenos para el carruaje, mientras estemos en el