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T 132 se á York. Jengibre, yo y algunos otros caballos quedamos á cargo del mozo de cuadra más antiguo.

La señora Enriqueta, que permaneció en la casa, era una señora inválida, que nunca salía en el carruaje, y la señorita Ana prefería montar á caballo, acompañada de su hermano, ó por alguno de sus primos. Montaba á la perfección, y era tan alegre y gentil como hermosa. Me tomó para su uso, prefiriéndome á todos los demás. Yo gozaba en aquellas excursiones al aire libre, unas veces llevando á mi lado á Jengibre, y otras á Lista. Esta Lista era una viva yegua torda, casi de pura raza, gran favorita de los caballeros, por sus finos movimientos y levantado espíritu; pero Jengibre, que la conocía mejor que yo, me dijo que le parecía un poco nerviosa.

Estaba parando en la casa un caballero, llamado Valcárcel, que acostumbraba montar siempre á Lista, y la celebraba tanto, que un día la señorita Ana ordenó que la silla en que ella montaba fuese puesta en aquélla, y la otra en mi. Cuando llegamos á la puerta, el caballero pareció muy contrariado.

-¿Qué es eso?-dijo,-se ha cansado usted de su Azabache?

¡Oh! no, no hay tal cosa-replicó ella;-