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124 campo. Tengo entendido que el negro es excelente para la silla.

York le contó entonces lo que Juan le había dicho acerca de nosotros.

-Está bien-dijo ;-tén cuidado con la yegua y pónle flojo el engallador. Se acostumbrarán al fin, teniendo paciencia y subiéndoselo por grados. Hablaré de eso con la señora.

Por la tarde nos engancharon en el carruaje, y, al dar las tres el reloj de la caballeriza, salimos á colocarnos frente á la puerta de la casa. Esta era tres ó cuatro veces más grande que nuestra antigua de Buenavista, pero ni la mitad de agradable, si la opinión de un caballo puede valer algo. Dos lacayos estaban al pie de la escalera, con levita de color de pasa, calzón encarnado y medias blancas. Al poco rato oímos el crujir de un traje de seda, y la señora descendió los tres ó cuatro escalones de piedra. Dió una vuelta alrededor de nosotros, mirándonos con detención; era una señora alta, de orgullosa mirada, y pareció no quedar satisfecha con alguna cosa que vió en nosotros, pero no dijo una palabra y entró en el carruaje. Era la primera vez que yo usaba un engallador, y debo decir que, si bien me pareció incómodo eso de no poder bajar la cabeza de cuando en cuando, es lo cierto que no puso la mía más alta de lo que estaba acostum-