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si rompernos las quijadas y hacernos sentar sobre los corvejones, á lo cual llaman hacer una parada en seco; y cuando tienen que volver una esquina, lo hacen sin tener para nada en cuenta cuál es su derecha y cuál su izquierda. Recuerdo una tarde en que Gorrión y yo regresábamos á casa después de haber estado en una excursión de todo el día. Este Gorrión era un caballo con quien casi siempre me enganchaban cuando algún parroquiano pedía una pareja, y era, por cierto, un excelente compañero. Nos guiaba un cochero de la casa, y habíamos pasado un buen día. Regresábamos, como he dicho, á un trote franco, y cerca del anochecer. El camino torcía de repente á la derecha; pero como íbamos muy arrimados á la orilla, y en el sitio que nos correspondía, habiendo además abundante espacio para pasar, el cochero no se ocupó de contenernos. Cuando estábamos cerca de la vuelta, of que un caballo y un carruaje de dos ruedas venía rápidamente hacia nosotros por la cuesta abajo. El camino tenía una cerca y no pude ver nada hasta que dicho carruaje estaba encima de nosotros. Afortunadamente, yo iba enganchado en el lado de la derecha, pero el pobre Gorrión recibió todo el choque del otro coche, cuyo conductor venía derecho á tomar la esquina de la vuelta, y cuando llegó á vernos no tuvo ya tiem1