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XVI

UN LADRÓN

Mi nuevo amo era un hombre soltero. Vivía en una gran ciudad, y tenía muchos negocios. Su médico le aconsejó que hiciera ejercicio á caballo, y al efecto me compró. Alquiló una cuadra, á corta distancia de su habitación, y tomó un criado llamado Sarmiento, para que me cuidase. Mi amo entendía muy poco de caballos, pero me trataba muy bien, y hubiera sido excelente para mí aquella casa, á no ser por circunstancias que él ignoraba completamente. Ordenó que se me diese el mejor heno, y abundante avena, habas partidas, afrecho, paja de centeno, y, en una palabra, todo lo que el mozo considerase necesario. Le oí dar la orden, y por consiguiente me satisfice de que iba á tener pienso abundante y bueno, y que lo iba á pasar bien.

Por unos cuantos días todo fué perfectamen-